martes, febrero 25, 2025

NUESTRO CAMINO DE SANTIAGO. PARTE III

Las últimas etapas del Camino, en total doce días, las hicimos aprovechando las vacaciones del año siguiente.  Llegamos en tren a León y después de pasar la noche en un hotel, a la mañana siguiente emprendimos el último tramo de nuestro viaje. La salida de la ciudad, como todas las anteriores por la que pasamos, es monótona y árida, puro asfalto, hasta llegar a la Virgen del Camino. Pero, a partir de allí, todo mejoró. Para esta primera etapa había dos opciones y nosotros optamos por la que es un poco más larga, pues transcurre por pleno campo hasta llegar a Vilar de Mazarifes donde dormimos en uno de los pocos albergues que utilizamos en el Camino. Una casona antigua con una corrala porticada donde tendimos los sacos de dormir y que nos permitió dormirnos viendo las estrellas.

sábado, febrero 15, 2025

NUESTRO CAMINO DE SANTIAGO. PARTE II

La segunda parte del Camino de Santiago lo hicimos a lo largo del verano en seis etapas desde Burgos a León aprovechando días libres. La salida de la ciudad de Burgos una vez superada la universidad y la ermita de san Amaro, es casi tan fea y árida como la entrada pero pronto se termina la ciudad y el Camino se abre a un campo inmenso, totalmente diferente al los paisaje que habíamos visto en las etapas del Norte.

A media tarde nos acercamos a un pequeño albergue situado un poco al margen del Camino. Arroyo de san Bol es un pequeño edificio moderno que se levanta sobre las antiguas ruinas de un monasterio. El albergue parece estar situado en medio de un paraíso y desde su entrada desciende una hermosa pradera rodeada de chopos con una fuente de agua muy fría en su centro. El atardecer con el sol de oro poniéndose, los cantos de cientos y cientos de pájaros,, el rumor del viento entre los árboles y esa agua que era como un bálsamo. Metí la cabeza en el agua y la bebí con glotonería, olvidando las penurias del día.




sábado, febrero 01, 2025

NUESTRO CAMINO DE SANTIAGO. PARTE I

Para nosotros recorrer el  Camino de Santiago era un viejo sueño sin visos de realidad hasta que, a principios del año 2000, contactó con Alfonso una amiga madrileña para decirle que había organizado, junto a un grupo de compañeros de trabajo, un itinerario del Camino para hacer desde Roncesvalles a Burgos aprovechando las vacaciones de Semana Santa. Nos apuntamos sin dudarlo y esto nos permitió realizar una de las experiencias más hermosas a lo largo de nuestra vida. 

Para llevar a cabo el Camino con una cierta comodidad se necesitan unas  30 etapas desde Roncesvalles hasta Santiago de Compostela y nosotros lo dividimos en tres fases, usando para ello los periodos de vacaciones. 



martes, diciembre 17, 2024

¿ Navidad ?

 

Por primera vez desde hace 18 años, no me encuentro con ganas ni animo  de escribir mi cuento de Navidad. Y lo siento enormemente pero no veo motivos para escribir algo festivo, con la que está cayendo sobre nuestras espaldas. En un mundo donde impera el odio y la mentira, donde los más zafios y sin sentimientos se convierten en figuras a imitar, en este mundo donde hay personas que dicen que descendemos de la primera pareja que vivió en el paraíso y que los que pensamos que lo hacemos de un mono, por nuestro mal creer, debemos de caer en brazos de la Santa Inquisición, no tiene lugar la risa.

Una digresión chusca:  Si es verdad que descendemos de la primera pareja, ¿ alguien se ha parado a pensar en que si es cierto que Adán y Eva tuvieron tres hijos varones, de donde sale la segunda mujer ?,  ¿ tal vez de incesto entre Eva y uno de sus tres hijos ?.  

Pero lo más importante es que en la actualidad Palestina está destrozada y sus habitantes masacrados, así  ¿ que escenario voy a plantear para escribir mi cuento ? Mientras todos los demás miramos hacia otro lado o nos complacemos aplaudiendo a Trump y demás energúmenos, el único lugar que se me ocurre es el de la huida a Egipto... y todo, porque todavía no funcionan los viajes a la Luna.  

domingo, junio 16, 2024

SE HA IDO FRANÇOISE...

 Acaba de morir Françoise Hardy y, como tantas veces que hay algo que me conmueve, se han agolpado montones de recuerdos. En el año 1965 yo estaba interno en un colegio de frailes en Santiago de Compostela. Durante ese curso se murió mi padre y, con él, se fueron los ingresos de la familia. Mi madre, que siempre supo sacar ocho pesetas de un " duro " me mandaba lo que podía para mis gastos que, como es fácil imaginar, no eran muchos.




Todos los domingos, junto a un par de compañeros del colegio, nos íbamos a la cafetería del Hostal de los Reyes Católicos a tomar un café, que procurábamos tomar muy lentamente para que nos durase y poder rentabilizar el gasto. No recuerdo sus nombres pero tengo su imagen grabada en la memoria. Uno de ellos era de Vigo y tenía las mejillas siempre coloradas como si tuviese frío, un pelo en cepillo que le semejaba a un puercoespín y que siempre hablaba como si estuviese enfadado. El otro, de origen suizo, era dulce de carácter , con un pelo casi blanco y unos ojos de un azul muy intenso, con la sonrisa siempre en los labios.  Después de café salíamos a la plaza del Obradoiro, entonces un inmenso parking, para ver los coches de lujo que estaban aparcados delante del Hostal. Comparábamos unos con otros y tomábamos notas para escribir a las fábricas y pedirles catálogos. Siempre respondían y recuerdo que los de la " Mercedes " junto al catálogo a todo color, enviaban un alfiler de corbata de plata con su imagen.    




De allí nos íbamos a la Rúa do Franco donde siempre ha habido más bares que portales. Nuestro destino era el " 34 " porque allí había una máquina de discos. Metías una moneda de cinco pesetas y podías ver un corto de un artista cantando su canción. No eran las típicas " jukebox ", pues nuestra máquina no solo permitía oír la canción, sino ver al artista cantando.

Las preferidas de mis compañeros eran las gemelas Kessler, dos espléndidas gemelas alemanas que eran como dos copas de champagne.  Rubias y curvilíneas , eran una pura sincronía de belleza. Ahora, al buscar datos sobre ellas en internet, acabo de leer ahora que en su testamento han pedido que sus cenizas se mezclen con la de su madre para estar siempre unidas.





Pero mi canción era siempre " Tous les garçons et les filles " de Françoise Hardy. Con un precioso vestido de campesina, la cantante iba desgranando la letra de su canción subida en el balcón trasero de un trenecillo que recorría el bosque de Bolonia. Nosotros esperábamos muy atentos a los momentos finales en los que, una ráfaga de aire venida de no se sabe donde, levantaba las faldas de la cantante y nos dejaban ver fugazmente sus piernas y su ropa interior. 





Después, entre contentos y apesadumbrados porque se había terminado la canción, nos íbamos a pasar el resto de la tarde por la Herradura, paseo arriba y abajo porque se nos había terminado el dinero del fin de semana. Y si llovía, cosa muy frecuente, nos tocaba recorrer los soportales de la Rúa Nova  hasta el momento de volver a nuestro encierro para toda las semana.









   

martes, marzo 19, 2024

" La magnolia ", prendas finas para niño y bebé


En la planta baja de la casa de mis abuelos había un pequeño local donde se vendía ropa para niños de buena familia, prendas de marca y  buena hechura para las criaturitas de familias de bien, que no tenía nada que ver con la que se vendía en alguna de las mercerías de los alrededores. La tienda era muy pequeña, apenas seis metros por diez a la que se accedía por la puerta situada entre dos pequeños escaparates en los que se exponían las prendas más hermosas como reclamo. Ropa de cristianar, mantones de bebé, vestidos bordados con nido de abeja y vestidos de primera comunión. En el interior dos pequeños mostradores en forma de " ele " y al fondo, tras una cortinilla, se entraba a una especie de tugurio lleno de cajas, donde no cabía más que una persona encorvada y el retrete al fondo. Y reinando en medio de este espacio estaban las " tres magnolias " que se movían sin parar y sin chocar entre ellas en lugar tan reducido, más aún cuando se añadían las clientas y sus retoños.  




Ese local se lo había alquilado en tiempos inmemoriales una señora a mi abuela y ella fue la iniciadora del negocio que llevaba con ayuda de una chica muy pizpireta que, a la muerte de ella, se hizo cargo del negocio y que lo tomó como si fuese ya propiedad suya. 

Esta primera " magnolia " a la que llamaremos Carmen era, en la época en la que conocí, una mujer cuarentona ajamonada, con una fosca melena muy negra, un cuerpo lleno de curvas y unos labios pintados de un rojo intenso, una sonrisa siempre fija entre pícara e inocente que le hacía parecer la protagonista de una película neorrealista italiana. Era la jefa del negocio y todas las demás la obedecían con total sumisión y su voz cantarina era la que prevalecía en todo momento.  

La segunda " magnolia " era Eloísa, segunda en el mando del negocio pero primera en edad, muy redicha en el habla, culona y educada, con chapetas rojas en las mejillas siempre encendidas como si las untase a conciencia con colorete y pelo rubio pajizo, como de rata. De todo sabía y de todo opinaba y tan solo se callaba ante la mirada admonitoria de Carmen.

La tercera " magnolia " era Celia una mujer anodina de edad indefinida, físico desvaído, que parecía una ratita tartamuda y que no pinchaba ni cortaba en el cotarro y que estaba siempre a las órdenes de sus hermanas. Era tan poca cosa que ahora que, a pesar del paso de los años conservo la imagen de las otras dos, de ella no recuerdo más que una nebulosa.




Pero la familia no se acababa ahí. Faltaba la mayor de las hermanas, Nicolasa, que reinaba sobre el local a distancia pues era quien controlaba todo desde el domicilio familiar, como si fuera una verdadera matrona romana. Con el tiempo añadió a las tres magnolias a una hija suya, Juanita, una verdadera belleza en la flor de la edad a la que solo afeaba un bracito y una mano que apenas habían crecido remoloneando con respecto al resto del cuerpo y que asemejaban mano y brazo de bebé, defecto que procuraba siempre ocultar con un pañito para que la gente no se apiadase de ella. Pretendían que Juanita heredara el negocio, como si de una familia dinástica se tratase, para seguir haciendo dinero mientras nos pagaban un alquiler de miseria que no había modo de actualizar. 

Y completaba el grupo familiar un hermano, Joaquín, el único varón entre tantas faldas que, todos los días a las ocho de la tarde, las esperaba en los soportales de la casa frente a los que estaba la tienda para acompañarlas y protegerlas en el camino de vuelta a casa, guiándolas como si de un rebaño de pavitas se tratase. En esa casa vivía una pareja muy curiosa a la que la gente llamaba " España y Portugal ": ella, España, era un mujer imponente con un pecho que iba tres pasos por delante de su cuerpo y de la que se decía que había tenido otros dos maridos y él, Portugal, un alfeñique siempre con abrigo tanto en invierno y verano. Pero volvamos a  Joaquín que mira el reloj mientras las espera.  Grande, rubicundo con el pelo bien engominado y oculto tras unas enormes gafas de sol, ceñido con el cinturón de la gabardina parecía un miembro de la " secreta ". Pero siempre, antes de pasar a recogerlas, se daba un garbeo por los cercanos wáteres que había en los jardines frente al convento de los capuchinos. 




Como el local era tan pequeño y ellas tenían muchas existencias le pidieron el favor a mi madre de usar uno de los amplios cuartos del desván de nuestra casa como almacén y no tener que dejarlo en su casa. Y esto convirtió las escaleras de casa en un lugar de desfile continuo a lo largo del día donde se sabía quien subía según el ruido que hacía: el taconeo fuerte y gracioso de Carmen, el andar como si se deslizase de Eloísa o el traqueteo saltarín de Celia que, normalmente, era la que cargaba con las cajas más pesadas. De vez en cuando aparecía por allí Carmen acompañada de un hombretón muy moreno con aires de patriarca gitano que les compraba la ropa pasada de moda con lo que sacaban género de en medio y, de paso, unas pesetas que siempre venían bien. Después aparecía la ratita y entre ella y el gitano bajaban cajas y cajas llenas de género. 

Los viernes a la tarde mi madre me había encomendad una tarea odiosa, que era limpiar los objetos de  plata que había en casa. Con parsimonia iba colocando toda la plata en una de las escaleras que iban de nuestro piso al desván y armado de paciencia, con un trapo y un bote de " Netol " iba poco a poco limpiando y sacando brillo a la plata. Uno de esos viernes oí el taconeo fuerte de Pilar y su parloteo acompañado de un ruido de pisadas fuertes. Era el gitano que había venido a llevarse maulas. 



Me saludaron al pasar y yo seguí sacando brillo. Al cabo de un buen rato oí pisadas sigilosas, como de un gato y apareció Eloísa que, haciendo  una señal con el dedo puesto ante los labios para pedirme silencio, pasó a mi lado y siguió camino del desván. De pronto un estrépito sonó sobre mis cabeza, unos gritos agudos estallaron como truenos y apareció el gitano bajando las escaleras como un rayo mientras se entremetía la ropa y poco después una Carmen llorosa seguida de su hermana iracunda. Apareció mi madre, me metió en casa tirándome del brazo y cerró la puerta de casa de golpe. Y ya no supe más. 

 

domingo, enero 14, 2024

Aunque tarde, ahí está el cuento de Navidad

La noche es muy fría, el aire se cuela entre las rendijas de las paredes de adobe como si fuesen cuchillos de hielo, pero el Niño duerme plácidamente después de haberse saciado, la burra ronca en un rincón y se oye el cansino rumiar de la vaca. El fuego agoniza lentamente en el hogar y su halo rojizo hace brillar los regalos que han dejado los Magos. Ha sido un día muy ajetreado, primero los pastores que han llegado medio despistados sin saber muy bien lo que iban a encontrar, después el largo séquito que precedió a la majestuosa entrada de los tres Magos que demoraban su presencia en el establo y a los que no se veía el momento en que se marchasen.

María está muy cansada y se deja caer sobre una manta raída que la protege de los arañazos de la paja que cubre el piso del establo. Mira con arrobo al bulto que rebulle bajo una piel de oveja y que gorjea como un pajarillo y después busca con la mirada a su compañero que está acurrucado en un rincón.