domingo, agosto 07, 2011

MI PADRE. II




A raiz de escribir " Mi padre. I " he rescatado este escrito del baul de los recuerdos, es de los primeros que subí al blog en noviembre del 2005, pero ahora creo que tiene más sentido unir los dos.

Es la mañana del dia de Difuntos, el día está muy claro, con esa luz escarcha que tienen los días de invierno, iluminados por un sol pálido y triste, mientras sopla un aire muy frío. Estoy de pié delante de la tumba de mi familia donde se encuentran los restos de mi padre, vestido con un traje gris que fué suyo, la manga del abrigo ceñida por una gruesa franja de luto, con mis 16 años recientes, pujando por llorar y ofrecer un aire lastimero para que todo el mundo que pase se compadezca de mi y piense que estoy muy solo, muy triste, que soy el huérfano más solo del mundo.....Pasa la gente, apresurada para depositar los ramos de flores y nadie se detiene a mi lado para consolarme, no comprendo como mi aire tan triste no los hace pararse a mi lado y compadecerse de mi. Y una vez más, recuerdo todo. Hace un año escaso, interno en el colegio de los frailes, me llaman a la mesa del Padre Prefecto durante la cena. Es un fraile joven y largo, muy delgado, con la nuez siempre bailando sobre el alzacuellos. Me pone una mano en el hombro y me dice con voz muy triste que ha llamado mi madre y que mañana sin falta he de coger el primer tren para Monforte, porque mi padre está mal. Que no me preocupe, que no es nada, pero que tengo que ir. Vuelvo a la mesa, apenas puedo cenar y los compañeros me consuelan torpemente.
No olvido esa noche. Arriba, en el cuarto piso, donde dormimos los internos, iluminado con la luz de la vela porque a las diez se apagan las luces de los dormitorios, para que " no estudiemos mas de lo debido ", no consigo dormir. Sopla el viento en el patio de luces y cada poco suenan las campanas de las monjas del vecino convento de clausura. Abro el libro de Literatura y repito sin cesar el poema de Rosalia
" Cando penso que te fuches
negra sombra que me asombras...."
Lo intento memorizar, repitiéndolo una y otra vez hasta que logro aprenderlo de memoria. Ya en el tren lo sigo recitando para que no olvidarlo y, de este modo, no pensar en lo que más temo. Llego a la estación, cruzo hacia la parada de taxis, es la primera vez que voy a tomar uno yo solo. El taxista me reconoce y me estrecha la mano, me da el pésame, el primero de los muchos de esos días y, de pronto, se hace realidad lo que tanto temía....

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