Hasta hace unos días todo era diferente. Marieta se sentía feliz porque el director bebía los vientos por ella. Entonces el concertino era un viejecito encantador que repartía sonrisas y caramelos de menta durante los ensayos y algún que otro dulce pellizco a la mejilla de las más jóvenes. Pero todo en una ambiente de placida dulzura que se fue al carajo cuando el pobre sufrió un infarto al final del concierto en Tarragona. " Maldita sea mi estampa, piensa Marieta, quien habrá sido el responsable de contratar para ese puesto a esta gatita más falsa que una moneda de plomo. "
" Su aire de ovejita mansa, esas caídas de pestañas mientras acaricia las cuerdas de su violín que ella asegura que es un Amati, seguro que más falso que ese collar de perlas que asegura le regaló Claudio Abbado, esa languidez cuando roza el arco contra las cuerdas de su instrumento...y esos vestidos tan escotados que parecen ofrecer los pechos a quien ella quiera han bastado para que este chocho de director me haya dejado a un lado como una apestada ".
" Estos dos se van a enterar de como me las gasto, se cree el maestro que puedo ser como un pañuelo de papel con el que se suena los mocos y tira a la papelera, pues menuda es la hija de mi madre, que tengo más ovarios que nadie. Pero lo de hoy colma el vaso, resulta que han cambiado el programa a última hora y han sustituido el " Danzón número 2 " de Marquez y la " Suite de Carmen " tan bonita y donde me lucía tanto con mi pícolo por un doblete de " concierto de violín " de Brahms y de Sibelius. Donde se ha visto cosa igual, dos conciertos de violín en el mismo concierto y todo para que se luzca esa apestada. Y que cara de baboso la del maestro, parece que se la está imaginando arrodillada ante sus piernas. Si pudiera, le arañaría hasta las pestañas.
Eso tengo que reconocerlo, una violinista " espiritual " es mucho más resultona que yo con mi pícolo ...que coño, un puto flautín...quién me mandaría a mi dedicarme a este instrumento, ya me decía mi madre que un violín siempre da un toque de elegancia. Si fuese percusionista al menos podría descargar mi rabia a golpes. Pero ahora todo el rato sentada esperando a hacer " fiuuuu " con este puto trasto. Pues lo que es hoy, no se me pone en el santa santorum hacer nada, que lo sepa este tío y me la pela si después me mandan a la calle ".
Sin pensarlo dos veces se incorpora enarbolando el pícolo como una lanza amenazadora hacia el director, derriba varios atriles al pasar como una tromba entre los otros músicos al pasar y se dispone a abandonar el escenario entre el creciente murmullo de la gente que no comprende lo que está pasando, la cara de enfado del director y la malévola sonrisa de la puta violinista, que sí sabe de qué va todo.
Y se va.
No hay comentarios:
Publicar un comentario