
En el trabajo diario me encuentro al menos con dos entes con auténtica vida propia que traen por la calle de la amargura a las mujeres que acuden a la consulta.... Bueno esos dos y otro montón más como se verá, pues es tanto el miedo a lo desconocido que produce la ignorancia que al final de la jornada puedo oir las cosas más peregrinas a las que muchas veces ya no me siento con ánimo de rebatir, a pesar de que intento no bajar la guardia. De siempre me ha llamado la atención que desde que el niño nace todas las personas del entorno se lanzan como buitres a llenar de miedos la cabeza de su madre. Estos entes se se consideran como alienígenas que, procedentes de no sé que extraños mundos, están dando vueltas a nuestro alrededor para aterrizar y fastidiarnos la salud.
Uno de esos entes es " El Virus ". Sí, me comenta la madre de turno, es que ya se cuenta en los corrillos a la puerta del colegio o en la plazuela que ha venido " El Virus ", un señor que se entromete en los cuerpos de las personas para hacer de las suyas, como si se tratase de un geniecillo que llegase a nuestras tripas para revolverlas y hacer que se deshagan por arriba y por abajo. Es como el " sacamantecas " o " el hombre del saco " con el que nos aterrorizaban en nuestra infancia que pillaba a traición a los niños para sacarnos los untos de los lomos o sorber la sangre de nuestras venas para dejarnos como un trapo viejo.
Menos mal que " El Virus " aunque guerrero es de breve duración y solo nos visita a temporadas, pero el que se lleva la palma en los miedoS diarios es " El moco " porque lo tenemos perenne de septiembre a julio. Y es que " El moco " da mucho juego porque, dada su viscosidad innata, no hay modo de sacáerselo de encima. O de dentro.
Por una parte está su movilidad. Puede subir a los ojos o pasarse a los oidos o bien bajarse a los bronquios a través de no sé que extrañas cañerias o llegar incluso a salir por la " poma ", vamos que se entromete escurridizo y pasa de la nariz a los sitios más insospechados por lo que hay que combatirlo con todo, menos con sentido común. Y después está el matiz del color, pues lo mismo es como agua cristalina que se vuelve amarillo o verde, lo cual ya es infinitesimamente peor. Y además provoca angustia. Sí angustia es la sensación de náusea que provoca su presencia en la garganta, la misma sensación que dicen sentir los adolescentes grandes como castillos que se confiesan incapaces de tragarse una pastillita cuando pueden comerse los caramelos enteros o, me temo, cosas mucho peores.
Y la leche. No se le puede dar leche a los niños porque les engorda el moco. Vamos, que le das un vaso de leche a las criaturas y el moco se convierte en engrudo. Esa creencia, bien arraigada en la ignorancia materna se puede atribuir a un psudoperiodista psudocientifico que la puso en rodaje en un nefasto programa televisivo y que ha prendido en las mentes de la gente, con lo cual se les priva a los crios de un alimento natural.
Por otra aprte está " la subida de garganta ", porque todas las enfermedades tienen sus días de subida y sus días de bajada y es igual lo que hagamos, porque ese ritmo no se puede romper. O tal vez sí. Para eso esta " la limpia con romero " porque siempre hay alguna vecina que tiene ese don y puede rociar el cuerpo de los niños con una rama de romero impregnada en agua bendita al tiempo que recita una letanía que solo ella conoce y que ha aprendido la noche de Viernes Santo, con lo cual se quita la enfermedad.
Esa misma mujer es la que sabe quitar el mal de ojo o calcular la altura de un empacho. Aunque el mal de ojo, lo mejor es evitarlo para lo que hay que poner un inmenso lazo rojo en los cochecitos de los bebés para que las personas dirijan su mirada al lazo en lugar de fijarla en el rostro de los bebés. Y también ayuda a eso, la pulsera hecha con una cinta roja de la que cualga un amuleto o los multiples escapularios que se pueden prender en la ropa interior de las criaturitas o en los dodotis.
En cuanto a saber la altura del empacho tambien tiene su miga y la técnica se ha de aprender el mismo día que la de eliminar el mal de ojo. La madre preocupada porque el niño come peor o lleva dos días sin evacuar, después de pasar por la consulta y no hacer ni puñetero caso a lo que se ha dicho, se lo cuenta a la abuela o a una prima y estas la llevan a " cá " ( casa ) de la sanadora. Esta coge un pañuelo muy largo y agarrándolo de una punta mide la distancia del codo al puño del niño. Después desde una distancia prudencial va midiendo esa distancia en el aire hasta contactar con el cuerpo del niño y, según a la altura en que se toque, bien el pecho o la tripa o más abajo, ahí está el atasco. Unos pases por encima de la tripa mientras se reza algo, unos masajitos. La sanadora recomienda una infusión de hierbas o unas cucharaditas de " Activia ", pues hay que rendirse a las nuevas tecnologías y el problema se resuelve. Y si no es asi, siempre queda la posibilidad de ir a Urgencias.
Me temo que seguiré sorprendiéndome con nuevas cosas.
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