o sanxirole
viernes, abril 22, 2022
VACACIONES 2021
lunes, marzo 07, 2022
tomar la tension
Dedicado a Vinicius Domingues por sus comentarios tan afectuosos como inmerecidos sobre mi pagina. Gracias
Esta historia se inicia allá a principio de los setenta, cuando cursaba los primeros años de Medicina en la universidad de Valladolid. Al volver a Galicia para pasar las vacaciones de Navidad mi madre, que por aquella época vivía en casa de su hermana, me tenia una sorpresa: no sé muy bien a costa de cuantos equilibrios económicos en aquellos años en los que se había convertido en una experta para hacer que una peseta cundiese como si fuesen tres, me había comprado un aparato para tomar la tensión, un tensiómetro Riester, pues para ella ya me veía como un médico en ejercicio, a pesar de estar en los primeros años de la carrera .
Y lógicamente, ya que tenía el aparato, había que rentabilizarlo. Y nada mejor que hacerlo con las personas que estaban a mi alrededor. Así que en cuanto sacaba el aparato de su funda se ponían en fila todas las personas de casa para que les tomase la tensión, para lo que procedía siempre en orden de importancia: primero la tía Geles, seguida de mi madre, después mis primas y por último la mujer de la limpieza o cualquier persona que estuviese en casa. Les tomaba la tensión y se quedaban tan felices. Y esto se repetía una o dos veces más a lo largo de las vacaciones navideñas o de semana santa y en las veraniegas que, por su mayor extensión, obligaban a más controles.
En ocasiones también se avisaba a las vecinas de casa de mi tía. Al otro lado de la calle vivían Gloria, una mujer muy enérgica a la que siempre recuerdo vestida de luto, con dos hijas adolescentes y su cuñada, Amanda, que lucía un bigote de carabinero portugués. Un recuerdo de mi infancia que me viene a la memoria es el día que fui con mi madre a casa de Gloria y, al entrar en la galería, nos encontramos a las cuatro mujeres sentadas en la galería que colgaba sobre el Sil, con los rostros vueltos al sol y los bigotes empapados de agua oxigenada para aclarar el vello. O el día que entré en el cuarto de baño y al salir le dije a mi madre : " mamá, mamá por que hay brocha y maquinilla de afeitar en el baño si solo viven mujeres ? "...mi madre se despidió, imagino que muy azorada y me sacó en volandas de la casa mientras por el camino me iba sacudiendo cachetes por entrometido.
En todas las vacaciones se repetía el mismo ritual , hasta que al llegar una vez a casa, cuando cogí el aparato para usarl,o me di cuenta que se había soltado la aguja y que lógicamente, no podía hacer la medición de la tensión. Pero no hubo el menor problema. Avisé que iba a empezar la consulta y se colocaron todas en fila. Yo ponía el manguito, apretaba la pera de goma y, mientras veía que la aguja bailaba como loca, a cada una le iba cantando la presión que me parecía recordar de veces anteriores. A mi tía, que siempre se quejaba de mareos, le decía que la tenía muy baja y ella decía " si ya lo decía yo " y reclamaba que le preparasen un café. Como la señora de la limpieza era hipertensa le decía que le tenía muy alta y que dejara de comer cerdo y quitara la sal. Y así con todas las demás, a las que dejaba tan contentas sin sospechar nunca que las estaba engañando.
miércoles, febrero 02, 2022
dia de las Candelas de 1942
Bueno, vayamos con mi historia. Una tarde de mediados de enero de 1942, Cuarto Año Triunfal en el que las tropas patrias habían vencido a las hordas rojas, se oyó una escandalera a lo largo del portal de casa de la abuela Mariana. La pobre Argentina, retorciéndose las manos agrietadas por la sosa y el agua helada del río, entró en el gabinete de la abuela diciendo que los señoritos venían dando voces como energúmenos desde el vecino Casino. Aún no se había apercibido a la pobre abuela de la que se le venía encima, cuando entraron como fieras el tío Luciano y el tío Curro con las caras rojas de cólera y las venas del cuello tensas como cuerdas de guitarra.
La pequeña, mi madre, la menor de 13 hermanos ( y no hubo más porque el abuelo Nicasio murió joven ) se crió siempre llena de los mimos de su madre y de los hermanos que todavía quedaban en casa, mientras entre todos acababan poco a poco con todo el capital de la familia, que por algo eran señoritos y no iban a hacer trabajos de menestrales. Bastante tenían con llenar de hijos ilegítimos las aldeas de alrededor y derrochar lo que con tanto esfuerzo había conseguido su padre.
Siguiendo el criterio de don Cristóbal el cura párroco, se decidió que había que alejar a la niña del peligro por lo que, a finales de enero, la enviaron a pasar una temporada en el pueblo de la montaña luguesa donde tía Claudina, una de las hijas mayores de la abuela, había hecho una muy buena boda con un abogado muy bien emparentado con los caciques de la zona. El pueblo por aquellas épocas se extendía como una culebra zigzagueante a los lados de la carretera nacional y la casa de tío Ramiro y tía Claudina, una casona pintada de un rosa desvaído por la lluvia y las nieblas estaba a la salida del pueblo en dirección a Castilla.
Llegó el día de las Candelas, una fiesta con gran tradición en el pueblo. Desde primeras horas de la mañana la cocina de la casa era un continuo trajín para tener a punto la comida que se daba ese día a los múltiples amigos de la familia. Los pollos se asaban lentamente en el fogón, el caldo humeaba en el puchero, las empanadas había emprendido el camino del horno y los bizcochos para el postre estaban bien borrachos.
Ya anochecía cuando acabaron de comer los invitados y el humo de las farias se mezclaba con el de los pucheros llenos de café. Hicieron su aparición las barajas y el estruendo de los jugadores se mezclaba con las voces de las mujeres. En medio de todo esto entraron unos amigos de tío Ramiro que traían con ellos a un militar que presentaron como un teniente destinado en una aldea al otro lado del monte.
Desde el primer momento el teniente se fijó en la mocita que estaba muy callada en un rincón de la mesa. Y ahí comenzó el asedio. Tarde tras tarde el teniente recorría los kilómetros que separaban un pueblo del otro a través de los montes para cortejar a la que sería mi madre. Paseos por la carretera siempre bajo la vigilancia de tía Claudina, entretejiendo una historia de amor que, quiero pensar, era la más hermosa del mundo para ellos, en medio de aquellos años donde todo era gris.
Vino la boda, aparecimos los hijos y gracias a ese día nosotros seguimos aquí.
Hay recuerdos de infancia que no se borran. La casa de mis tíos era la última del pueblo. En la planta baja estaba el despacho de mi tío y por unas escaleras muy empinadas se subía a la vivienda. A la izquierda estaba la cocina y, en un vasar justo a la entrada, estaban dos " sellas " con las arandelas de metal brillantes como oro y conteniendo un agua fresca que todavía añoro..
Y el dormitorio de los tíos. Lo recuerdo todo rojo, como si fuese de color de capa de cardenal. En un rincón la enorme cama de matrimonio y desde ella tío Ramiro me llamaba para que me acercase. Lo hacía muy despacio y con miedo hasta llegar junto a él. Con una mano sujetaba mi brazo y con la otra sacaba la dentadura postiza que estaba dentro de en un vaso de agua sobre la mesilla y la hacia castañetear y yo salía huyendo despavorido de la habitación, seguido de sus carcajadas.
miércoles, diciembre 22, 2021
CUENTO NAVIDAD 2021
Por las llanuras de Palestina avanza lenta y majestuosa una caravana. Una larga y sinuosa fila de camellos se mueve oscilando como si fuesen buques que cabecean suavemente mecidas por las olas del mar. Entre ellos se mueven una serie de sirvientes vestidos con ropajes llenos de colorido que se afanan por mantener el orden en la comitiva. La mayoría de los camellos llevan sobre su grupa todo el equipamiento para hacer más cómoda la travesía, salvo tres de ellos que están ocupados por unos personajes que, a pesar de todo lo penoso que es el trayecto, no pueden ocultar su majestuosidad.
Ropas multicolores, relumbrón de oro y piedras envuelven a esos tres personajes. El primero es un anciano muy pálido que lleva una luenga barba blanca, tan blanca como las nieves que cubren la cima del monte Damavand de su Persia natal. Un poco más atrás le sigue un personaje de mediana edad, piel atezada y de aspecto grave con una barba cobriza que no puede ocultar su procedencia de la lejana India. Por último, el tercero es un personaje mucho más joven que se mueve como un felino y cuya tez oscura indica su procedencia de la cercana península arábiga.
Y sobre la comitiva se extiende majestuosamente una estrella que luce con fuerza día y noche permitiendo el avance de la caravana sin importar la hora del día. Es una especie de inmensa bola de fuego que arrastra tras si una larga cola tan luminosa como el resto de la estrella y que no abandona la comitiva desde que esta se formó cuando confluyeron los caminos de los tres reyes en algún lugar de la frontera palestina, en lo que pasado el tiempo seria el reino jordano.
Al final de cada etapa se reúnen los reyes en la tienda de Melchor entre nubes de humo que sueltan los grandes braseros de bronce con los que se intenta caldear el ambiente tan frío de las noches, bien arrebujados en mantos de pieles. Allí reciben al guía de la caravana que les informa sobre las etapas que faltan para llegar a su incierto destino. Pero hoy es un día especial pues la caravana ha llegado a los arrabales de la mítica ciudad de Jerusalén y ya sienten que están mucho más cerca de su destino.
Mas esta noche se ha producido un suceso extraordinario del que son informados los reyes entre lamentos del guía y es que, de modo inexplicable la luz que los guiaba día y noche se ha esfumado y todo el campamento está sumido en la mayor de las tinieblas. Y si no hay luz, no hay nada ni nadie que lleve a los reyes a donde esperan llegar. Se asoman a la puerta de la tienda y no se ve nada, la noche mas negra les envuelve mientras se oyen los ronquidos lastimeros de los camellos y solo a lo lejos se divisa el resplandor de la ciudad.
Ante el desconcierto de los reyes que no sabían que camino deberían seguir a partir de ese momento, al guía de la caravana se le ocurrió enviar mensajeros a la cercana ciudad encomendándoles que se informasen que había sucedido, mientras a otro grupo más reducido los encaminó al castillo del rey Herodes que, colgando de un picacho escarpado, asemejaba un buitre dispuesto a abatirse sobre la ciudad.
Después de horas de incertidumbre aparecieron los mensajeros que habían subido al castillo de Herodes. Ni este ni nadie de su corte tenían ni idea del origen de esa extraña luz que había acompañado a los reyes ni de su súbito apagón, pero uno de los cortesanos informó del gran descontento que se había generado entre los fabricantes de velas de Jerusalén cuyas ventas habían caído en picado a la llegada de la extraña estrella. Herodes se ofreció a ayudarlos en su misión a cambio de información del lugar a donde pensaban llegar y sobre el niño que estaban buscando.
Poco después llegaron un par de los mensajeros enviados a la ciudad maltrechos y medio desharrapados. Al preguntar donde estaban el resto de sus compañeros no hicieron más que balbucear excusas: que si había muchas tabernas, que si el vino de Judea era barato y muy fuerte, que si las mozas del lugar eran bellas y aguerridas...En cuanto al motivo de la desaparición de la estrella parecía ser que había turbios movimientos de las multinacionales energéticas ( Judeadrola, Fejudianosa, Endeshebrea) aliadas con los jeques del petróleo del Golfo y con los dueños de los gaseoductos rusos, todos los cuales pretendían someter a la población poniendo el precio de los combustibles por las nubes y nunca mejor dicho y que serían los responsables de sabotear a luz estelar.
Así que, o bien los fabricantes de velas o bien las multinacionales se habían encargado de apagar la estrella para tener a la gente bajo el control. Tras un rato de desconcierto el rey Melchor, el anciano de las barbas blancas como la nieve, mostró un par de pergaminos que tenía ocultos entre los pliegues de su manto: un catálogo de Levy-Merlín y otro de Brico-Judea donde se exponían los más sofisticados generadores movidos a brazo. Uno de los pajes informó que estaban muy cerca de un centro comercial y allá se dirigieron los tres reyes seguidos de unos pajes, con tan gran fortuna que, por ser el día del socio, consiguieron la compra con gran descuento.
Volvieron alborozados a donde esperaban los camellos y los sirvientes. Escogieron a los más fuertes de estos para que pusiesen en marcha los generadores que conectaron con hilos de cobre al corazón de la estrella y, de modo casi milagroso, la estrella empezó a parpadear hasta recuperar todo su poderío inundando las sombras con su luz. Sin más se pusieron en marcha sin decir nada del Niño a Herodes que estaba entretenido en su palacio viendo bailar a su hijastra y que no hacía nada más que babear viéndola cimbrearse como un junco del Jordán.
Y el resto ya se conoce. Siguiendo de nuevo a la estrella, llegaron los reyes a las afueras del pequeño pueblo de Belén y allí, en un aprisco medio derruido encontraron a María, José y el Niño rodeados de un coro de ángeles que cantaba con más entusiasmo que mérito " las muñecas de Famosa se dirigen al portal... ". Los reyes bajando de sus camellos, se acercaron a donde estaba la familia, se postraron de hinojos e hicieron sus ofrendas tal como marcaba la costumbre.
Que fue del oro, incienso y mirra que presentaron al Niño ya lo sabremos en otra ocasión.
lunes, febrero 08, 2021
Y VAN TRES...
I.
Cuando Lucía se despertó sobresaltada, al sentir como temblaba su cama, no es porque se hubiese producido un nuevo terremoto en el pueblo, simplemente su perra Puck se meaba y quería despertarla para salir a la calle cuanto antes. Se lavó la cara como los gatos, se puso el chándal encima del pijama y, tras colocar la correa a la perra, bajaron las escaleras a trompicones.
En la calle, bajo un cielo opresivo plomizo, pasaban fugaces sus vecinos parapetados tras sus mascarillas, cargados con bolsas del mercado cercano. Lucia creyó reconocer a una de sus vecinas oculta tras la mascarilla.
" ¿ Que sucede Mariana, que vas tan acelerada ? ".
" ¿ No te has enterado ?". Avisan por la tele que hay que protegerse, que el virus ha vuelto ".
Lucía no esperó a que Puck se aliviara. Dándole un brusco tirón a la correa, volvió a su casa, sin hacer caso a la resistencia de la perra que no entendía porqué no la dejaban aliviarse tranquilamente en la calle. " Tengo que mirar si hay suficiente papel higiénico en casa. Y si mancha la perra, ya se fregará ".
II.
La situación ha cambiado y mucho. Para mal. Ya nada es igual. Pedro no puede soportar la idea de estar con un amigo y no poder darle la mano, eso de tocarse con los codos le parece una auténtica memez. Mantener la distancia, temer un contacto indeseado, ir mirando por la calle a la gente para comprobar si llevan la mascarilla puesta correctamente... este tío la lleva en la barbilla, esos dos las llevan colgadas del codo. Se siente como un policía. El gel del supermercado será bueno?, me habré frotado las manos el tiempo suficiente?. ?. Mierda, esto no es vida.
Pedro piensa que después de todo este infierno no vayamos a salir mejores y más fuertes, para nada, lo único que se ha reforzado es el miedo, la desconfianza hacia los demás, pensar todo el día en el puto contagio y no vivir. Que la única rebelión de la gente es para salir de copas. Pero el sentido común y la solidaridad, ni están ni se esperan.
III.
Nadie sabe cómo ha sucedido pero la noticia corrió como reguero de pólvora por todo el planeta antes de que se extinguieran todos los medios de comunicación del mundo. Se dice que un ejército de minúsculos duendecillos salidos de las entrañas de la Tierra robó las agujas de todos los relojes del mundo, los badajos de las campanas de hasta de la más remota ermita y los dispositivos de las computadoras, de los relojes digitales o de los teléfonos móviles que permitían saber la hora, de tal modo que ahora es imposible conocer el momento del día en el que nos encontramos .
Hemos tenido que volver la vista al sol y la luna para orientarnos y no enloquecer. Las únicas personas a las que no les importa son los viejos muy viejos que creen regresar a su infancia y aquellos pueblos que llamamos salvajes y que siempre vieron en el sol y en la luna dioses a quienes adorar. Finalmente, la naturaleza se ha vengado. Y la venganza no ha hecho más que comenzar.
miércoles, diciembre 23, 2020
navidad en el año de la peste
Palestina estaba asolada por la más negra de las epidemias. Una fiebre extenuante que había llegado a través de los integrantes de una caravana de comerciantes procedente de Samarcanda se había extendido como la mala hierba entre toda la gente de los pueblos y del campo, diezmando la población palestina. No sabiendo como atajar la sangría el rey Herodes tomó la determinación de que nadie podía moverse de su casa y ordenó desplegar sus tropas por todos los caminos de su reino para controlar que se cumpliese su voluntad.
Esta orden chocó con el edicto de Augusto que obligaba a que todo el mundo debía acudir a su punto de origen para ser incluido en el censo y, de este modo, poder apretar las tuercas y que nadie se escapase de ser sangrado por la Hacienda romana. Ser un gran Imperio llevaba aparejado cuantiosos gastos y todo el mundo romano debía apoquinar para sostener el esplendor del divino Augusto.
Este enfrentamiento pilló a una humilde pareja a las puertas de la ciudad de Belén. El, un hombre que caminaba encogido y con miedo mirando a todas partes para escapar de los policías mientras tiraba del ramal de un borriquillo sobre cuyo lomo se sentaba a duras penas una jovencita que no sabía como ponerse pues su descomunal tripa la estorbaba. Menos mal que llegaron a los arrabales de Belén al atardecer, antes de que la noche fría pudiese engullirlos y comprobaron con alegría que en un margen del camino había una posada de aspecto destartalado aunque, a pesar de no ser noche todavía, estaba cerrada a cal y canto.
José se acercó a la puerta y golpeó con su bastón, al principio con timidez pero, al ver que nadie acudía su llamada, fue intensificando la fuerza de los golpes porque pensaba que no le oían. De pronto se abrió un ventanuco a la altura del tejado por donde salió la cara y un brazo del posadero que, con manifiesto enfado, preguntó porque querían romper la puerta. José , con gran humildad, pidió posada para él y su mujer pero el posadero con Vox enojada dijo que siguieran camino, que allí no querían inmigrantes sin papeles y que seguramente contagiados de la peste y, además, la mujer parecía una de esas " menas " que invadían el país. Y desapareció, cerrando el ventanuco de un golpazo.
José agarró de nuevo el ramal y se adentró por la callejas de Belén. Las escasas puertas que estaban abiertas se cerraban con estrépito al acercarse ellos y no vieron a un alma fuera de las viviendas. Llegaron al final del pueblo cuando ya el viento frío les cortaba el aliento, cada vez más tristes y desanimados. Ya, en las afueras de Belén vieron una casucha que creyeron abandonada y, dando una patada a la puerta, se metieron los dos, bueno los tres porque el borriquillo los siguió dispuesto a no pasar frío. José A la escasa luz del atardecer vieron que el interior estaba arrasado, fruto de un prolongado abandono pero un débil mugido los asustó. En un rincón, sobre un montón de paja, sesteaba una vaca que parecía no tener fuerzas ni para plantarse de pie.
Se dejaron caer los dos sobre la paja, el burro se acercó a olisquear a la vaca y María sacó un trozo de queso y unos dátiles del zurrón que comieron ella y José. De cansados que estaban, se durmieron enseguida agradecidos al calor que irradiaba el aliento de la vaca y del borriquillo. A lo largo de la noche José creyó sentir entre sueños una musiquilla celestial y una luz muy bella, pero como estaba tan agotado, se arrebujó bien en su manto y se dio la vuelta para seguir durmiendo.
La luz se colaba por las innumerables rendijas de la casucha cuando un griterío lo despertó. Se sentó sobre la paja mientras se frotaba los ojos y vio que, a su lado, María con gesto plácido, acunaba a un bebé, su bebé al que parió sola y sin ayuda durante la noche. Sin reponerse de la sorpresa, José se acercó a la puerta para ver que pasaba en el exterior. Había dos grupos enfrentados en medio de los cuales una persona que portaba el chuzo de alguacil en una mano y un pergamino en la otra intentaba poner paz. Al ver a José le alargó el pergamino pero, para no tocarlo, lo dejó caer a sus pies. De viva voz le dijo que el dueño de la casucha lo había acusado de ser un " okupa " y que tenían que abandonarla.
A sus palabras arreciaron los gritos de los dos grupos. Uno de ellos gritaba que eran una pobre gente que merecía refugio, máxime que tenían con ellos a un recién nacido mientras el otro los acusaba de inmigrantes sin papeles que venía a quitar el pan a los nativos. Las voces iban subiendo de tono ante el asombro de José y la impotencia del alguacil cuando irrumpió de pronto un grupo de soldados romanos que impusieron la pax romana. A los defensores de los inmigrantes los cubrieron de zurriagazos mientras daban golpecitos cómplices al resto y en unos minutos despejaron las inmediaciones de la casucha.
Al poco rato unos tímidos golpes en la puerta obligaron a José a acercarse de nuevo. Ante él había tres pastores con el rostro cubierto por máscaras de piel de oveja que le ofrecieron unos quesos y una jarra con leche de oveja, preguntando si podían acercarse a adorar al Niño, pero sin tocarlo y a dos metros de distancia para no contagiarlo, tal como mandaba el edicto de Herodes. Se cumplió el ritual mientras un ángel sentado sobre una de las vigas del techado agitaba sus alas de las que se desprendió una pluma blanquísima que bajo revoloteando a los pies de uno de los pastores.
Este se agachó y después de acariciar suavemente su mejilla con ella se la tendió a José que la recibió gratamente sorprendido. El pastor dijo a sus compañeros que debían volver a la majada, no fuese que se extraviaran las ovejas y, ya en la puerta, se volvió con lentitud lanzando una larga mirada a José mientras le guiñaba un ojo, dejando a José sumido en la sorpresa.
Según el protocolo de cada año ahora tocaba la aparición de la estrella precediendo a los Reyes Magos, pero esta llevaba dos días luciendo día y noche sobre la cabaña sin rastro de las Majestades, con el consiguiente trastocamiento de toda la tradición. José no hacía más que asomarse a la puerta pero por allí no aparecía nadie hasta que vio pasar al alguacil. Le preguntó a voces que sucedía y este le contestó que los Reyes estaban detenidos en un control a unos kilómetros de Belén, que se habían visto forzados a un confinamiento porque estaban contagiados dos pajes de Baltasar. Así que ni vendrían ni se los esperaba de momento.
Los astrólogos al servicio de Herodes vertieron en los oídos del rey que la epidemia no cesaría de momento y a este funesto presagio unieron la amenaza de que en esos días nacería un niño en Belén que, pasados los años, lo iba a destronar acabando con su chiringuito. Así que a grandes males, grandes remedios pensó él y aprovechando que tenía a las tropas movilizadas dio orden de que pasasen por la piedra a todo recién nacido en la zona, a lo que se aplicaron con toda la profesionalidad de la que siempre hacen muestra, sobre todo ante un enemigo tan indefenso.
Gracias a que el pastor de la pluma de ángel había pasado unas horas muy agradables con el capitán de la guardia palatina, pudo enterarse de los planes de Herodes, por lo que le faltó tiempo para acercarse a la casucha y explicarle a José el peligro que se avecinaba sobre ellos. José montó a María y al niño sobre el burro, hizo un hatillo con cuatro trapos y le dijo al pastor que se quedase con la vaca y aprovechando la luz del amanecer enfilaron un angosto camino entre las montañas, mientras el pastor le decía adiós con una mano mientras con la otra quitaba una lagrima furtiva de su mejilla.
María preguntó a José hacia donde se dirigían y el contestó " siempre al sur ". Al sur se encontraba Egipto, una tierra hermosa, llena de sol y libre de la peste y hacia allí encaminaron sus pasos.
lunes, diciembre 07, 2020
la musica de mi vida
Las melodías que recuerdo de mis primeros años van ligadas a la radio, aquel viejo aparato Telefunken de madera y baquelita que estaba en el cuarto de estar al lado de la imagen del Corazón de Jesús, ante la cual no faltaba nunca la lamparita de aceite prendida durante todo el día. Desde la canción del Cola-cao hasta la sintonía de " Matilde, Perico y Períquín o los discos dedicados: Para la madre más maravillosa del mundo de sus hijos " Madrecita ", para Purita de quien ella sabe en el día de su onomástica " Dos cruces " o para Pedrito en el día más bello de su vida " Mi primera comunión " de Juanito Valderrama...
Cuando sonaba una romanza de zarzuela mi padre, con mucho más entusiasmo que voz, se desgañitaba procurando emular al cantante mientras por la puerta asomaba mi madre para enfriarle el entusiasmo diciendo con dudoso cariño : " calla que tienes menos oído que un cocho ".
A la hora de la siesta todos nos apiñábamos alrededor de la radio para seguir el serial de turno: " Ama Rosa " hizo correr ríos de lágrimas a un vecino nuestro, un viejo coronel que comía en nuestra casa mientras la mujer veraneaba en la playa con sus hijos. O " las dos hermanas " en las que el desdichado protagonista, un hijo del pecado, reconocía a quien ers su madre al oírla cantar una nana en un cabaret en Tánger.
Y el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Dvorak que daba paso a Oliveras y " Ustedes son formidables " programa que buscaba la caridad y la solidaridad de unos españoles más pobres que ratas en la postguerra.
Tendría doce años cuando un primero de año descubrí el Concierto de Año Nuevo de Viena, entonces dirigido por Willi Boskosky en el más austero blanco y negro de los televisores de aquella época y, desde entonces, creo no haberme perdido ninguno a lo largo de mi vida.
Por aquellas fechas, la mujer de un tío mío, que se las daba de sensible e ilustrada, me informó que en salón de actos de la Falange se iniciaba un ciclo de música para culturizar a los tarugos con ánimo de refinarse y en el que podían escuchar los discos de las nueve sinfonías de Beethoven. En un salón polvoriento con los retratos de Franco y José Antonio al fondo, el erudito de rigor explicaba la sinfonía correspondiente y después reproducían el disco, procurando no hacer caso a los ruidos ni chirridos que se entremezclaban con la música y mientras yo miraba a hurtadillas a los que me rodeaban, adoptaba el mismo un aire de entendido que ellos, lo que me parecía el summum de la sensibilidad.
Pero nada como la música en vivo, por eso todas las mañanas del domingo, después de soportar las odiosas partidas de cartas en casa de mi abuela doña María la Tiesa, me gustaba ir a la cercana Alameda donde la laureada Banda de Música de Lugo al frente del maestro Méndez, llamado cariñosamente Mendezkosky por los asistentes, ofrecía su concierto semanal en el quiosco situado frente al convento de los Franciscanos. En las traseras del quiosco se podía leer el programa escrito en una tablilla gris que iba desde el pasodoble " Ponteareas " al vals del Emperador y, sobre todo de selecciones de las zarzuelas más populares.
En las fiestas de El Cristo de O Barco era un clásico la presencia de la afamada y laureada Banda de Música del Regimiento de san Quintín de Valladolid. Los grandiosos conciertos en la Plaza y su presencia marcial tras el Cristo en la procesión del 14 de septiembre es un recuerdo imborrable y hoy es el día que, oír una banda de música desfilar tras una imagen, me hace llorar como un tonto. Como en aquella época no había un hotel en el pueblo, los músicos se distribuían por las casas de vecinos y las chicas de servir estaban locas de contento al poder estar cerca del trombón de la banda o del flautín. Más de una boda precipitada salió de estas fiestas.
te lo juro, compañero,
no debía de quererte,
no debía de quererte
sin embargo te quiero.