A partir del cuarto día, a pesar de mantener el campamento base en Impruneta comenzamos a movernos para visitar las poblaciones cercanas. Nuestro primer destino fue Pisa. Salimos temprano para visitar la ciudad o, más concretamente, la denominada Plaza de los Milagros, donde están la catedral con el baptisterio cercano, la famosa torre inclinada y el cementerio monumental. Aparcamos cerca de la zona sin dificultad y entramos al recinto que se encuentra rodeado por las murallas medievales. Más complicado fue conseguir las entradas pues ese día los funcionarios estaban un tanto espesos. En la oferta hay varias opciones y nosotros optamos por visitar la catedral, el cementerio y el museo ( absolutamente prescindible ), dejando a un lado la torre pues teníamos claro que no íbamos a subir a ella.
Las imágenes correspondientes a esta entrega puedes verlas en mi página de fotografías
A la izquierda del complejo se extiende el frente del Camposanto, así llamado porque se construyo alrededor de tierra traída de Tierra Santa. Su fachada de arcos ciegos es de un belleza tan simple como elegante y siempre me ha llamado la atención el tabernáculo gótico que corona la puerta de acceso al recinto. Su interior provoca una sensación de paz y melancolía, aislada del tumulto que provocamos los turistas en el la explanada. Es un lugar que siempre me ha emocionado. Recorrer el claustro rectangular, admirar la gracia de las arcadas o la cúpula situada al fondo, deteniéndose ante los sarcófagos y entrar en sus capillas, admirar los frescos medio borrados por el tiempo, me provoca un sentimiento que no sé explicar pero si puedo decir que es el único cementerio que he visitado que no me ha dado ganas de salir corriendo.
La catedral románica de Pisa presenta una fachada impresionante de mármol gris y rojo alternando con mosaicos con sus cuatro líneas de arcadas coronando el conjunto. Las puertas de bronce dan acceso al interior que es, cuando menos, maravilloso. El púlpito de Pisano, las columnatas graníticas fruto del saqueo de una mezquita, sus pinturas.....todo es una maravilla.
Noto que repito adjetivos como maravilloso, etc....pero es que mi vocabulario es simple para describir tantas sensaciones como no paran de absorber los ojos, Así que seguiré con ellos. Y disparando fotos como un poseso.
Tras la catedral está la puerta de san Rainiero y frente a ella, la archifamosa torre inclinada pero nos quedamos sin subir a ella, en parte por eso mismo, por su fama y también porque no pude olvidar la desagradable sensación producida en la primera visita, como si uno estuviese en la cubierta de un barco que no parase de mover. Entramos al museo, pero su contenido no tiene el menor interés.
Ahora, que ya no estamos allí, lamento no haber dedicado tiempo a recorrer la ciudad porque sé que tiene joyas que nos hemos perdido.
Pero Lucca nos estaba esperando. Apenas 18 km. separan ambas ciudades y la carretera discurre entre pequeños pueblos por la campiña toscana. La ciudad de Lucca tiene para mi el atractivo especial de que es la patria de Puccini. Su parte antigua está encerrada por enormes murallas medievales de ladrillo rojo y su adarve lo han convertido en paseos que están llenos de gente. Dada la hora, buscamos donde comer. La guía recomendaba el restaurante " L´antica drogheria ", un local montado en un antiguo establecimiento de droguería y creo que ha sido la mejor comida de todas las vacaciones. Una pasta sublime y una ternera para la que faltan adjetivos. Con el estómago lleno y el corazón contento comenzamos a recorrer la ciudad.
La primera parada fue en la torre Guinigi, adjunta al palacio toscano del mismo nombre, una torre de ladrillo en cuya parte superior están plantadas unas encinas. La subida es cómoda a través de 230 escalones amplios y una pequeña escalera al final. Desde allí se divisa una vista espectacular con la ciudad a nuestros pies, y las montañas al fondo. Todavía hay un buen número de las cerca de 200 torres con las que contaba la ciudad en el Renacimiento.
Lucca es una ciudad monumental y llena de vida. Al menos en verano. Recorrida por un canal que la atraviesa, las calles tienen un encanto especial, flanqueadas por casonas y palacetes. Pero lo más hermoso de la ciudad son sus iglesias. El centro de la ciudad se sitúa en la plaza de san Miguel, bordeada de edificios muy hermosos y en la que se encuentra la iglesia del mismo nombre, de hermosa fachada románica con arcadas que recuerdan a la catedral de Pisa, coronada con una inmensa imagen un tanto tosca de san Miguel. Muy cerca está la casa natal de Puccini. Su recuerdo es una constante en toda la ciudad. La catedral de san Martín de gran belleza en el exterior y una maravilla en su interior, así como las restantes iglesias que visitamos, que nos produjeron una impresión inmejorable.
Y como todavía sobraba el tiempo seguimos viaje hasta Pistoia, cuya estructura es muy similar a Lucca, aunque carente de sus impresionantes murallas. Produce una sensación de ciudad decadente, aunque sus calles eran un hervidero de gente. La catedral en el centro de la plaza y enfrente el baptisterio y el enorme palacio del Podestá. Dada la hora no pudimos hacer otra cosa que callejear hasta llegar ala basílica de la Humildad. Allí, apenas sin luz, unas figuras espectrales vestidas con hábitos blancos entonaban salmodias en latín, las monjas a la derecha, los monjes en los bancos de la izquierda, provocando una ilusión de haberse metido en el túnel del tiempo y salimos rápido, con una sensación de miedo pegada al cuerpo. Al salir a la calle, una enorme y dorada luna llena colgada sobre nosotros y el trasiego de la calle nos devolvió el ánimo.
Y vuelta a casa, que mañana toca más faena.
Día 27 de Septiembre
El día de hoy lo habíamos planeado dedicar a Siena pero, de camino, hicimos un par de paradas. Hay unos 80 kilómetros de distancia y la carretera transcurre por paisajes de montaña muy bellos, con todas las variantes del verde difuminados por una suave neblina. La primera parada fue en San Gimignano, para lo que hay que desviarse de la autovía y tomar una carretera secundaria durante unos veinte minutos.
San Gimignano destaca en un alto con todo su conjunto de esbeltas torres que como dedos gigantescos se alzan al cielo. Hay un aparcamiento disuasorio en las afueras de las murallas, un poco caro ( unos dos euros la hora ). La vista desde la entrada de la ciudad es impresionante, con una sucesión de suaves colinas y pequeños valles envueltos en neblina. Se accede a la ciudad por una puerta de la muralla de la que parte una larga calle empedrada con edificios medievales a ambos lados y cuyos bajos se han transformado en todos los locales que puede desear un turista compulsivo. Una primera plaza con el palacio del Podestá se abre a otra mayor. la plaza de la Cisterna con la catedral al fondo, ambas en pendiente. Seguimos por la calle principal y mi consejo es descender por ella hasta casi el final en busca de la pastelería " Boboli ", pues no recuerdo haber comido hojaldres más sabrosos en mucho tiempo. Y un pan delicioso. Seguimos callejeando y volvimos al coche para hacer la segunda parada del día. Volvimos a salir a la autovía hasta llegar a Monteriggione. Es otro pequeño pueblo subido a una suave colina y cuyo recinto está rodeado de una muralla circular interrumpida cada cierto trecho por un torreón. Casas de piedra, aquí con sabor más auténtico y menos maleado por el turismo, pues apenas si han sufrido ninguna transformación desde el momento en que se erigieron. En su plaza está la una sencilla iglesia románica, con un interior típico de una iglesia de pueblo. Un capuccino en una terraza de la plaza Roma nos dio un respiro antes de afrontar el plato fuerte del día.
La entrada en Siena a través de calles sin personalidad no presagia lo que te espera. El aparcamiento es un tanto problemático y caro. Lo primero es enterarse de las instrucciones, lo que no es tan fácil como lo demuestra las colas de turistas ente las máquinas para obtener el ticket de aparcamiento. Gracias a Felix que se enteró como iba el asunto y después se lo explicó a los que hacían cola.
Pasamos al lado de las murallas de la fortaleza medicea e hicimos la primera parada en san Francisco, una enorme iglesia de ladrillo y desde allí vimos la silueta de la catedral con la ciudad vieja al fondo. Callejeamos hasta llegar a la impresionante plaza del Campo que recuerda a una enorme concha de vieira con el palacio comunal al fondo. Visitamos su museo y después tocó subir a lo alto de la torre del Mangia desde donde se divisa una preciosa visión de la plaza rodeada de casonas muy hermosas y con la fuente rectangular en su centro.
Nos sentamos a comer en uno de los restaurantes de la plaza situado en la margen izquierda. Tremendo error pues la comida fue muy mala y muy cara. Todavía recordaba la primera visita a Siena hace mucho años cuando en esta misma plaza tomé la pizza calzone más maravillosa que he comido en mi vida.O a lo mejor no era tan buena y solo la magnifica el recuerdo.
Callejeamos entre un gentío inmenso de turistas hasta llegar a la plaza de la catedral, una joya del gótico italiano.
Su fachada de mármol con franjas horizontales blancas y verdosas es una imagen única, con su torre adjunta que no se porque siempre me hace pensar en un tablero de ajedrez. El recorrido lo comenzamos por el baptisterio con sus frescos maravillosos y la estructura de Donatello. El interior de la catedral sorprende por las columnas de mármol a franjas horizontales de colores, o por los inmensos mosaicos, o por las imágenes de san pedro y san Pablo de Miguel Angel o por todo ello. Continuamos con la cripta de la catedral y la librería para terminar con el museo y subimos a la torre desde donde se divisa la plaza del Campo en todo su esplendor, dorada por el sol del atardecer. Seguimos callejeando hasta volver al coche y regresamos a casa.
día 28 de septiembre
Salimos temprano de Florencia pues, aunque la autopista es buena, la distancia a a Asís es de unos 170 kms. Hicimos una visita a la basílica de santa María de los Ángeles, en la llanura a las afueras de la colina sobre la que se situa la ciudad. Una enorme explanada conduce a la basílica, una mole de lineas muy sencillas que encierra en su interior la Porcíuncula, una pequeña iglesia románica donde se dice que san Francisco encontró la vocación y el lugar donde murió. Un batallón de voluntarios patrulla el interior del templo como cancerberos, ojo avizor, para evitar que hagamos fotografías. Al vernos cámara en ristre, uno nos adoptó y no dejó de seguirnos hasta abandonar el templo.
A la entrada de Asís hay un gran aparcamiento subterráneo muy barato. Cerca de él está la encuentra el complejo monumental. Se accede a través de la puerta de la muralla de la ciudad y llega a la Basílica de san Francisco. La entrada es gratuita pero está prohibido hacer fotografías en el interior. La basílica es una mole de piedra clara de estilo románico lombardo y tiene dos niveles. La basílica inferior en forma de Tau, con los techos muy bajos y totalmente decorada, encierra la cripta con los restos de san Francisco y de sus primeros discípulos. A la entrada de la cripta venden los cirios para la ofrenda. Compramos varios pero, al entrar en la cripta, vimos unos letreros diciendo que no los encendiésemos y que había que depositarlos en unos cestos dispuestos para el caso. No sé cuantas veces habremos pagado los mismos cirios...
La basílica superior, por contraste, es es muy luminosa y con las paredes llenas de frescos maravillosos de Cimadebue y de Giotto. Algo sublime. Y aquí pudimos robar alguna foto pues también está prohibido hacerlas.
En el claustro, muy sencillo, está el museo franciscano con una colección interesante.
La basílica está en la parte de baja de la colina y, desde allí, todo es cuesta arriba y con pendiente muy pronunciada. Toda la ciudad está edificada en granito grisáceo y es un conjunto monumental en todo momento. Las calles y los monumentos estaban atestadas de gente pero aquí no se trata de turistas sino de peregrinos en su mayor parte. Autobuses y más autobuses están llegando en todo momento y la gente se desparrama por las innumerables tiendas de objetos religiosos.
En el centro de la ciudad está la plaza del ayuntamiento y una iglesia, santa Maria sopra Minerva. Un frente de columnas originarias del templo romano de Minerva oculta una sencilla iglesia barroca. Enfrente está una farmacia y allí sí que nos vieron cara de turista y no de peregrino porque por un envase con 16 comprimidos de paracetamol nos soplaron 8 euros. Y no tenían indulgencias.
Seguimos subiendo hasta llegar a san Rufino, en la parte alta de la ciudad. Tras una maravillosa fachada románica de una pureza de líneas de una gran belleza, se oculta un interior que merece una pedrada. Salimos huyendo.
En lugar de subir hasta el inmenso castillo de Rocca Maggiore, comenzamos el descenso callejeando hasta llegar al convento de santa Clara. Su horario es muy restringido y no pudimos visitarlo. En su exterior había una bandada de exóticas monjitas que, fiambrera en mano, estaban reponiendo fuerzas. Hicimos un alto en una pastelería atraidos al ver en el escaparate los mismos hojaldres que comimos ayer en San Gimignano....pero el parecido era solo en la forma, pues los de Asís eran malos con avaricia.
Bajamos hasta la basílica de santa María la Mayor, la más antigua de las iglesias de la ciudad que tiene una preciosa cripta románica. Y terminamos la visita en san Pedro, muy cerca ya del aparcamiento.
Iniciamos el viaje de vuelta con idea de parar a comer en un restaurante que recomendaba la guía en Castiglione, en las proximidades de lago Trasimeno. Pero se echaba el tiempo encima y no lo encontrábamos así que, aunque ya era tarde, nos paramos en un restaurante de carretera, " C´era una volta " y nos dieron una comida sublime, con unas carnes y unas verduras frescas a la plancha que estaban deliciosas y a un precio muy barato. De donde se deduce que a los turistas solo nos sablean en los sitios de turisteo.
El lago Trasimeno es muy grande y esta tarde estaba muy agitado, las aguas de un color gris oscuro agitadas por un viento bastante frío. Seguimos hasta Montalcino, un pueblo que se extiende sobre una colina, totalmente amurallado y con una enorme fortaleza en el centro. Todo el pueblo está atravesado por una calle muy larga y en cuesta pronunciada, a cuyos lados hay casonas y palacetes decadentes. Caía la tarde y seguimos para visitar Lucignano, otra población muy hermosa, también totalmente rodeada de murallas y con una estructura concéntrica. Las calles son circulares y se distribuyen a modo de anillos que fuesen rodeando el centro. Daba sensación de abandono, con muchas iglesias cerradas, las construcciones en piedra y en ladrillo rojo. Un pueblo antiguo, que no viejo, sin turistas callejeando por sus calles solitarias. Tal vez de los sitios que más me han impresionado en este viaje. Y vuelta a casa para cenar. Mañana toca cambiar de centro operativo.
Nota. Esta es la publicación número 500 desde que comencé mi blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario