lunes, abril 28, 2014

Que dificil es la vida de marquesa

 


La marquesa viuda de San Eufrasio bosteza con delicadeza mientras contempla con detenimiento el esmalte de sus uñas recién lacadas. " He de decirle a Angelines que la próxima vez tenga más cuidado, la luneta del pulgar derecho no ha quedado bien cubierta ". Se gira en la cama con cuidado para ofrecer mejor su cuerpo al sol que entra sesgado por el ventanal que da al jardín. Levanta el encaje del camisón para que sus piernas reciban más calor y se fija con horror que en el muslo izquierdo la inútil de Angelines ha dejado dos pelitos sin quitar. Menos mal que son rubios y apenas destacan sobre su piel. Se frota un pié contra otro y " ¡ esto no es posible, tengo una dureza en el segundo dedito izquierdo ¡ ".







Se sienta en la cama bruscamente, a punto de tirar al suelo la bandeja del desayuno con la porcelana que heredó de la abuela Candelaria y agita con energía la campanilla, que suena con un repiqueteo violento. " Cada día el servicio es más inútil, cuanto tardan en venir esa patosa, todavía me va a dar algo ".
Se abre la puerta de golpe y entra muy asustada la doncella, mientras con una mano endereza la cofia y con la otra alisa el delantal. Toda acongojada a los pies de la cama de la señora, espera con las manos entrelazadas contra su pecho y la mirada humillada hacia la alfombra.
" Me preparas un tisana de tila, le añades un chorrito de ginebra y después llamas por teléfono a la inútil de Angelines. Que deje cualquier cosa que esté haciendo y que vuelva de inmediato. Y que no se olvide del neceser".





La doncella sale al trote y la señora viuda marquesa de San Eufrasio se deja caer suavemente sobre los almohadones, pues ahora no le faltaba más que hacerse daño en la espalda. A ver, en este estado de ánimo y con el cuerpo hecho una facha por culpa de Angelines, como va a tener ganas de levantarse para ir al Rastrillo y vender las rosquillas que ha hecho su cocinera y hacerle cucamonas a esas arpías que acuden allí solo para salir en el " Hola " y despellejarse unas a otras.
De pronto se acuerda que hoy tiene anunciada su visita Monseñor Rouco y no quiere perderse una de sus bendiciones tan encantadoras. Estamos en tiempo electoral y el obispo no puede faltar para que sus ovejitas no se le descarríen, ahora que se acercan las elecciones. Todo el mundo podridito, con esos maricones que no solo quieren casarse, sino encima adoptar niños para descarriarlos. Con lo bonito que era antes, cuando los marquesitos eran tan finos y solo tenían relaciones con su valet de chambre, mientras sus mujercitas miraban para otro lado. Y, además, la mema de Maruchi le dijo en secreto que sabía de buena mano que tal vez apareciese por el Rastrillo una de las Infantas. Que se lo había dicho su chofer que era novio de una cuñada de uno de los guardaespaldas de Palacio.







Se incorpora de nuevo, se sienta en el borde de la cama y mientras busca a tientas las zapatillas, vuelve a hacer que repiquetee la campanilla. Se deja caer al suelo y ya en pié, se despereza lentamente y se pone la bata. Aparece la doncella anunciando que Angelines viene volando desde su casa e inicia a recomponer lo imposible. Pero con ayuda de la doncella comienza a reparar las zonas más damnificadas por la catástrofe de los años.
Se abre de nuevo la puerta, aparece Angelines mascullando disculpas y se pone inmediatamente a las tareas de restauración. Nubes de polvos en las mejillas, sombras de ojos, los sprays de laca zumbando, toques con el peine aquí y allá hasta que por fin la señora marquesa sonríe satisfecha. Con ayuda de las dos se embute en la faja para ocultar " michelines " indiscretos y se deja vestir con uno de los Pertegaz que tanto resaltan sus encantos. Bolso y zapatos de Loewe, unas gotas de perfume, un último retoque con el peine hacen que la Marquesa viuda de San Eufrasio pueda salir triunfante de su dormitorio.





Baja lentamente las escaleras saboreando las miradas de envidia del servicio e ignorando las pestes que deben de estar echándole por lo bajo. " Que se fastidien, si quieren comer caliente, que me aguanten ". Al pié de la escalera está la cocinera con una enorme bandeja de plata. Levanta el paño de hilo y huele las rosquillas que, como siempre, la harán triunfar en el Rastrillo. Todo el mundo cree que las hace ella según receta de sus abuelas. Que lo sigan pensando.
Baja la escalinata que conduce hasta el parque, entra con cuidado en el coche, no vaya a ser que se descomponga todo el entramado y observa como colocan con cuidado las rosquillas a su lado. Le cubren las rodillas con una manta de vicuña y antes de arrancar le pide a Sanchito, su chofer de toda la vida, que conecte con " Radio María ", que todavía no ha rezado el rosario.





El coche arranca con suavidad pisando la grava del parque, se abre la cancela de hierro forjado y ni se fija en la sombra del guarda que se inclina a su paso. Se reclina suavemente en el asiento, para no tener que ver las barriadas de esos pobrecitos obreros que tiene que atravesar antes de llegar a Serrano y va comiendo bombones de Pipermint mientras engarza una trás otra las avemarías del rosario.
Apenas se da cuenta que se adormila mientras piensa en lo justa que ha sido la vida con ella, siempre ha tenido todo lo que se merece y da las gracias de que exista el Cielo, al menos para que ella pueda seguir siendo tan feliz sin deberle nada a nadie. Y Dios que es tan infinitamente inteligente sabe cual es la cuna que le corresponde a cada uno. "Ah....y que no se me olvide preguntar a Su Eminencia por algún curita joven, porque el párroco de San Agatángelo se ha subido al guindo con los estipendios por las misas de mi difunto Isidoro... "




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