jueves, marzo 20, 2014

Kike, al final, aprobó las Matemáticas

Hace un tiempo recibí a través de mi blog un correo cuanto menos sorprendente:

" Hola. De modo casual he encontrado su relato en internet y me he sentido profundamente afectado por él, pues me he visto retratado en la figura del profesor de Matemáticas y lo he leído y releído varias veces antes de dar el paso de ponerme en contacto con usted. Creo ser el don Cesáreo que describe y rebuscando en la memoria recuerdo a un antiguo alumno en la época en que hice una sustitución como profesor en el Instituto San Nicolás, más o menos hace veinte años. Aunque mi memoria ya no es lo que era, me parece recordar que se llamaba Enrique Mugardos y todavía tengo grabada en ella la atención con la que me seguía en las clases y el poco rendimiento que sacaba de tanto esfuerzo.

 ¿ Me podría decir si esa historia narrada en su blog es inventada o es el resultado de las confidencias de ese tal Kike ?. ¿ Y podría ponerme en contacto con él, de ser así ?.
Agradecido por su atención, reciba un saludo
Cesáreo Marquina ".




Me falto tiempo para llamar por teléfono a Kike y leerle este correo, sorprendidos los dos por el giro que había tenido situación y en la que, ni por asomo, se nos habría ocurrido pensar cuando escribí el relato basado en lo que me había contado mi amigo. Hoy día, cuando vertemos millones de contenidos en internet con la expectativa de que te lea solo un puñado de despistados, resulta que alguien, no sabes donde, lo lee y decide dar el paso de ponerse en contacto conmigo.
Al principio, Kike se negó a saber más del asunto, para él había sido un amorío de adolescencia y no se veía con ganas ni fuerzas de enfrentarse a su antiguo objeto de deseo, veinte años después. Pero al final del día vi una llamada perdida en mi móvil y un mensaje en el que me pedía hablar conmigo.




Perdí la pista a ambos. De modo esporádico, Kike dejó algún mensaje en mi móvil felicitándome la navidad o en el día de mi cumpleaños. Hasta que hoy, hojeando una revista gay en un bar de Benidorm, una fotografía me llamó la atención. Volví a mirarla con atención y en ella, encaramados en una carroza en el desfile del Día del Orgullo, mi amigo Kike saludaba, con un brazo en alto, mientras con el otro rodeaba la cintura de otro hombre mucho más mayor que él, un gigantón pelirrojo que reía alborozado. Finalmente Kike y don Cesáreo se habían encontrado. Kike aprobó las Matemáticas.
 

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