Para nosotros recorrer el Camino de Santiago era un viejo sueño sin visos de realidad hasta que, a principios del año 2000, contactó con Alfonso una amiga madrileña para decirle que había organizado, junto a un grupo de compañeros de trabajo, un itinerario del Camino para hacer desde Roncesvalles a Burgos aprovechando las vacaciones de Semana Santa. Nos apuntamos sin dudarlo y esto nos permitió realizar una de las experiencias más hermosas a lo largo de nuestra vida.
Para llevar a cabo el Camino con una cierta comodidad se necesitan unas 30 etapas desde Roncesvalles hasta Santiago de Compostela y nosotros lo dividimos en tres fases, usando para ello los periodos de vacaciones.
La primera fase la hicimos en doce etapas que van de Roncesvalles a Burgos, aprovechando unas vacaciones de Semana Santa. . Teníamos la posibilidad de hacer una etapa previa desde territorio francés, la subida desde Saint Jean Pied de Port hasta Roncesvalles que es de gran dureza, pero no nos atrevimos con ella pues en esas fechas se había muerto en el intento un peregrino francés que sufrió un infarto en la mitad de la etapa.
Nuestro grupo lo formamos unas doce personas, de las que solo conocíamos a la que nos había movilizado, Celia la compañera del sindicato. Acordamos reunirnos todos el día previo en Roncesvalles para una primera toma de contacto. Nuestro tren llegó con retraso a Pamplona y al entrar en la estación de autobús, vimos como el nuestro salía el de Roncesvalles. Así que no nos quedó más remedio que coger un taxi para llegar con tiempo a la cita.
Después de acomodarnos en el hotel fuimos en busca del resto de la gente para una toma de contacto, un grupo muy dispar de personas con las que teníamos que convivir los siguientes días. Tras un rato de charla para conocerse alguien dijo de ir a la cercana abadía donde, cada atardecer, se celebra la misa del peregrino. La iglesia estaba en penumbra, tan solo iluminada por las velas e impregnada del olor a incienso. Comenzó la misa y a mi lado se sentó una joven brasileña de no más de 15 años y de una gran hermosura. A pesar de que no soy creyente me emocionó verla llorar de llena de alegría, con las lágrimas cayendo mansamente por sus mejillas mientras su rostro estaba iluminado por una sonrisa que transmitía paz y felicidad.
Posteriormente, a lo largo de las etapas nos encontramos con muchos peregrinos latinos y, en especial brasileños porque por aquellos años un libro de Pablo Coelho sobre el Camino (" El peregrino de Compostela Diario de un mago " ), tuvo un gran éxito en toda Sudamérica.
A la mañana siguiente, después del desayuno, bien calzados, con la mochila a la espalda, el bastón en una mano ,la credencial del peregrino en el bolsillo y una gran ilusión en la cabeza iniciamos la andadera.
Las etapas diarias eran de unos 25 km por término medio y no fueron de especial dureza. En todo momento hay una señal, la flecha amarilla, que te guía y evita pérdidas. Es posible llegar a Santiago sin necesitar preguntar la dirección a ninguna persona. En todo cruce de caminos, en la entrada y la travesía de los pueblos, la flecha amarilla siempre te guía. También está la señal de las " Grandes rutas ", una franja blanca paralela a una roja. Y en en la primera etapa aprendimos la lección pues si las franjas son paralelas se puede seguir pero si se cruzan en aspa hay que dar la vuelta...y lo supimos cuando el camino que seguíamos se perdía entre zarzales...media vuelta ya a buscar la flecha amarilla.
Y siempre que terminas una etapa hay que buscar el lugar donde te sellan la credencial de peregrino ( la parroquia, un mesón, una tienda de comestibles...).
Para dormir hay dos opciones: o acogerte a un albergue de peregrinos o dormir en un establecimiento hotelero. Nosotros, en la mayoría de los sitios, optamos por hostales o pensiones pues las plazas en los albergues no cubrían todas las necesidades y la gente se levantaba e iniciaba el camino en plena noche para llegar al albergue siguiente y encontrar sitio. Además no todos eran cómodos o limpios y había que soportar los ronquidos y los pedos de los demás durante la noche.
Para comer era muy sencillo: se atraviesan multitud de pueblos mas o menos grandes y en todos hay panaderías y tiendas de alimentación y bares donde preparan buenos bocadillos. Y por la noche, ya tranquilos, cenar en algún restaurante del sitio donde tocaba dormir. Normalmente en todos hay el " menú del peregrino " que no suele ser muy caro.
Es de suma importancia el calzado y el cuidado de los pies. Nosotros, durante el mes previo, nos tratamos los pies dándoles un masaje de alcohol de tanino y aplicando después una capa de vaselina. Y seguimos haciéndolo durante todo el trayecto. Después nos poníamos unos calcetines de algodón y encima otros de lana, de los de montañero. Unas buenas botas de montaña para sujetar los tobillos y los pies. Y a caminar.
Llevábamos una mochila con 7-8 kilos de peso: calzado de repuesto, camisetas, un pantalón, calcetines, material de aseo y un pequeño botiquín ( para curas, analgésicos, etc. ) etc. y un saco de dormir ultraligero pero que abrigue bien, cantimplora y cubiertos y una linterna. No olvidar un chubasquero pues puede llover en cualquier momento. También son útiles unas pinzas de tender la ropa con las que sujetar a la mochila la ropa que se va lavando para que se vaya secando mientras haces la etapa. Y desaconsejo los pantalones vaqueros pues, en caso de lluvia, se empapan y pesan como plomo en las piernas.
Lo más importante del camino es la gente con la que te encuentras: te vas cruzando con todo tipo de personas a lo largo de los días y muchas veces se entablan conversaciones como si nos conociésemos de toda la vida. Te paras con unos para hablar. , después ellos se alejan y aparecen otros y así todo el Camino. Se van trenzando y destrenzando las conversaciones, pero cuando uno desea soledad se aleja y todos lo respetan,
En esta primera parte del Camino se atraviesan zonas muy hermosas, tal vez la más agreste y hay imágenes que no se me borran de la memoria como los campos de colza a la salida de Pamplona, a modo de un inmenso mar amarillo que se perdía en el Alto del Perdón al fondo. O las tierras rojas recién aradas en la Rioja, que parecían de oro viejo. Pero tal vez la imagen más bella fue la llegada al atardecer a Estella. Amenazaba tormenta y el cielo, de un azul oscuro muy intenso parecía plomo y el sol del atardecer se reflejaba en la fachada del Santo Sepulcro y te parecía vivir un momento mágico.
A la mañana siguiente, nada más salir de Estella, tras un corto repecho, está la " Fuente del vino " de Bodegas Irati. Dos caños dejan caer vino de la bodega frío y agua rica de manantial y uno puede tomar lo que desee de una cosa u otra. Nos llamó la atención el grupo de vejetes que subían la cuesta poco a poco, parloteando y manejando las cachavas con soltura y que se dirigían sin dudar al caño del vino. Y estos no eran peregrinos...
En este tramo se atraviesan dos capitales de provincia. En Pamplona, por aquel entonces, no había más que un albergue con muy pocas plazas situado en el palomar de una iglesia y cuando llegamos ya estaba completo. Nos tocó buscar alojamiento pero estaba todo ocupado en la ciudad y, finalmente, encontramos acomodo en una pensión en el barrio de putas y esa noche no hubo forma de dormir, pues el griterío de la calle no cesó hasta el amanecer.
A la entrada de Logroño, en aquella época vivía una viejecita muy anciana y muy popular entre todos los peregrinos. A la puerta de su casa, sentada tras una mesa de escritorio, te sellaba la credencial mientras repartía conversación y unos higos secos de su huerta a cambio de unas pocas monedas.
En santo Domingo de la Calzada llegamos después de comer y encontramos plaza en el albergue. Por entonces estaba en los altos de un caserón y en una habitación enorme se alineaban unas 20 camas más o menos. Nos echamos a descansar y a comentar los incidentes del día cuando, de pronto, vimos a un chico desnudo dando voces en el otro extremo del cuarto. Estaba echando un polvo con su compañera y, se ve que nuestra charla, les molestaba y nos dijo que nos largásemos con viento fresco.
La última etapa de este trayecto fue la llegada a la ciudad de Burgos. Desde el monasterio de san Juan de Ortega hay dos opciones. En esta etapa etapa que termina en Burgos hay dos opciones: una, la buena, que va a través de Atapuerca y que entra en la ciudad por los márgenes del Arlanzón y que te lleva al centro de la ciudad siempre bajo arboleda. Pero nosotros optamos por la mala: se accede a la ciudad por kilómetros y kilómetros de suelo asfaltado, sin sombra alguna y atravesando polígonos industriales. Pero hicimos una trampa que espero que nos haya perdonado el Apóstol. Como conocedores del terreno les ofrecimos a nuestros compañeros la posibilidad de subirnos a un autobús de la línea urbana que nos dejaba en el centro de la ciudad y todos, salvo dos puristas, nos subimos alegremente al vehículo.
Y terminamos los doce en nuestra casa. Al llegar nuestros perros nos recibieron locos de alegría, preparamos cena para todos, tendimos colchones y sacos de dormir por los suelos y, a la siguiente mañana, se fue cada uno a su destino y nosotros nos quedamos tranquilamente en casa.
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