sábado, agosto 06, 2011

Mi sueño de anoche


Esta mañana, al despertarme, recordé los flecos de un sueño con el que me imagino que estaría disfrutando. Lo que más me duele siempre al despertarme es la certeza de que solo recuerdo los últimos flecos del sueño y pienso en la cantidad de cosas más o menos maravillosas que vivo sin recordarlas al día siguiente.

A lo largo de un pasillo de paredes muy altas y blancas coronado con un techo de ladrillo de forma ojival, desfila lentamente una interminable fila de monjas chinas muy jóvenes vestidas, todas ellas con aire lánguido, vestidas con un vaporoso hábito blanco y tocadas con un velo de gasa azul celeste muy claro, que se agita a impulsos de el viento que recorre todo el pasadizo. Caminaban de modo muy lento y solemne, llevando todas un cirio en la mano que da al centro del cortejo y desnagran una letanía que no pude comprender porque, imagino, sería en chino mandarín.
Y al final de esta larguísima fila, avanza presidiendo la procesión un capuchino vestido con un tosco hábito parduzco y que es tan alto que, con sus brazos extendidos en los que sostiene una enorme custodia de madera, casi llega a rozar el rtocaba el techo y que vocifera con su boca abierta que se diría la entrada a una gruta.
Cuando parecía que el cortejo no terminaría de pasar el nunca, cesó bruscamente y ante mi empezó a caer una lluvia fina de insectos de color esmeralda, saliendo de la oscuridad del pasillo a la luz de una mañana en un lago con un embarcadero solitario a cuyo costado chapotean unas viejas barcas de madera.
Mierda, ha sonado el despertador....

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