sábado, enero 14, 2017

17 días en Sicilia. I. Palermo y su entorno. Cefalú

Las vacaciones de este año han sido en la isla de Sicilia, un viaje muchas veces intentado pero que, por una u otra razón, no habíamos logrado materializar. Antes de nada quiero decir, que  Sicilia es uno de los destinos más hermosos y satisfactorios a los que hemos viajado a lo largo de tanto años. Y si Sicilia es hermosa, los sicilianos nos han gustado enormemente. El viaje lo iniciamos en la segunda quincena de septiembre y pienso que fue un acierto en cuanto a la climatología pues, salvo sitios puntuales, el calor fue muy tolerable.
Voy a distribuir las vacaciones en cuatro tramos. Las fotografías irán parejas en mi pagina web.






Día 1
Volamos de Madrid a Palermo con Ryanair. No voy a repetir los inconvenientes de viajar con esta compañía ( asientos donde se sienta uno con calzador, olor a comida rancia, azafatos jugando al bingo... ). Pero este año nos gastamos un poco más en el billete y pudimos elegir un asiento en filas delanteras, con lo que evitamos las colas interminables y las peleas para conseguir uno.
El aeropuerto de Palermo es cómodo y pequeño y está situado a unos 30 km de la ciudad.  En las oficinas de Goldcar en la terminal recogimos el coche con el que nos movimos todas las vacaciones. Contratamos un Opel mokka, con todo el tipo de seguros habidos y por haber pues la idea que teníamos de la conducción en la isla era negativa...y nos quedamos cortos.
En Palermo alquilamos un apartamento en el centro, corso Calatafimi 89, muy cerca de la zona antigua de la ciudad. Situado en la planta baja de una antigua casona, con aparcamiento en el patio de la misma, el apartamento es amplio y cómodo pero, sobre los 300 euros pactados por cinco noches, te cobran un plus de 25 euros por una limpieza inexistente ( imagino que pagamos el adecentamiento para el siguiente cliente ).
Salimos a tomar contacto con la zona y nos dimos de bruces con el tráfico caótico de la ciudad que no parece menguar en todo el día. Utilizando el google maps buscamos un sitio próximo para cenar y a dos pasos, en via Danisinni 4, encontramos " La grotta de Bruno Onofrio ".  Económico, muy sabroso y con un camarero muy atento, fue un total acierto. Un buen vino blanco excelente y una pizza sublime. Y todo a la puerta de casa.



Día 2
Comenzamos el recorrido que habíamos planeado siguiendo una guía visual El País Aguilar, en una viaje edición comprada en anteriores intentos de ir a la isla. Dedicamos el día a visitar Palermo Norte. A pocos metros de casa visitamos la Capilla Palatina situada en el palacio normando, una maravilla de la arquitectura de inspiración bizantina. Control del número de visitantes a la entrada con lo que es posible verla sin mucha aglomeración. Es el no va más de los mosaicos, una belleza de colorido y formas. De allí fuimos a la cercana San Juan de los Eremitas, una complejo conventual normando con una iglesia que tiene tres hermosas cúpulas rojas de inspiración árabe y un precioso claustro en medio de un jardín decadente. Allí, al comprar los billetes, al oírnos hablar en español, bromearon con nosotros y nos cobraron menos. Desde allí fuimos callejeando por el barrio antiguo, que parecía el escenario de una película neorrealista con ropa colgada en las ventanas, portalones misteriosos en los que había talleres artesanales que parecían salidos de una película: sastres, encuadernadores...con el espacio presidido por una mesa de despacho desvencijada y el teléfono de baquelita encima. Y la gente charlando, tranquila.
La cercana iglesia del Carmen estaba cerrada y solo pudimos admirar su hermosa cúpula de mosaico.
Contiguo a esta se encuentra el mercado Ballaro, que parece trasladado de una ciudad árabe. Una borrachera de olores y colores, todo hacía pensar que estábamos en medio de un bazar tunecino.Comenzó a diluviar y nos refugiamos en un bar a tomar pescado, " sarde alla boccaficio ", lomos fritos de sardinas con pasas y piñones y una " Moreti " bien fría, mientras veíamos caer el agua. Después serpenteamos por callejuelas estrechas por donde parecía inverosímil que pusiese pasar un coche...pues también pasaban camiones.
En un precioso palacio barroco situado frente a la catedral está el taller artesanal de Angela Tripi, la reina de los belenistas, cuyas figuras son de una gran belleza y el precio va acorde a la fama. Ella misma está al frente de la tienda y nos atendió con gran amabilidad, sobre todo al darle recuerdos de los belenistas alicantinos.
Cruzamos la plaza hasta la cercana catedral, cuya piedra tenía un hermoso color dorado bajo la lluvia y aquí nos chocó el contraste entre la gran belleza de su exterior y un interior anodino.
Dejó de llover y fuimos por calles estrechas, atentos a todos los rincones, esquivando charcos y coches que campan a su aire. Llegamos a la bella plaza donde se alza el teatro Máximo, sí, ese, el de la escalinata del " Padrino- tres " e intentamos conseguir localidades para una función de ópera pero solo quedaban muy malas...las próxima vez hay que programarse mejor. Y nos fuimos a un café de la plaza a tomar una deliciosa copa de helado y unos " canoli "...menudo descubrimiento.
Una cosa que nos llamó la atención, y que vimos con frecuencia durante el viaje, es la cantidad de perros grandes abandonados que hay en la isla, pero que conviven con total tranquilidad con la gente. Sestean al sol y la gente pasa a su lado sin darles mayor importancia.
El próximo punto fue I quattro canti, una plaza octogonal en el cruce de las dos calles principales de la ciudad. Una fuente con el rey y la santa de turno en cada angulo, es un punto de encuentro de todos los turistas. A dos pasos está la famosa plaza Pretoria con la fuente " de la vergüenza ", una delicia de desnudos en mármol con la representación de los cuatro ríos de Palermo. Una réplica de esta fuente la hemos tenido en un pueblo de Cáceres pero aquí, como es habitual, la hemos destruido.
Seguimos recorriendo rincones llenos de encanto. En esta zona las calles están rotuladas en italiano, árabe y hebreo conjuntamente. En la cercana iglesia de Jesús había una boda... ¡¡ cuantas bodas vimos a lo largo del viaje ¡¡ Recorrimos la iglesia con todo el esplendor del mármol barroco y asistimos a la salida de los novios. Mientras el fotógrafo se afanaba con el reportaje gráfico, la damita de honor agarró una  "perra " tremenda y no había forma de calmarla, llorando como una posesa...hasta que vomitó sobre el vestido de la novia. No se que pasaría después, pero es como para imaginarse una película.
Terminamos el recorrido en la iglesia de los Teatinos, parte de cuya fachada forma uno de los quatto canto. Tiene un campanario octogonal muy hermoso y en su interior destaca una borrachera de mármoles policromados, llamando la atención dos enormes y preciosas pilas de agua benditas. Tomamos otro helado en la plaza de Carlos V, rodeada de bellos palacios y, Corso Vittorio Emmanuele arriba, volvimos a cenar en el mismo lugar de ayer. Los macarrones con berenjena y pez espada, sublimes.



Día 3
Hoy recorrimos Palermo Sur. Contigua a plaza Pretoria están dos de las iglesias más hermosas de la ciudad. Fuimos allá bajo un fuerte aguacero. Primero visitamos La Martorana, una iglesia normanda con dos partes bien diferentes: en una hay unos mosaicos bizantinos de gran belleza, tal vez más que los de la capilla palatina y en la otra hay unos frescos barrocos muy hermosos. Contigua a ella está san Cataldo, una iglesia normanda de lineas muy puras y coronada con las clásicas cúpulas árabes. Su sencillez de líneas, su ausencia de decoración permiten apreciar en todo su esplendor la belleza de la construcción. En la plaza, frente a ellas, la imponente fachada de santa Caterina, cuyo interior no se visita.
Una cosa que me llamó la atención fue la cantidad de capillitas que hay en en cualquier esquina de Palermo. En su mayoría son imágenes más o menos descoloridas de la Virgen adornadas con flores de plástico y lucerío de árbol de Navidad, tras cristales que llevan años y años sin más limpieza que el agua de la lluvia y que están dispersas por todos los rincones de la ciudad. Después veríamos que es igual en toda la isla.
La siguiente parada fue en la iglesia de santo Domingo. Una plaza muy hermosa alberga una iglesia cuyo contenido es absolutamente anodino. Seguimos callejeando hasta el cercano Oratorio del Rosario, un espacio pequeño en cuyo interior disfrutamos de una borrachera de imágenes barrocas en estuco blanco.
Después entramos en la iglesia del Salvador, una maravilla barroca de estucos y mosaicos y que, cosa
excepcional en Palermo, no cuesta visitar.
Muy cerca está santa Zita, a la que se accede a través de  un claustro y una hermosa escalinata. En su interior rectangular más estuco con imágenes maravillosas en una planta diáfana con balcones abiertos sobre el ajetreo de la ciudad. Unida a ella está san Mamiliano que también merece una visita.
Llegamos a las cercanías del mar, aunque está poco accesible desde la ciudad e hicimos una parada en plaza Marina, centro neurálgico de la ciudad, rodeada de palacios e iglesias y que alberga en su centro el Jardín Garibaldi como, un remanso de paz en el tráfago de la ciudad con enormes arboles centenarios y fuentes muy hermosas.
Muy cerca está la iglesia de la Gancia con un hermoso interior barroco y estucos y pinturas. A su lado está el  Palazzo Abatellis, un clásico edificio del gótico catalán que tiene un contenido no muy brillante, aunque el enorme cuadro de " El triunfo de la muerte " merece por sí solo la visita.
Comimos muy cerca, al pié de las murallas del Foro Itálico, en la Trattoria del Pesce Fresco una sublime pasta con sardinas.
Seguimos la ruta. La primera parada fue en santa María de la Cadena a la que se accede a través de una hermosa escalinata y cuyo interior es mezcla de gótico catalán y renacentismo italiano.  Apretaba el calor y callejeamos hasta san Francisco de Asís que tiene una fachada muy hermosa pero cuyo interior, de estilo gótico, pudimos ver malamente porque había boda de nuevo. En la capilla de la Inmaculada, a la derecha del presbiterio, hay un fascinante pié de altar que es una borrachera de taraceas de mármol policromado.
La última visita fue a la iglesia de la Magione pero nos tocó esperar porque, como no, había boda. Los sicilianosparecen casarse a todas horas y todos los días de la semana. Visitamos su claustro, una tomadura de pelo, pues cobran dos euros por ver tres arcadas medio derruidas sin gracia alguna. pero la espera mereció la pena pues el interior de la iglesia normanda es muy interesante.
Todavía nos faltaban por visitar algunos templos indicados en la guía, pero ya estábamos cansados de tanta iglesia. Hay que hacerse idea de que la visita a las iglesias de Palermo representa un buen desembolso pues, salvo en un par de ellas, cobran la entrada, entre dos y cuatro euros y no hay un abono ni nada parecido que abarate las visitas. Así que, al final del día, se va dejando un pastón para las finanzas de la Iglesia.
A siete de la tarde, en una calle muy cercana a la catedral está uno de los teatrillos donde se se puede ver la opera " dei pupi ", famosas las marionetas sicilianas, un espectáculo que no se puede perder. Cuesta doce euros por persona. En un espacio reducido con poco mas de una docena de bancos de iglesias y un pequeño escenario al fondo, es sorprendente comprobar como cuatro personas se mueven y manejan esas enormes marionetas para hacernos disfrutar con las andanzas de los caballeros medievales. Salimos felices.





Día 4
Horror: hoy toca coger el coche para acercarnos a la ciudad de Monreale. El cáos de la conducción no se puede describir, hay que vivirlo. Para sobrevivir en con el coche lo primero es no hacer caso a los pitidos y, como hacen ellos, colarse por cualquier resquicio. Sorprendentemente apenas si vimos colisiones en todas las vacaciones. Los sicilianos deben de tener ángeles de la guarda trabajando a pleno rendimiento.
En Monreale hay un aparcamiento disuasorio a las afueras de la ciudad y desde allí, una pequeña subida hasta llegar a la plaza donde está el Duomo.  Esta edificación es la cima del arte normando en la isla y su interior es una borrachera de color, sin un resquicio que no esté cubierto de mosaicos y los dorados de sus paredes bajo los rayos de sol lucen como una inmensa joya... aunque pienso que un poco más de iluminación adicional no vendría mal para poder disfrutarlos mejor. Es como un comic en el que, siguiendo él orden de las agujas del reloj, vamos viendo desde la Creación hasta la Pasión de Cristo y en el centro, ocupando el ábside está la inmensa imagen del Pantocrator. A pesar de ser a primera hora, el interior era un hervidero de turistas y, al menos en un par de ocasiones, tuvimos que recordarle a unas señoras que no rascasen con la uña el dorado de los mosaicos, que eran buenos de verdad...
En la cabecera de la nave situada a la derecha del altar mayor  hay una serie de enterramientos, así como la urna con restos de san Luis rey de Francia, pero lo que verdaderamente deja sin aliento es la capilla barroca que hay en su interior. Es una autentica borrachera de formas y, lamentablemente, la gente no la visita, tal vez porque hay que pagar. Aunque eso es una ventaja porque pudimos disfrutarla a nuestro antojo y en total silencio.  
Contiguo a la catedral está el claustro benedictino del siglo XII que es tal vez el mejor que hemos visto a lo largo de la isla. En uno de sus cuadrantes hay una fuente y sus arcadas de clara influencia árabe son sus bellas y los capiteles están esculpidos con imágenes tanto religiosas como paganas.
Dimos una vuelta por el pueblo y volvimos al cáos de la circulación para volver a Palermo. La siguiente visita fue a la cripta de los Capuchinos, adjunta al cementerio de la ciudad. Bueno, prefiero pasar del tema pues habrá personas a las que les guste lo gore, pero es de los sitios para olvidar. Nuestra visita fue tan fugaz que más que recorrer sus pasillos, parecíamos huir. Al volver a la superficie di una gran bocanada para aspirar todo el aire posible.
De allí vuelta al coche para, callejeando entre el laberinto de las calles palermitanas, llegar al castillo árabe de la Zisa. Situado en un barrio marginal y tras un parque tan hermoso como abandonado, se encuentra este castillo árabe normando que está perfectamente reconstruido. Aquí nuevo atraco en la entrada y ya hemos perdido la cuenta de los euros que llevamos gastados a lo largo de estos días para entrar en todos los monumentos.
Al coche de nuevo, inmunes ya al lío de los coches, avanzando en caravana a paso de tortuga hasta llegar a la cercana población de Mondello, donde los palermitanos vienen en busca de playa. Pueblo costero con un hermoso edificio de baños a su entrada, buscamos un buen restaurante frente al mar y comimos de maravilla a base de pescado. En la mesa contigua un matrimonio mexicano se reía de nosotros cuando nos quejamos del tráfico local. " Les soltaba yo dos días en México DF y verían lo que es locura ". Un helado y los indispensables cannoli en la plaza frente al mar completaron un buen relax.
Volvimos a Palermo para completar el día. La siguiente parada fue en san Giovanni dei Lebbrosi, una hermosísima iglesia normanda, cuya simplicidad de líneas, la pureza de las mismas la hacen muy atrayente. Y es de los poquísimos sitios que no cobran la entrada, tal vez por estar en las afueras y lejos de todo el circuito turístico.
A la vuelta nos detuvimos en los jardines de villa Giulia, con una aire muy decadente pero en muy mal estado de conservación, situados muy cerca del mar. Adjunto a éstos se encuentra el jardín Botánico.
Dejamos el coche en casa para hacer la última visita al palacio de la Cuba, edificación normanda muy similar en estructura al de la Zisa pero en mal estado de conservación. Originariamente estaba levantado sobre un lago muy grande, ahora su estado deja mucho que desear pero la belleza de su fachada merece la visita.
La cena en nuestro sitio de rigor. Hoy los imprescindibles calamares fritos y una pizza gloriosa con el buen vino blanco. Y a la cama.




Día 5
Tomamos la autovía de la costa en dirección a Cefalú. Pueblo marinero pero turístico a tope, situado al borde del mar con una amplia playa. Calles muy hermosas, llenas de rincones y un lavadero municipal que es como un remanso de paz. Un acordeonista tocaba en lo alto de la escalinata que desciende a los lavaderos, un rincón sombrío de gran belleza. La catedral normanda es muy hermosa pero, después de la borrachera de los mosaicos de Monreale, sabe a poco. El claustro recién restaurado da poco de sí. La iglesia de las Animas con una bella portada, sus palacios, el bastión...Nos quedamos con las ganas de subir a la Rocca pero arreciaba el calor y no nos sentimos con animo de trepar monte arriba.
Cogimos el coche y nos dirigimos al interior. La carretera va por parajes agrestes muy bellos, pero cada vez la subida se va haciendo más intrincada y las carreteras se hacen más enrevesadas. Llegamos a Petralia Soprana y fuimos de cabeza a recuperarnos del susto en el restaurante Da Salvatore, toda una rica experiencia con comida siciliana de montaña. La caponatta y los demás entrantes fueron una delicia y después una buena carne a la brasa no le fue a la zaga.
Recorrimos el pueblo que se extiende a lo largo de una calle con iglesias en ambos extremos. Con todo el encanto de lo naif, sus estucos barrocos y su imaginería sencilla y popular  me llamaron gratamente la atención pero no se puede fotografiar pues en todos los sitios aparecían sacristanes que, cual perros perdigueros, no nos sacaban el ojo del encima. Las vistas del valle desde el pueblo fueron de una gran espectacularidad, acrecentada por el dorado del atardecer entre negros nubarrones que parecían de plata.
Ay la bajada. El navegador, imagino que para buscar el camino más corto, nos llevó por caminos empedrados que bajaban casi en perpendicular y llegamos a la llanura con los congojos en la garganta. Eso sí, cuando podías mirar alrededor, la belleza del paisaje era única. Ya en la autovía de Cefalú a Palermo nos desviamos unos kilómetros para hacer la última parada en Caccamo. Un enorme castillo normando muy bien restaurado colgado de un promontorio preside la ciudad. Calles empedradas y rincones hermosos hasta llegar a la plaza de la catedral presidida por la fachada barroca. Su interior de estilo normando tiene obras curiosas. Por un flanco los edificios del monte de Piedad y de la iglesia de las Animas tienen un hermoso color rojizo bajo la luz del atardecer.
Nos faltó tiempo para la última visita del día: los monstruos  pétreos de Villa Palagonia en Bagheria, pero ya era tarde y estaba cerrado. Una pena. Vuelta a casa. Se acabó Palermo.






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