Día 11
Este día podemos considerarlo el más " turístico " de todo el itinerario vacacional, con todo lo que representa ese calificativo: turisteo puro y duro, con ciudades que para mi tuvieron poco encanto a pesar de que estaban a rebosar de personal.
La primera parada fue en Aix-en-Provence, ciudad de nombre mítico por sus famoso festival y que, a nivel personal, me produjo una total decepción. Es una ciudad cosmopolita, universitaria, con hermosas avenidas bordeadas de grandes y bellos edificios pero a la que no le encontré el " pellizco ". Imagino que decir que no tiene encanto es una burrada.....pero no me han quedado ganas de volver. Tal vez lo más hermoso que vimos fue una exposición de pintores impresionistas en el Museo Granet, en el cual hay también una muy interesante colección permanente, en la que destaca el fabuloso cuadro de Ingres " Zeus y Tetis " que produce una gran impresión. Paseamos por el centro de la ciudad, entre el bullicio de la gente y seguimos viaje.
De allí nos fuimos a Les Baux de Provence, uno de los puntos recomendados en todas las guías, como de los más bellos de la Provenza. La ciudad, situada sobre una colina escarpada, parece colgada sobre un paisaje abrupto y granítico lleno de gran belleza. Pero creo que es un " parque temático " de ciudad pseudomedieval, con turistas por todas partes, restaurada como si fuese un Exincastillo. Gente y más gente pululando entre todas las tiendas con artículos chino-provenzales más falsos que Judas. Tal vez lo mejor, una buena comida en un sitio lleno de encanto, en una terraza que parecía colgada sobre el vacío.
Bajamos al valle para acercarnos a St. Remy de Provence, otro punto mítico del día por ser el lugar donde estuvo internado Van Gogh. A la entrada de la ciudad se encuentra Glaunum, un enclave romano de un enorme interés. Llegamos por los pelos pues, a partir de octubre, se cierra a las cinco de la tarde. Situado en medio de la campiña, entre carrascas y olivos, están dispuestos los restos de diversos edificios de la época romana, muy bien indicados y de un gran interés. Un pequeño museo a la entrada con algunas piezas hermosas, merecen una parada. A la salida de Glaunum , contiguo al aparcamiento, está el hermosísimo complejo formado por un mausoleo grecorromano de gran belleza decorativa y el no menos hermoso arco de triunfo.
De allí nos fuimos S. Pierre du Mausole, antiguo monasterio y posterior sanatorio psiquiátrico donde estuvo recluido Van Gogh pero se cerraba a las cinco y llegamos tarde.....una vez más, os recuerdo tiernos infantes, la importancia de informarse antes y no cagarla....
La ciudad estaba en fiestas y dimos un pequeño recorrido con algunos rincones muy interesantes, como la casa natal de Nostradamus. La salida de la ciudad fue un tanto complicada porque, debido a las fiestas, había encierros de toros y desfiles de caballos y estaba todo colapsado.
terminamos el día visitando Tarascón, la patria de Tartarín, ciudad vecina a nuestro Beaucaire, separadas tan solo por un puente y la anchura del Ródano. Ambas ciudades son muy similares en su estructura, con calles tortuosas llenas de bellos edificios renacentistas, con todo el sabor de lo antiguo. A la salida de la ciudad, muy cerca del puente se levantan la colegiata y el inmenso castillo medieval, muy bien conservado y que, con el sol del atardecer, parecía de oro viejo. Y de aquí, a casa, que ya está bien de corretear por hoy.
Día 12
Partimos de mañana temprano en dirección a Pont ST. Esprit, ciudad que debe su nombre a un gran puente medieval que atraviesa el Ródano a la altura de la confluencia del Ardeche. Levantado en una zona de aguas tumultuosas, la leyenda dice que el puente remató su kilómetro escaso de longitud gracias a la ayuda divina. Sea cual sea su origen, su estructura es esbelta. La estructura del pueblo es muy similar a todos los de la zona, con calles estrechas y empinadas con hermosos edificios en un regular estado de conservación.
Muy cercana al puente está la iglesia de San Saturnino. Su silueta es graciosa, pero lo más gracioso es su interior. Al entrar nos encontramos con un batallón de pías damas haciendo la limpieza del templo, plumero en mano una, la otra con el aspirador, la otra sacando brillo a los dorados.... Su imaginería parecida salida de los estudios de Disney con imágenes de escayola pintadas en el más puro estilo pastel.
De allí nos fuimos a Aigueze, un pequeño pueblo con todos los edificios de piedra, similares al lo que habíamos visto el día anterior en Baux, con la diferencia de que aquí no había apenas gente callejeando y tenía el sabor de lo auténtico. Restos de un castillo colgado sobre el omnipresente Ródano, permiten contemplar un panorama espléndido.
A partir de este punto comenzamos a meternos por carreteras de montaña, con curvas y más curvas, rodeadas de arboledas. Llegamos a Goudargues, un pequeño pueblo atravesado por un umbrío canal bordeado por dos hileras de enormes plátanos, entre los cuales hay varios cafés, la mar de apetecibles para hacer una pequeña parada.
Llegamos a la Roque sur Ceze. Tras atravesar un pequeño puente de piedra, hay que aparcar en las afueras del pueblo, pues no se puede circular por él.
El pueblo trepa por las laderas de la montaña hasta la cima ocupada por un pequeño castillo privado. A mediodía, con más hambre que vergüenza, comenzamos el ascenso bajo un sol de justicia. La primera parada es en la iglesia del pueblo. De allí serpentean calles adoquinadas, flanqueadas por hermosas casas con fachadas de granito. Subimos y subimos, pero no aparecía un sitio donde reponer fuerzas. Muy cerca ya de la cima, desembocamos en una terraza donde había unas mesas dispuestas bajo un emparrado que nos pareció el paraíso. Nos sentamos con ánimo de comer pero, como ya se había acabado la temporada turística, apenas si nos sirvieron una galette a cada uno y una cerveza.....pero nos cobraron como si hubiésemos comido en un restaurante con estrella Michelin. Pero bueno, descansamos y repusimos fuerzas para terminar el ascenso. La bajada fue más sencilla. A la salida del pueblo, una vez se pasa el puente a la derecha, hay una carreterita que lleva a las cascadas de Saudatet. Es un paraje de una gran belleza, pero con un relativo peligro. El río Ceze a lo largo de siglos ha ido excavando en las rocas calizas una serie de hoyas donde el agua se remansa para luego caer en cascadas. Rincones tranquilos con pedregales donde la gente toma el sol alternas con aguas impetuosas. Al fondo, como si estuviese en un nido de águilas, destaca la imagen de la Roque.
De allí fuimos en busca de la cartuja de Valbonne. A lo largo del día nos entrecruzamos con los caminos de acceso a ella pues toda la jornada fue dar vueltas y mas vueltas por las carreteras de montaña. Situada en lo hondo de un valle muy frondoso, la cartuja.....estaba cerrada al público y, al ser de propiedad privada, no pudimos pasar de la verja de entrada. Al fondo, los obreros estaban trajinando la uva de la vendimia. Ya sabéis querido niños: es primordial informarse antes de partir de viaje.
Seguimos ruta hacia Bagonls sur Ceze. Una hermosa ciudad medieval en cuyo centro está el ayuntamiento, un hermoso edificio renacentista y allí, en la segunda planta, el Museo Albert Andre. Una sorpresa que, por lo inesperada y lo bello de su contenido, nos produjo una gran impresión. Pintura impresionista y postimpresionista, con alguna obras notables y una preciosa colección de dibujos. Una delicia recorrer las salas, pisando madera crujiente con olor a cera. Y gratis. Una compensación por la decepción en la cartuja.
Nos sentamos en la plaza Mallet a tomar un helado y reponer fuerzas pero pronto me fui a mi afición predilecta: callejear para darle al gatillo. Palacetes, rincones....más de lo mismo en estos días.
Ya llegando a casa nos paramos en St. Laurent des Arbres. En el centro de callejuelas se alzan dos enormes torreones, correspondientes a la iglesia fortaleza, que impresionan por su grandeza. Y para casa. Hoy cenamos en Beaucaire en el Nord Sud, un restaurante en el paseo marítimo, con personal extraño pero muy amable. Volvimos felices a la casa, derechitos a la cama.
Día 12
Salimos temprano de casa porque el día, para ser el último, prometía ser apurado. Nos fuimos en dirección a Arles. En la oficina de turismo nos agenciamos un bono que da acceso a cinco de los monumentos de la ciudad, algo que comprobamos que merecía la pena.
La primera visita fue a la iglesia de San Trófimo, una maravilla del románico situada en el centro de la ciudad medieval. Lamentablemente su fachada estaba en periodo de rehabilitación y no pudimos disfrutarla como hubiese sido deseable. Pero su claustro compensa por todo. Es una maravilla del románico con sus dos plantas de arcos, coronado por la salida a la terraza que permite ver todo a vuelo de pájaro. En la iglesia románica hay un sarcófago romano con los restos de san Honorato.......Honorato¡¡¡¡, lo que no evito que me pudiese reír recordando a la Sardá en un programa de la tele de hace años.
A un costado de la plaza está el ayuntamiento que encierra una verdadera joya. En el subsuelo están los Criptopórticos, las galerías del antiguo Foro romano, de gran amplitud y que ahora están ocultas por el cemento.
Entramos al Teatro romano situado frente al Circo de Arles......pero ya habíamos cubierto el cupo de circos romanos de este viaje. Resto de columnas, el escenario y las gradas, componen un espacio muy agradable, pero mucho menos imponente que el de Orange.
Callejeamos por calles estrechas hasta las orillas del Ródano, un brazo enorme de agua, que divide la ciudad en dos. De pronto nos acordamos de que teníamos un encargo de un amigo que iban a operar ese día: había que poner unas velas ante la imagen de una Virgen. Y no había modo de encontrar ninguna iglesia abierta al culto. Llegamos a la plaza donde está san Trófimo y entramos en el momento en que iban a cerrar. Allí, ante una imagen de la Virgen de Lourdes encendimos tres velas e intenté hacer un pufo....pero me pilló Alfonso. Cada vela valía un euro y yo solo eché una moneda de dos y Alfonso, que me conoce, oyó solo el ruido de una moneda al caer en la alcancía.....y no me quedó más remedio que poner el resto.
Cogimos el coche para completar la visita pues lo que nos interesaba está en las afueras de la ciudad. Parada en un Mac Donald para reponer fuerzas y de allí al DDAA, el Museo de Artes de la Provenza Antigua: una verdadera joya. Un edifico reciente oculta una maravillosa colección de sarcófagos romanos, la mejor después de los Museos Vaticanos. Admirablemente dispuesta, la exposición es muy entretenida y nos pasamos mucho tiempo recorriendo las salas.
Terminamos la ruta visitando les Alyscamps, una necrópolis romana situada en las afueras de la ciudad: una larga avenida entre álamos y cipreses, con docenas de sarcófagos romanos a ambos lados, con aire decadente y abandonado conduce a la iglesia de San Honorato ( este santo está por todas partes ). Uno de los sitios preferidos por Van Gogh cuyo recuerdo, por otra parte, está presente en toda la ciudad.
Seguimos viaje hacia la Camarga, una asignatura pendiente para otro viaje. Llegamos a la ciudad de St. Gilles, en plena galbana de la siesta. Su colegiata tiene una fachada impresionante, una belleza en piedra y en su interior románico se encierra la cripta. Otra joya del viaje.
De allí al último punto del viaje. En las afueras de Beaucaire está la Abadía de St. Román. Situada en lo alto de un monte, hay que caminar un par de kilómetros monte arriba, una vez dejado el coche en el aparcamientos. Calor, pinos, chicharras sonando y cuesta arriba. Pero merece la pena. En lo alto de la colina, coronando el valle con una impresionante vista del Ródano a los pies está la abadía troglodita con todas sus dependencias excavadas en la roca por ermitaños y monjes benedictinos.
De vuelta a Beaucaire callejeamos un rato por la ciudad y nos fuimos a cenar al mismo lugar de ayer. Una verdadera cena de despedida con una enorme parrillada de pescado y marisco regado con vino de la Belle Pierre. Un buen homenaje para coronar un día maravilloso.
Día 13
Y despedida. Pagamos el apartamento. Una ganga, poco más de 200 euros por esta semana, con todo incluido. Paseo rápido por la ciudad para despedirnos y viaje de vuelta a casa. Autopista y autopista, sin más hasta llegar. Y allí, los cuatro perros esperando nuestro regreso.
Nota: las fotos de esta entrada las tome desde el coche, a la vuelta del viaje. El enlace para ver las fotografías de estas etapas en mi blog de fotografías
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