En nuestro último viaje a Italia tuvimos la mala fortuna de topar con Record Go para alquilar el coche que íbamos a usar a lo largo de dos semanas de vacaciones. Voy a explicar como sucedió todo, al menos desde mi punto de vista.
La acogida en esta compañía en el aeropuerto de Roma fue muy buena, todo eran facilidades, máxime que aparte de pagar el alquiler optamos por añadir todos los extras y abonamos un seguro que, según palabras del empleado nos permitiría " tirar el coche por un barranco, que no íbamos a tener ningún problema ". Así que recogimos nuestro Nissan Qashqai, cargamos el equipaje y nos dirigimos a nuestro primer destino en la cercana ciudad de Tívoli desde donde iniciaríamos el itinerario pensado.
La primera etapa era la cercana Viterbo, unos 80 km. al norte de Roma. Después de visitar Ronciglione seguimos hasta la cercana Caprarola.. El pueblo es una larguísima calle recta y ascendente a cuyo final se encuentra el palacio Farnese, lugar que deseábamos conocer desde hace mucho tiempo. Nos quedamos con las ganas. De pronto el coche empezó a echar humo y con un tremendo olor a quemado. Como caía un tremendo aguacero decidimos ir a comer y a ponernos en contacto con Record Go, dejando el viaje para luego.
Gracias a la amabilidad del dueño del restaurante que hizo de traductor y de intermediario con la compañía, explicamos el problema y después de media hora de hablar sin llegar a ningún acuerdo nos dijeron que ya se pondrían en contacto con nosotros. Pero pasaba el tiempo y no había tal llamada así que, como el aguacero era cada vez más fuerte y empezaba a caer la noche, decidimos arriesgarnos y seguir viaje hasta Viterbo, apenas a 15 km., para llegar a nuestro siguiente alojamiento.
De seis de la tarde a diez de la noche, hora en la que se cerraba la agencia, hicimos múltiples llamadas en las que nos dijeron de todo: que irían a por el coche, que nos darían otro...la biblia en verso. Al final no apareció nadie y en la postrera llamada de esa noche nos dijeron que ,si al día siguiente íbamos a Roma, nos darían un vehículo de sustitución.
A las seis de la mañana Félix y yo cogimos un tren a Roma y, de allí, otro a Fiumicino. Y llegamos a la agencia.
Nada más entrar, y sin haber dado apenas explicaciones de quienes éramos ni a lo que íbamos, un empleado empezó a llamarnos a gritos " Negligentes, negligentes " que habíamos destrozado un coche nuevo...coche que nadie había recogido ni revisado todavía. La culpa era nuestra por haber destrozado un coche nuevo de fábrica ( con 30.000 km. encima y en manos de diversos conductores como es lógico ) y no se atuvieron a razones. Que no sabíamos conducir, que éramos unos temerarios y que desconocíamos como llevar ese coche ( casualmente el mismo que tenemos en casa desde hace 18 años ). Voces, malas caras y desplantes a lo largo de una hora de intentar llegar a un acuerdo con un tipejo que nos hablaba en inglés e italiano pues decía desconocer el español.
Menos mal que Félix, que se las sabe todas, había contratado otro seguro a todo riesgo con una compañía de Barcelona, Rentalcars. Llamamos y estos nos dijeron que no había ningún problema e iniciaron la negociación con los romanos. A todo esto se había unido al circo un empleado más que adoptó el papel de " poli bueno " para compensar al maleducado de su compañero. Cada vez que decíamos que en cualquier sitio, cuando fallaba un coche, te iban a recoger con otro nuevo, la respuesta era que " en Italia no es así " Pero al cabo de dos horas conseguimos que nos diesen otro vehículo para poder seguir nuestro viaje proyectado.
Como es de prever, no había ningún coche disponible de la misma gama que habíamos pagado y nos ofertaron otro de categoría inferior...Un DR o quedarnos sin nada. Firmamos, recogimos el coche e iniciamos el viaje planeado. Este coche no tenía fuerza, se quedaba colgado en las cuestas, pero nos permitió terminar el viaje.
Llegamos a Fiumicino con idea de entregar el coche y volver a casa y entonces empezó el segundo acto de esta tragicomedia. Estaban los mismos " polis " de la otra vez, el bueno y el malo. Y el malo, milagrosamente, ahora si sabía hablar en español. Nos dijeron que habíamos destrozado el primer coche, que no lo habían reparado aún y que no había ni informe ni factura del taller mecánico pero o que pagábamos 1.500 euros o no podíamos salir de Italia. Imposible razonar con ellos, el coche era nuevo, recién salido de fábrica ( a pesar de los 30.000 km que llevaba rodados ) y si no pagábamos no nos dejaban marchar.
Nos volvimos a poner en contacto con Barcelona y nos aconsejaron pagar y ellos intentarían arreglarlo.
Más entradas a la agencia, más salidas, voces del malo y engatusamientos del bueno, pero allí no aparecía factura ni nada parecido. Al final pagamos, pero siguió el forcejeo porque tampoco querían dar un recibo del pago, lo que conseguimos después de mucho discutir y de soportar el manoseo del poli bueno. Al fin logramos salir de ese infierno y volar de vuelta a casa.
Al final todo quedó en un mal recuerdo pues a los pocos días nos abonaron el dinero los de Rentalcars y los otros chorizos salieron con la suya. Después de buscar en foros de Internet llegamos a la conclusión de que esta no era una práctica aislada. Cada vez que se estropeaba un vehículo usado le endilgaban la reparación al tonto de turno y así todo eran ganancias para ellos. Y lamentamos no haber tirado el coche por un barranco, tal como dijeron el primer día, para evitarnos este rosario de despropósitos.
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