" Cando eu era pequeno, miña nai....". Cuando yo era pequeño, mi madre preparaba todos los años en la víspera de san Juan un barreño con agua en la que desgranaba pétalos de rosas y que dejaba al relente durante toda la noche. Pétalos de rosas rojas por las personas que ya no están pero no queremos olvidar, petalos rosas por las personas que nos acompañan y pétalos blancos por aquellos que vendrán. En la mañana de San Juan todos nosotros, lo primero que hacíamos en cuanto nos levantábamos, era ir a la terraza y meter la cara varias veces en el agua de rosas y frotarla con los pétalos macerados. De ese modo, decía mi madre, y antes que ella mi abuela Maria la Buena de quien heredamos esta costumbre, se espantaba el " meigallo ", limpiando cuerpo y alma de las malas cosas que nos acechaban.
Y esa costumbre la mantenemos año tras año en casa, más que por el sortilegio que pueda conllevar este acto, por seguir formando parte de una cadena que se ha ido transmitiendo en nuestra familia. Por eso esta noche saldré al jardín, miraré hacia las estrellas donde están nuestras personas queridas y buscaré unas cuantas rosas rojas, rosas y blancas y dejaremos sus pétalossos en agua hasta el amanecer en que, un año más, vuelva a hundir la cara en su agua purificadora.
Al hilo de esto, otro recuerdo de la abuela Maria la Buena. Decía que en la medianoche de san Juan el diablo, subido a la montaña más alta del mundo, abría sus manos y de ellas hacía salir todos los enjambres de moscas y mosquitos que nos martirizarían lo largo de todo el verano.
Primero en casa de la abuela, después en la de mi madre y ahora en la nuestra, todos los años hacemos el mismo ritual. Tan solo recuerdo dos ocasiones en las que estuve a punto de no poder llevarlo a cabo por falta de rosas.
La primera, hace unos treina años, en la que fuimos un grupo de amigos a pasar esta noche en San Pedro Manrique, en la provincia de Soria. Entre montes de arcilla roja se levanta un poblachón castellano en cuyas calles hay casonas blasonadas rodeadas por cercas de adobe. Llegamos a media tarde y plantamos las tiendas de campaña en un erial a las afueras del pueblo.
En lo alto de una colina se levanta el castillo en cuyo patio tal noche como hoy se hace una cama de ascuas de varios metros de largo sobre la que los habitantes del pueblo corren solos o con otra persona a sus lomos, pasando de uno a otro extremo sin quemarse. Al llegar por la noche a la tienda me acordé que me faltaban las rosas para la mañana siguiente y me fuí a recorrer las calles del pueblo iluminadas por la luna en busca de rosales. Cuando ya desesperaba de encontrarlos, en uno de los flancos de la campa en la que nos habíamos intalado, me dí cuenta de que había unos rosales que trepaban sobre una tapia. Los saqueé en un santiamén y me volví tan contento al lugar de la acampada. Al hacerse de día, pude cumplir el ritual como cada año y al mirar hacia la tapia saqueada, me dí cuenta de que los rosales crecían en la tapia del cuartelillo de la Guardia Civil.
La segunda ocasión ha sido más reciente. Apenas llevaba mes y medio viviendo en el Levante y se me pasó la fecha pero, al irme a acostar, me fijé en un par de hogueras que se veían desde la ventana y me vino a la cabeza que era la víspera de San Juan. Me vestí de nuevo y salí a la calle en busca de algún jardín en el que coger rosas. El pueblo es grande y feo, un batiburrillo de calles en las que me cuesta orientarme. Plazuelas en las que crecen arbustos resecos pero en las cuales los contados rosales que encontré estaban sin una sola flor. Cuando ya desesperaba, llegué hasta un jardincillo que hay en el costado de la iglesia y en él que se veían tres o cuatro capullos mortecinos. Al ir a coger el primero se abrió el portal de la casa parroquial situada enfrente y salió un cura joven, de esos que parecen coleguis, modernillos pero con alzacuellos. Se me quedó mirando y yo, para disimular, me puse a dar vueltas por entre los parterres como si estuviese hablando por el movil.
El cura no se iba y yo no paraba de ir de un lado al otro, como si me hubiese enfrascado en una charla profunda. Pero el condenado cura no se metía dentro. Así que me fuí calle adelante mientras seguía simulando que estaba pegado al móvil y me dediqué a callejear durante un buen rato hasta que me atreví a volver al jardincillo. Sin peligro a la vista, corté los capullos, los metí en el bolsillo y volví feliz a la casa. Esa mañana de san Juan tampoco me faltarían los pétalos de rosa, aunque fuesen tan escasos.
Dejo de escribir. Como siempre, recuerdos que no sé a quien pueden interesar. Es tarde y hay una inmensa luna llena. Las estrellas, nuestras estrellas, parpadean reclamando la atención. Con un puñado de rosas rojas, rosas y blancas me meto en casa.
Nota: inicialmente pensé escribir este texto en gallego pero afortunadamente conozco mis limitaciones y me pareció tarea demasiado árdua llevarlo a cabo.
11 comentarios:
Carlos, recoriendo blogs amigos (en este caso el de Pepe palma) descubrí el tuyo. Muy lindo el relato y muy interesantes tus cronicas.
Prometo visitarlo seguido.
Un abrazo desde Argentina.
Fabián.
gracias Fabian. Si, esto de los blogs es como un cesto lleno de cerezas. Tiras de una que te parece apetitosa y arrastras otras tantas mas sabrosas. Un abrazo desde España
muy interesante gallego de pro y gracias por este relato tuyo que espero acordarme yo el año que viene para seguir esa tradicion de tu abuela maria la buena .
... un pouco trapalleiro si eres, en la noche de San Juan es costumbre en toda Galicia macerar al sereno de la noche las "hierbas de San Juan", no petalos de rosa, ya se, suena muy bonito lo de los petalos de rosa, muy poetico; las hierbas de San Juan son un manojo de varias hierbas como las verbena, el romero... y hay que recogerlas en el monte, bosque... tienen qua ser silvestres y recien arrancadas... es todo un ritual donde lo que fuciona no es la hierba en si, es su elemental y se hace para fortalecer el espiritu y purificarse, todo lo demás son especulaciones.
Creo que no has entendido lo que relato porque no pretendo ser antropologo o folklorista. Es posible que el resto de Galicia se haga todo eso que dices, pero en nuestra casa eran rosas las que se dejaban macerar. No use los pétalos como licencia poetica, sino como homenaje en recuerdo de mi abuela y mi madre. Y lo de trapalleiro me viene al pelo, aunque tenga poco...por algo son un sanxirolé.
... no hay nada que entender, a no ser que escribas en metáfora y a los hechos me remito, lo de trapalleiro es a modo de agarimo; suele pasar "sanxirolé" que los recuerdos que tenemos de nuestra infancia se magnifican de mayores, estoy seguro que tu madre y tu abuela echaban en esa agua algo más que pétalos de rosa; es muy frecuente que nosotros los gallegos, al salir de nuestra tierra reneguemos de ella.
Una vez un emigrante gallego vino de vacaciones después de 3 años trabajando en Argentina con un ligero acento de pibe, al llegar a la humilde casa que tenían sus padres, vió en una esquina algo que decía no se acordaba de como se llamaba, su padre, con la típica retranca que nos carazteriza a los gallegos le dice "ponlle o pe enriba e xa verás como te lembras" el muy gañán no lo pensó dos veces, al poner el pie en la parte que se levantaba de la hazada, esta hizo palanca y le pegó con el mango un fuerte golpe en la cabeza, a esto exclamó: "arre carallo para o sacho"
muy bonito todo lo que cuentas....pero era agua del grifo con rosas, sin más....hasta ahí todavía me llega la memoria
Precioso relato Carlos, el que nos acabas de regalar... Seguiré insistiendo de lo especial que me llega cuando echas mano del baúl de tus recuerdos... Vibras, o al menos me haces vibrar de una forma especial. Gracias.
gracias Fran......seguire arañando en el fondo del baul, pero me temo que ya se ven las tablas medio astilladas. Y no seas perezoso, que tu blog esta algo parado
No es pereza,Carlos... forma parte del compromiso.. las entradas nacen cuando nacen, no las fuerzo ;-)
Por tu parte, dudo que las tablas del baül estén medio astilladas... seguro que hay muuucho que contar y reencontrar.
Hola, o jelou!!!
En la noche de San Juan la gente se vuelve loca, se queman cosas, se camina sobre fuego o se preparan petalos de rosa macerados..... las cosas bonitas hay que conservarlas. MOlt maco el recuerdo!!!!!!
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