lunes, julio 01, 2019

18 días en el sur de Italia. Tercera parte


Día 11
La mañana se presentaba con niebla y había una luz especial en el aire. Le encomendamos al navegador del coche que nos llevase a nuestro siguiente destino pero después de media hora de guiarnos por caminos de cabras a través del valle del Diano ( de una gran hermosura, por cierto ) lo mandamos al carajo y nos guiamos por el método tradicional. Llegamos a la cartuja de San Lorenzo, una enorme estructura situada en el valle al pié de la hermosa ciudad de Padula. Impresiona la entrada con la fachada del edificio en piedra rojiza al fondo. En el centro está su inmenso claustro, el mayor de todo el mundo que hay que recorrer hasta el fondo para contemplar su hermosísima escalera en espiral de mármol blanco que da acceso a la biblioteca...que no dejan visitar.













Está llena de rincones a cada cual más bello: el templo, los patios recoletos, sus jardines decadentes y su inmensa cocina en cuyo hogar, según cuentan, se hizo una tortilla de mil huevos para alimentar a las tropas de Carlos V cuando anduvo batallando por aquí. Me pregunto como dieron la vuelta a la tortilla y si eso fue suficiente para llenar las tripas de los soldados. 
Después subimos a recorrer la ciudad que, como todas las que hemos visto, no defraudó lo más mínimo con su cortejo de callejas, templos y palacios. 





Seguimos viaje hasta Paestum, ya en la región de Campania donde transcurrió la última parte de nuestro viaje. Las ruinas de la ciudad grecorromana de Pesto, tal vez por estar alejadas del circuito turístico convencional, estaban muy tranquilas y las pudimos pasear sin agobio alguno. Las murallas de la ciudad están bien conservadas y en el recinto destacan los tres hermosos templos dóricos y restos del foro. Pero lo más bello está en su museo, pequeño pero muy bien organizado en el que destacan las pinturas de la tumba del Nadador- saltador, de una pureza de líneas y de una belleza que nos dejó boquiabiertos. Solo esto justifica la visita a Paestum.




Después de unos días relajados, nos zambullimos en la zona turística. Elegimos para las tres noches siguientes y siguiendo los consejos de la guía del Trotamundos, lo que parecía muy aceptable  a priori: la Acienda Agriturística la Selva con " una decoración sobria y rústica, cómodas camas y cuartos de baño impecables... ". En lo único que acertaron fue en las maravillosas vistas con el Vesubio al fondo. Después de recorrer un sinfín de caminos de montaña, llenas de curvas y estrecheces llegamos a una casa de campo con animales y consiguiente olor a estiércol. Las habitaciones de decoración espartana me recordaban al internado del colegio, las literas incómodas con colchones duros y un baño tan espartano que no tenía ni lo más mínimo. Pero las vistas muy buenas y la cena casera muy sabrosa y de precio adecuado. Negocio familiar con padres, abuelos, niños por medio y totalmente espartano.     




Día 12
Este fue el día del gran error de las vacaciones. Habíamos decidido prescindir de la visita a Capri, huyendo de las " postales " y del mogollón turístico como sufrimos en la visita a Taormina hace dos años. Y nos pusimos a recorrer la afamada Costa Amalfitana en nuestro coche. Inocentes de nosotros.
La primera parada fue en Salerno para visitar su catedral que merece la pena con su mezcla entre templo y fortaleza. Nos clavaron 7 euros por una hora de aparcamiento, aviso de la que se nos avecinaba.








Intentamos recorrer la costa para hacer las paradas de rigor para visitar Ravello, Atrani...pero nos limitamos a viajar a una media de 10 km por hora en fila india tras otros cientos de coches que pretendían hacer lo mismo. En Atrani logramos entrar  en la ciudad siguiendos las indicaciones de una municipal...para salir escopetados después que otro nos dijo que imposible aparcar en la ciudad.











Por eso, si quereis visitar la zona hay dos opciones:circuito en bus turístico o en un ferry...o venir entre semana el tres de enero.
Llegamos al final de la costa, a la ciudad de Sorrento. Aparcamiento fácil y caro. La ciudad es hermosa pero no le encontramos su encanto, tal vez la lluvia torrencial con que nos recibió. Así que después de ver su mediocre catedral, de recorrer su centro antiguo y de tomar un maravilloso y económico bocadillo en Salumería Gambardella y un deliciososísimo y caro helado en Bouganinvillea, seguimos viaje.








Y como la guía recomendaba los milhojas de la pastelería Romano en Meta di Sorrento fuimos allá. Lo del trato encantador y los deliciosos pasteles se ve que es cosa del pasado o del ensoñaciones del autor de la guía. Picamos como truchas.
Vuelta a la autopista con un tráfico endiablado y llegamos a Vietri sul mare para cenar, también de acuerdo con la guía, en "  Da Lucía "...una terraza agradable, un pescado congelado infame  y una clavada turística en la factura. Otra tomadura de pelo más.
Hoy fue un día nefasto. A la cama.

Día 13
Dedicado a visitar Pompeya. Hay muchos aparcamientos en las proximidades del recinto, así que no hay problema para aparcar. Y no son caros. No sabíamos que, al ser primer domingo de mes, la entrada a las ruinas, es gratuita. Así que se puede uno imaginar la cantidad de personal que estábamos recorriendo todos los rincones. Pero es algo impresionante, así que hay que verlo. El sol apretaba fuerte y es muy conveniente un calzado muy cómodo para recorrer todo.
















A media tarde nos acercamos a la cercana Villa de Popea. Aquí apenas había gente lo que, unido al especial encanto del lugar, lo convirtió en un  un sitio maravilloso e imprescindible. Esta villa con su sucesión de salas y sus pinturas nos hace pensar en lo magnífica que debió ser cuando lució todo su esplendor en época de Popea.

Y cenamos en " Casa Rispoli " en Cava di Tirreni: fue el acierto de las vacaciones. Un servicio impecable y lleno de amabilidad, una decoración minimalista y una cena sublime, de las que dejan un buen recuerdo.  Y el precio inferior al de anoche. Buen día.
Vuelta al alojamiento a través de un recorrido enrevesado por las carreteras que parecían colgarse de las montañas. Tan complicado era llegar que he llegado a pensar que cada noche cambiaban el albergue de sitio.





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