Las vacaciones del pasado año las planteados con dos puntos centrales a partir de los cuales moverse en modo radial y que situamos en Florencia y en Ferrara. Aquí describiré como transcurrieron las dos semanas.
Dia 22 de Septiembre. Volamos de Alicante a Bolonia con Ryanair. Nos tocaron asientos en la última fila del avión.. Volamos bien apretujados en el más puro estilo cutre, aunque para todos aquellos que hayan disfrutado de las excelencias de esta compañía, sobran las aclaraciones. Pero desde nuestra privilegiada posición disfrutamos de la peste que soltaba la bazofia que preparaban las azafatas para servir a precio de oro al turista hambriento. En poco más de dos horas estuvimos en Bolonia. El aeropuerto es moderno y cómodo. Recogimos el coche que habíamos contratado, un Opel Moka cómodo y amplio. La autopista que va de Bolonia a Florencia es muy antigua, los carriles son estrechos y el tráfico es infernal a toda hora.
Alquilamos un apartamento en las afueras de Florencia, en Impruneta. Dejando la autopista, accedimos a la casa por una larga avenida flanqueada de cipreses. El apartamento,situado en pleno campo, resultó un acierto y las anfitrionas, un encanto . Tanto la propietaria Antonella como su amiga fueron amables en todo momento y tuvieron un montón de buenos detalles, desde la botella de vino hasta la nevera preparada para una primera comida.
Salimos de casa para una primera toma de contacto con Florencia. Dejamos el coche aparcado en la plaza Michelangelo y desde allí disfrutamos de la primera imagen de la ciudad al atardecer. Bajamos hacia la ciudad y llegamos a las orillas del Arno. Un primer paseo por la plaza de la Señoría y el centro para cenar en uno de los restaurantes de la zona. Buen vino, buena pizza y cena agradable. Tomamos un helado en la plaza de la Señoría y volvimos paseando a recoger el coche. Mañana empezará lo bueno.
Dia 23 de Septiembre
Nos despertamos con lluvia. Tras desayunar en el apartamento fuimos a Florencia. A esa hora el tráfico era tremendo y tardamos un buen rato en llegar a la plaza Michelángelo. En uno de los quioscos compramos billetes para el bus y bajamos a la ciudad. En las proximidades del palacio Strozzi compramos la tarjeta Firenze Car que por 70 euros permite acceder a todos los monumentos y a los transportes públicos por 72 horas. La primera visita fue al convento de San Marcos para disfrutar de los frescos de Fra Angélico. Su Anunciación aparece al coronar la escalera como si fuese algo mágico.
De allí nos fuimos a la Academia con la idea de ver el David, pero otros miles de turistas se les ocurrió la misma idea antes y, a la vista de la inmensa cola que esperaba bajo la lluvia, decidimos dejarlo para otro día. Entramos en el Baptisterio para asombrarnos de su contenido pero, lamentablemente, las magníficas puertas las están restaurando y nos quedamos con las ganas de verlas. Florencia es una ciudad muy cara para los turistas y la comida en el self service Marchetti fue muy cara ( esto pasa por fiarse de las guías ). Si a esto se unen los 10 euros por cada helado de la noche anterior, aquí hay que venir con las alforjas llenas.
Nos fuimos a ver el Duomo cuyo sobrio interior contrasta con la brillantez de su exterior. Felix y yo nos decidimos a subir los 420 peldaños de una escalera angosta que asciende a lo alto de la torre para, desde arriba, disfrutar de una hermosa vista de la ciudad. Bajamos de nuevo a la plaza y , por si era poca subida, después nos hicimos otras 320 hasta lo alto de la cúpula del duomo para disfrutar de sus frescos de cerca. Pero aquí no subimos hasta arriba del todo y nos contentamos con volver a mitad de camino. El museo de la catedral estaba cerrada por obras, así que no pudimos ver tampoco la Piedad de Michelángelo, una pena. Y la lluvia, sin parar en todo el día.
De allí fuimos a visitar el palacio Vecchio en la plaza de la Señoría. Las estatuas que alberga la Logia contigua, en especial el Perseo de Cellini, siempre me han maravillado. Recorriendo el interior del palacio, vacío de adornos y de mobiliario, me permitía imaginar como habría sido en las épocas de mayor esplendor cuando los Médici lo habitaban. Aquí me dejaron subir solo la escalera de la torre con sus más de 300 escalones. La vista, cuando por fin había cesado la lluvia, fue preciosa con los tonos rosados del atardecer a lo lejos y el Arno brillando como una culebra de plata.
Camino a Impruneta, nos paramos a abastecernos en un super cercano. La cena, en casa, fue estupenda a base de quesos, embutidos y buen vino italianos. A dormir.
Día 24 de septiembre
Madrugamos con idea de llegar pronto a la Academia. A las 9 ya estábamos haciendo cola y, a pesar de que con la Card teníamos acceso preferente, nos tocó esperar media hora larga para acceder al recinto. Menos mal que no llovía y hacía una temperatura agradable. Pero toda espera se da por bien merecida cuando en el interior se disfruta de la maravilla del David, cuya belleza no voy a descubrir a nadie. A pesar de todo el gentío que hace cola en la calle, una vez en el interior, no se siente agobiado por la gente y se puede contemplar y fotografiar a placer. Pero en el interior hay una Piedad inacabada, así como los esclavos de Michelangelo y una preciosa galería de esculturas en yeso que siempre me ha encantado. Como propina disfrutamos de una gran exposición temporal dedicada a san Francisco de Asís.
La ruta continuó con la basílica de san Lorenzo y todo el complejo donde los Médici desplegaron todo su poderío. La basílica es una maravilla donde las columnas delimitan un espacio muy bello en el que las medidas geométricas y las proporciones sobrecogen. Pero la sorpresa fue entrar a la biblioteca Laurenziana, que no habíamos dejado de lado en anteriores visitas a la ciudad y la que se accede a través de una magnífica escalinata de Michelángelo. Sorpresa y belleza sin par.
Menos mal que hoy no tocaba subir escaleras porque, en las pocas que nos encontramos, cada vez que levantaba las piernas para dar un paso, es como si me clavasen miles de agujas en los muslos. Me duraron las jodidas agujetas un par de días más. Pero había subido.
De allí salimos a la plaza y bordeando la basílica admirando la cúpula de Bruneleschi, entramos por su parte posterior a la cripta de los Medici y a la sacristía nueva. La enorme capilla del Príncipe donde están las tumbas de los miembros de la familia, que parecen hechas por algún loco decorador de las películas del Hollywood dorado. Mármoles de colores, porfirios y dorados con toda la parafernalia de un nuevo rico para enaltecer a la dinastía. Pero nos esperaba lo mejor. A través de un pequeño pasillo se accede a la sacristía nueva donde están las cuatro figuras de las alegorías de los momentos del día. Es un recinto pequeño coronado por una cúpula de una gran belleza. Pero todo buen momento parece que necesita de su contraste desagradable. Apenas si estábamos una docena de personas disfrutando, cuando se abrió una puerta y una empleada del recinto con forma gorgona cabreada empezó a chillar y amenazar con expulsarnos a todo si seguíamos musitando. Y se quedó en el umbral de la puerta, retando a todos con aire amenazador.
La siguiente parada fue la plaza de Santa María Novella. Como era hora nos sentamos a comer en uno de los restaurantes de la plaza para pagar nuestra correspondiente ración de turisteo. Poco, caro, malo e incómodo pero poder contemplar la fachada del templo mientras se come, compensa todo. El interior es cuanto menos sorprendente. El impresionante púlpito de Donatello frente a la Trinidad de Masaccio, la capilla de los Tornabuoni con los frescos de Ghirlandaio o el crucifijo de Giotto son elementos que te dejan embelesado. Se sale al claustro y, tras un pequeño pasadizo se accede a un recinto lleno de lápidas renacentistas, que sobrecoge.
Seguimos el paseo, cruzamos el Arno en busca de la iglesia del Sto. Spiritu, pero está cerrada por obras. Maldito " chiuso per restauro "..... Un poco más allá está la iglesia del Carmen pero tampoco la visitamos por que sus horarios son muy limitados. Así que fuimos a lo seguro, hacia la inmensa mole renacentista del palacio Pitti. Una explanada en cuesta con la fachada almohadillada del edificio en lo alto, dado paso al enorme patio. Primero recorrimos el jardín de Boboli subiendo hasta las proximidades del Belvédere. La cueva de los Medici también estaba cerrada, para no variar, pero pudimos ver la famosa fuente del Bacchino.
El interior del palacio alberga muchos museos, pero solo entramos a las salas de la Galería Palatina y tuvimos la misma sensación de borrachera que en anteriores visitas, pues es tal el número de cuadros que llenan las paredes del suelo al techo, que no hay forma de disfrutar de ninguno en concreto. Esto unido al cansancio del día, hizo que recorriésemos las salas de la Galería, así como los Apartamentos Reales casi al trote.
Así que cogimos el autobus para volver a plaza Michelángelo y de allí a casa para repetir una cena como la del día anterior. Y a descansar.
Día 25 de Septiembre
La primera visita del día fue a la basílica de san Miniato al Monte, situado en un alto desde el que se domina toda la ciudad atravesada por el Arno y que está en las proximidades de la plaza Micheangelo. Una gran escalinata de acceso al templo, con la preciosa fachada románica de mármol coronada por un mosaico dorado y su campanario de piedra a un lado. Al entrar se queda uno sorprendido por las enormes columnas de mármol a ambos lados de la la nave y al fondo el presbiterio y el coro que están elevados sobre una plataforma flanqueada por dos escalinatas. Bajo esta estructura se encuentra la cripta con los restos del santo. Una interesante sacristía a la derecha de la nave y múltiples frescos a ambos lados de la nave.
Bajamos hacia Florencia callejeando hasta llegar a la basílica de la santa Croce. Si uno piensa en visitar una iglesia tan sólo, se queda sorprendido porque es de esos lugares que de un ambiente pasas a otro y a otro.... La inmensa nave de la iglesia con unas arcadas a ambos lados y cubierta con un enorme de artesonado de madera conduce hasta el altar mayor. A ambos lados se suceden las tumbas de Dante, Miguel Angel, Maquiavelo, Galileo y un sinnúmero de genios italianos. Capillas con frescos de todos los pintores del renacimiento. Un maravilloso cristo de Cimabue, cuadros y más cuadros...Se sale al claustro donde está la capilla Pazzi en un lateral y seguimos atravesando salas y más salas llenas de frescos, pasando de un claustro a otro.
Y entramos en los Uffizi y, gracias a la Firenze Car, pudimos evitar las colas. Para reponer fuerzas nos tomamos un bocadillo en la terraza con la torre del Palacio Vecchio a un lado y la cúpula de Bruneleschi al fondo. De su interior no voy a contar nada nuevo porque está en todas las guías, pero era un hervidero de gente, aunque terminé con la sensación de que no tenía tanta obra como creía recordar....y es que como el Prado ni hablar.
Nada más salir nos sentamos en el primer bar que hay contiguo a la puerta. Un refresco de botella, seis euracos. Atraco legal.
Volvimos paseando hasta el coche, recorriendo las orillas del Arno. Al atravesar uno de los puentes, con la imagen de la ciudad al fondo, recordé la primera visita hace ya cuarenta años y pensé que esta sea seguramente la última que hagamos a la ciudad. y cuando nosotros no estemos, Florencia seguirá maravillando a la gente. Mierda de melancolía.
Para rematar la tarde nos acercamos a la ciudad de Fiésole pero, dada la hora, no visitamos el teatro romano y subimos hasta el pequeño convento de san Francisco de una gran belleza desde su sencillez y, desde allí, ver como se ponía el sol sobre toda la ciudad, como si una lluvia de oro viejo cubriese toda la llanura con la serpiente plateada del Arno. Nos compramos un licor de hierbas de los monjes y a través de un tráfico infernal volvimos a casa. Se ha terminado Florencia.
Nota. Las fotografías correspondientes a esta entrada puedes verlas en mi web de fotografía.
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