sábado, marzo 04, 2017

17 días en Sicilia. III. De Ragusa a Siracusa

Día 10
Salimos temprano en dirección a Piazza Armerina, una hermosa ciudad situada en el corazón de la isla en la que destaca un castillo aragonés en muy buen estado y la catedral que impone por su volumen. Muy cerca se encuentra uno de los destinos más importantes de Sicilia, la Villa romana del Casale.








Situada en medio de un paisaje montañoso muy verde se encuentra este paraíso  fastuoso del mosaico romano, una villa romana que, gracias a estar muchos siglos bajo el barro, se conserva ahora en todo su esplendor. La visita está muy bien organizada y, a partir de las termas, se inicia el recorrido por todas las estancias y patios que forman el impresionante conjunto que contiene mosaicos en todas las piezas de la villa. A la entrada, una prohibición de fotografiar me retrajo pero enseguida, al ver a todo el mundo dándole al gatillo delante de los guardas, hice lo mismo. Merece un paseo muy lento pues los mosaicos están llenos de detalles y todas las salas están muy bien explicadas. Allí comprobamos que las chicas con bikini que vemos hoy en nuestras playas  no tienen nada de moderno...





De allí fuimos a Aidone donde, en lo alto del pueblo, un pequeño museo situado en el antiguo convento capuchino expone restos de la vecina Morgantina. Compramos pan, queso y embutidos y comimos de primera en la plaza del pueblo. De allí nos fuimos a visitar las ruinas romanas de la ciudad de Morgantina.



Situada en medio del monte, apenas si había visitantes contrastando con la afluencia turística de la mañana en villa del Casale. Es un amplio recorrido por una zona de vegetación frondosa, bajo un cielo plomizo que amenazaba tormenta, en el que los restos del foro, o del circo o de las viviendas permiten hacernos una buena idea de como debía haber sido la ciudad.
La siguiente parada fue en Caltagirone, la ciudad de donde sale la inmensa mayoría de la cerámica que se ve por todas las tiendas de Sicilia. Las iglesias de san Francisco de Paula, barroca o la cercana de san Francisco de Asís, son muy bellas, así como el convento de los capuchinos con un belén monumental.  Está así mismo la antigua cárcel de los Borbones y la escalinata que conduce a santa María del Monte, cuyos 140 escalones están decorados con cerámica de la zona. La catedral es totalmente prescindible. Y para los aficionados a la cerámica hay un buen museo del tema.




Al atardecer llegamos a Ragusa. Habíamos reservado el B&B " Peter Pan ", situado en el centro de la ciudad. El apartamento está en el segundo piso de una antigua casa en una calleja. Un portal tétrico, una escalera más lúgubre  todavía, un pasillo de corrala madrileña y el acceso a la vivienda situada al fondo de un balcón. La habitación enorme y destartalada, con muebles del mediados de los años sesenta y unas camas muy cómodas. Pero al abrir el balcón se tiene la fachada barroca de la catedral de Ragusa a dos palmos y parece que se pueda tocar con la mano. El dueño, don Ciccio,  con todo el aspecto de un viejo hidalgo, es un personaje de novela galdosiana un tanto entrometido pues hacía malabares para saber todo sobre nuestras vidas, pero que nos proporcionó una información muy útil sobre la ciudad.



Cenamos muy cerca del apartamento, en el " Konza ", un lugar pijo y de diseño con todas las características de estos sitios ( raciones vistosas y escasas, precio medio-caro y servicio lento y deficiente ), pero situados en medio de una hermosa calle peatonal.  De postre nos compramos un delicioso pastel en una pastelería próxima y a la cama.
Esa noche había un concierto de jazz en la plaza. Todo un lujo, estar asomados al balcón oyendo tocar a los músicos, teniendo la fachada de la catedral iluminada al alcance de la mano. Y la plaza bañada por una inmensa luna cobriza. Esto compensa todos los inconvenientes del alojamiento.

Día 11
Desayunamos en la pastelería de la plaza de san Giovanni, frente a casa. Allí hay una oficina de turismo donde proporcionan información muy detallada del recorrido. La ciudad de Ragusa tiene dos partes bien diferenciadas, la superior o la Ragusa nobiliaria y barroca y La inferior o Ibla, más antigua.



Iniciamos el recorrido en la contigua catedral de san Giovanni, a la que se accede por una monumental escalinata que termina en una gran terraza porticada, y que contiene obras interesantes en su interior. El itinerario que se recorre es descendente, tal vez el más bello de todos los que hicimos en Sicilia, con paradas pormenorizadas en palacios y templos. Los balcones barrocos, los saledizos...todo merece la atención. Al llegar a Santa Maria delle Scale digamos que se traza la frontera entres las dos Ragusa. El templo gótico es sencillo pero su interior merece ser visitado y desde su frente se ve a los pies toda la ciudad barroca antigua, una vista impresionante.
Se sigue por calles estrechas, subiendo escaleras y perdiéndose por plazas y rincones recoletos que invitan a hacer múltiples paradas hasta llegar a la plaza del Duomo, donde nos sentamos a reponer fuerzas en una cafetería teniendo ante a nosotros la catedral de san Giorgio. De traza barroca, se alza majestuosa coronando la plaza. Está precedida por una rejería y una escalinata de muy bellas proporciones y  su impresionante fachada le da una gran impresión de altura. Toda la ciudad es una borrachera barroca. Y, lo mejor para los turistas, siempre bajando.



Más calles, más iglesias, más palacios hasta llegar a Giardino Ibleo, los jardines de Ibla situados en la parte baja de la ciudad.
En la plaza que hay frente a los jardines está un " Tabacci ". Allí se compran los billetes para el bus que nos deshace el camino. El 11 ó el 33 conducen de nuevo al centro. Cómodo y barato, la vuelta se hace en pocos minutos...sólo de pensar en volver andando, es para echarse a temblar.
A mediodía nos acercamos a Módica, la patria del chocolate. Compramos la tarjeta de aparcamiento para medio día en un estanco, con idea de no tener problema...La estructura de la ciudad es similar a la de Ragusa, todo cuestas y callejas, pero aquí el itinerario, desgraciadamente, fue a la inversa. Lo iniciamos en el corso Umberto I a la altura de la iglesia de san Pedro a la que se accede por una monumental escalinata flanqueada por estatuas de los apóstoles. La subida hasta el Duomo de san Giorgio es costosa pero merece la pena. Tras la gran escalinata se accede a la catedral que presenta una bella fachada barroca flanqueada por columnas. Su cúpula es impresionante y el retablo del altar mayor o el meridiano que atraviesa el templo, merecen especial atención.






Iniciamos el descenso callejeando y haciendo múltiples paradas hasta volver al punto de partida.
Y allí nos encontramos la sorpresa: un papelito sujeto a uno de los parabrisas. Nos habían puesto una multa a pesar de que no nos habíamos pasado de hora y estábamos aparcados en el lugar correcto. En el estanco donde nos habían vendido el boleto no se lo explicaban. Buscamos la oficina de la policía municipal pero, dado lo tardío de la hora no nos querían atender. Al final alguien nos hizo caso y nos explicó que la multa, a pesar de que habíamos pagado y estábamos en plazo, era porque teníamos el coche aparcado en contra del sentido de otros vehículos de la fila...incomprensible. Pero 28 euros por pronto pago resolvieron el problema. Lo más chocante, al volver al coche, es que había muchos en las mismas circunstancias que el nuestro, pero ninguno tenía multa.
Es cuanto menos divertido comprobar que en Sicilia, donde aparcan los coches hasta en lo alto de las farolas y se conduce como Dios da a entender, nos hayan multado por aparcar. Durante el viaje de vuelta a Ragusa, llevamos un cabreo monumental.





Para la cena reservamos mesa en " la Taberna del lupo " en la plaza de los capuchinos ( nos lo recomendó don Ciccio y la noche antes estaba a tope, por lo que conviene reservar ) y fue todo un acierto. El dueño nos presentó una carta enorme pero cuando fuimos a hacer la comanda nos dijo lo que había para comer en realidad, que la carta tan amplia era solo para impresionar y orientar sobre los precios La cena fue una maravilla, el personal otro tanto y  la alegría reinante junto al buen vino y el mejor comer nos espantaron el cabreo.
En todo momento hemos observado que el personal de hostelería siciliano es muy amable y que tiene gran preparación, en contraste con el que disfrutamos por aquí. A nuestro lado cuatro ingleses que compartían una ración de pasta y otra de ensalada para los cuatro hacían mohines de asco al ver a una niña italiana que jugaba con un cachorro de setter. A la salida, en la plaza, verbena con música siciliana en honor de san Francisco. Una noche ideal.
Los sicilianos nos parecen una gente encantadora, en ningún momento nos hemos sentido incómodos, ni con sensación de inseguridad. Al contrario, en todo momento hemos recibido amabilidad por parte de todos.




Dia 12
Por la mañana temprano salimos en dirección a Noro, pueblo barroco por excelencia. Un consejo, al aparcar en cualquier ciudad, preguntar a un vecino por las tasas de aparcamiento pues varían mucho de un sitio a otro y en más de una ocasión, a pesar de los carteles, no fue preciso pagar nada. Como sucedió aquí. El recorrido de la zona monumental es cómodo, pues no es excesivamente amplio y aquí las cuestas son benignas para las piernas del baqueteado turista. El centro antiguo es una sucesión continua de palacios en los que destacan unas balconadas de gran belleza e inverosímil decoración e iglesias que presenta en su mayoría unas recargadas fachadas barrocas llenas de columnas y de curvas. Y sin olvidar el magnífico palacio municipal.




Nos fuimos a Fontane Bianche en busca del siguiente alojamiento, una población costera cercana a Siracusa pues aquí los apartamentos resultaban excesivamente caros. El B&B " Sunset " fue otro aciertos de estas vacaciones. Un chalet moderno en medio de una pinada, con una buena habitación con terraza al mar, piscina y jacuzzi al aire libre. El desayuno excelente y buen servicio. Y 140 euros por dos días. Creo que hemos acertado plenamente al escoger este tipo de alojamientos para las vacaciones.
Como había mucho día por delante nos fuimos a Catania, situada a una hora de distancia por la autovía. Esta ciudad el tráfico es caótico y se tarda casi tanto en acercarse al centro como en llegar  a ella. Catania es hermosa, pero el recuerdo que tengo de ella es el color gris. Todos los edificios todos necesitan una buena limpieza y parece como si hubiese llovido hollín sobre sus calles.




Nos fuimos derechos al mercado de pescado, a la Pescheria lo que es todo un espectáculo de color y olores intensos. Los puestos de pescado fresco recién traídos del mar, los regueros de sangre fresca mezclada con el agua sobre las losetas de piedra, las voces, los olores limpios...Comimos allí mismo y, por ser un sitio eminentemente turístico, el pescado estaba muy bueno pero los precios se elevaron bastante. Claro que comerse una sopa de pescado mientras a dos metros descuartizan un enorme pez espada y ver como sacan sus entrañas, no tiene precio.


Tomamos un delicioso helado en la plaza del Duomo frente a la famosa fuente del Elefante. La catedral se alza impresionante al fondo de la plaza con una fachada barroca de gran belleza. En su interior está la tumba de Bellini. A su lado está la basílica gótica de santa Agata con una borrachera de curvas en su fachada, borrachera que continúa en su interior rococó. Seguimos por vía Cruciferi llena de bellos edificios hasta san Francisco donde, como no, había boda. En su interior merece mucho la pena ver los " candelone ", unas estructuras de madera en la que se pueden ver talladas las diversas partes del martirio de santa Agata y que representan a los distintos gremios artesanales de la ciudad. Iglesias y más iglesias, la mayoría de ellas cerradas, están en la misma zona. Ante el teatro Bellini había una concentración de bandas de música, todo un espectáculo escucharlos bajo la lluvia y un calor bochornoso.  El castillo medieval levantado en una colina frente al mar estaba cerrado. Vuelta a casa.





Día 13
Salimos temprano en dirección a Siracusa. La primera sorpresa es que, por ser el primer lunes de mes, la entrada al complejo del teatro era gratuita, con lo que la afluencia de visitantes se puede imaginar. Pero es necesario tener el boleto de acceso en las oficinas situadas fuera del recinto. Recorrimos las diversas zonas del complejo :Teatro griego, las impresionantes latomías, canteras de donde se extrajo la piedra para las obras de la que solo pudimos visitar la Oreja de Dionisio, el altar de Hieron II y el anfiteatro romano.
De allí nos fuimos al Museo Arqueológico, que está muy bien organizado para recorrer comodante todas las salas para no perderse su contenido, en el cual hay piezas de una gran hermosura. Hay que prestar atención a los horarios de los diversos sitios a visitar porque hay riesgo de no poder entrar en alguno .




Muy cerca están las catacumbas de San Juan Evangelista pero, como no abrían hasta la tarde comimos en un self service de la zona. A las cinco entramos para visitar las catacumbas y la cripta de san Marciano, todo ello de una enorme belleza. No se pueden fotografiar, pero la guía que nos enseño esta monumento era muy competente.
Nos trasladamos a la otra zona de la ciudad, a Ortigia. Dejamos el coche en un aparcamiento en la zona norte de la isla muy cerca de las ruinas del templo de Apolo e iniciamos el recorrido por unas calles llenas de encanto, parando en cada instante a ver edificios o rincones muy interesantes. El Duomo con su impresionante fachada barroca preside una plaza enorme y en su interior, así como en la fachada norte, se pueden apreciar muy claramente las columnas griegas que se reutilizaron para construir el templo. En la misma plaza está la hermosa basílica de santa Lucía, patrona de la ciudad. Continuamos callejeando hasta llegar a la Judería que conserva callejas llenas de encanto.
Volvimos a casa y, tras el calor sofocante pasado en Siracusa, un baño en el jacuzzi del B&B bajo las estrellas  fue toda una delicia.









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