sábado, diciembre 11, 2010

EL VELORIO


La pobre Candelitas da un respingo al oir el timbre de la puerta. De sus manos resbala la copa de cristal que iba a colocar en el aparador y sofoca un gritito mezcla de rabia y de miedo porque ya se imagina lo que va a decirle el señorito cuando vuelva a casa. En su azaramiento no sabe si buscar la escoba y el recogedor para ocultar el estropicio o mirar quien llama con tanta prisa, pero el zumbido urgente del timbre la decide por esto último. Al abrir la puerta se encuentra con una pareja de hombres altos y rubios, muy bien vestidos que le dicen no sé qué de la biblia. Suelta un bufido, cierra la puerta con rabia y rehace el camino pasillo adelante mientras se acuerda de la madre de esos gringos de mierda, que no dejan a una pobre mujer trabajar en paz.
Barre hasta el último fragmento de cristal y después separa un poco las piezas restantes de la cristaleria para que no se note otro hueco más, a ver si así el señorito no sé da cuenta. Candelitas no entiende por qué monta tanto alboroto cuando a ella se le rompe una copa, a fin de cuentas las cosas las rompe quien anda con ellas. Además con lo que duran los vasos de plástico no entiende ese afán de tomar el vino en esas copas tan finas que se rompen solo con la vista.
Pero es que el señorito es muy raro y hay cosas que Candelitas no acaba de entender, ni entenderá cien años que viva. Y es que son muchas horas las que pasa sola limpiando la casa, ahora que la señorita no está. Bueno, estar sí que está, pero de aquella manera. Porque vamos, eso de que la señorita esté metida en un tarro de plástico en el fondo del armario ropero es algo que no consigue admitir. Cada mañana cuando entra en el dormitorio, abre la ventana para airear la habitación, echa el edredón hacia atrás sin dejar de mirar por el rabillo del ojo la puerta del armario, temiendo que en cualquier momento pueda abrirse y asomar la cara de la señorita tras la puerta entreabierta.
Esa es otra. El señorito cuidó a la señorita con todo el cariño del mundo, eso no se lo puede negar nadie porque lo vió cada día durante muchos años pero no le entra en la mollera porque cuando se murió no le hizo un velorio en casa como Dios manda. Nada de eso, se la llevaron a un sitio que más parecía un hotel que otra cosa. El señorito mandó quitar el crucifijo y las velas. Y ni una flor. Y la bronca que le echó porque estaba llorando en un rincón. Nada de velas, nada de flores, nada de lloros.
A las diez de la noche que nos echó a todos, apagó las luces, echó la llave y dejó allí sola a la pobre señorita, sola y a oscuras. Menos mal que tuvo la delicadeza de acercarme en su coche hasta casa, pero cada vez que me oía llorar bajito, bajito me decía que a callar, que la señorita había dejado dicho no quería penas.
Y al día siguiente, con todos los amigos por medio, como si no pasase nada, que ponen a la señorita en un carro y la echan al horno sin un cura que la encamine con sus responsos. Y en lugar de funeral, que se fueron todos a un bar a todos a una cafetería, como si estuviesen de fiesta, pero ahí sí que ella no fué, faltaría más. Eso es que ya no hay ni sentimientos, ni nada de nada. Ahora con la señorita metida en un tarro en el fondo del armario del dormitorio esperando que el señorito tenga tiempo libre para ir y tirarlas desde lo alto de no sabe que monte, Candelitas no las tiene todas consigo y no le extrañaría nada oir su voz " Candelitas, por favor, traeme un vaso conn agua y las pastillas.....".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

eso me suena a una cosa que mi madre decia que era ¡A MI QUE NO ME QUEMEN YO CON MI MADRE

cal_2 dijo...

pues claro que decia eso....y muchas cosas más, la mayoria sabias jejejjee.