domingo, diciembre 15, 2013

No-cuento de no-Navidad: Belén en el Barrio de la Puñalá

Este año no se sabe bien por que, se ha armado un revuelo en las inmediaciones de Belén. Cuando estaba todo programado para celebrar el rito conforme a la tradición de siglos, he aquí que los principales personajes del drama se han esfumado. El tiempo se echa encima de la organización, todas las cadenas de supermercados del mundo cristiano han hecho las reservas de ventas conforme a la más ortodoxa de las tradiciones, las cadenas de televisión ABC, XJK y otras con todas las variantes del abecedario han programado la retransmisión del evento y ahora, resulta que les quieren bombardear la fiesta un puñado de arrapiezos.


 
Por lo de pronto el portal de Belén que se ha ocupado desde fechas inmemoriales está vacío. Un cartel de " Se Vende o Se Alquila " está clavado de mala manera sobre la puerta de madera y en su interior no hay el menor rastro de animales o de personas. Si embargo, a casi cinco mil kilómetros de distancia, en el llamado Barrio de la Puñalá de Madrid, allá por la zona de Getafe, parece ser que se ha montado el belén este año. Allá, entre el trasiego constante de los coches que no paran de circular todo el día por la cercana autovía y las aguas mansas y sucias del Manzanares se alzan chamizos y chabolas donde malviven inmigrantes, maleantes de perra chica y otras gentes de mal vivir. Calles que no han conocido el asfalto jamás y donde unas gallinas picotean en las bolsas de basura que jamás ningún basurero recogerá, farolas que no alumbran porque no saben lo que es una bombilla y casuchas maltrechas alternando con chamizos hechos con cuatro estacas y cubiertas con plásticos sobrantes de algún invernadero es el lugar escogido este año para montar el belén.



Dos paredes medio derruidas formando ángulo, cascotes por el suelo y un techado chapucero hecho con cartones y restos de una placa de uralita de la que cuelgan unos plásticos sujetos con piedras es el escenario en el que se mueven nuestros personajes. Sobre la entrada una barra de neón unida por un " puente " a los cables de la luz y que luce sólo cuando esta llega al barrio.
La Virgen es una indiecita rechoncha como una aceituna de tez cobriza, con una mata de pelo crespo y moreno partida en dos chenchas que coronan unos enormes ojos de almendra que parecen mirar con susto y dulzura a todo lo que la rodea. María es una india aymara que solo sabe ella como llegó desde las alturas del lago Titicaca a los arrabales madrileños. Sostiene entre sus brazos a una bolita de carne envuelta en su refajo de colores y del que solo asoma un piececito gordezuelo y un mata de pelo rizado entre el rebujo de trapo.



 
A su lado, con el aire que da haber vivido de todo en esta vida, está un hombretón de más de dos metros de alto de tez más negra que el barro de las calles. Joe es un nubio que huyó de sus verdes colinas para escapar la masacre de su pueblo por parte de las petrolíferas para caer en manos de piratas sudaneses que lo castraron para intentar domeñar su rebeldía. Dando tumbos por el mundo apareció hace poco por este barrio donde encontró a María a punto de parir,  más sola que la una y juntaron sus miserias para salir adelante, él alto como el sol y ella luciente como la luna llena. Tras ellos, dormitando con parsimonia, una par de perros con más llagas y garrapatas que pelos, dan un poco de calor al Niño.
El barrio se ha revuelto con la llegada de estos nuevos vecinos y pronto se corre la voz entre la cola de mujeres que esperan, cubo en mano, a recoger el agua de un grifo que un munícipe generoso puso en la zona. Los hombres se hacen eco de la noticia y en la tasca de Braulio, una de las pocas casas decentes del barrio, entre golpes con las fichas de dominó sobre las mesas y el humo de los cigarros, comentan la novedad y hacen cábalas de donde vendrán. Pero todos, ellos y ellas, se hacen eco de la serenidad que transmiten María y Joe.





Poco a poco se corre la voz de lo que sucede, traspasando las fronteras del Barrio de la Puñalá y unos por curiosidad y otros por ver algo nuevo, se acercan al chamizo llevando lo que se les ocurre desde ropa vieja a botellas de cazalla para entrar en calor. Mas de pronto, el neón de la puerta comienza a lucir con más intensidad porque aparecen tres nuevos personajes en escena, buscando al niño.
Abriendo marcha viene la Melchora, una vieja travesti canaria que alternaba sus " bolos " en discotecas gay de la periferia imitando a la Jurado, con sustituciones de cajera en un " Mercadona " hasta que una compañera sopló sus tareas extra laborales a la dirección y la pusieron en la calle. Entre sus manos sarmentosas trae un pañolito de encaje en el que lleva las cuatro alhajas que tenía guardadas por un por si acaso.
La sigue Gaspar, un armenio rubicundo y barbudo, de media edad que lleva como ofrenda un par de frascos de ambientador ambiental comprados en un " chino " porque piensa que el sitio puede no oler muy bien precisamente.
Cierra el trío el Balta, un negrito vivaracho que se mueve con toda la gracia del mundo, como si estuviese bailando con las gentes de su lejana tribu. Trae un frasco de crema balsámica que afanó en una droguería y que piensa puede dar suavidad al culito irritado del Niño.



Tras ellos se agolpan los curiosos del barrio y un grupo de " camellos " que esperan sacar tajada del revuelo que se forma. Todos ellos asisten estupefactos al espectáculo que se muestra ante sus ojos. María, Joe y el Niño transmiten tal dulzura, es tan grande la paz que transmiten que todo el mundo se queja en suspenso y solo se oye una música muy suave que nadie se explica de donde procede y una luz irreal baña la escena confiriendo una enorme belleza a lo que estas gentes pueden contemplar.
Más de pronto un ruido ensordecedor de sirenas asusta a todo el mundo y acalla la música celestial y potentes ráfagas de luz mandan al garete la tenue iluminación de la chabola y del tubo de neón. Coches antidisturbios hacen su aparición, dando paso a un tropel de policías que saltan de los coches al barro de la calle. Gritos, empujones y voces destempladas conminan a disolverse a los allí congregados y cada uno huye como puede esquivando la lluvia de porrazos quedando tan solo en escena los perros que ladran asustados y el trío protagonista del desbarajuste que siguen mirando con parsimonia a todo lo que les rodea.


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Una vez el campo libre aparecen una serie de personajes que miran con asco lo que los rodea, temiendo que sus zapatos de lujo se van a ir al carajo con la mierda de la calle. Pieles envuelven los cuerpos de ellas y buenos abrigos de paño lo de ellos. Ania Botija es la primera en hablar " A mi nadie me estropea que Madrid sea capital de la Navidad " mientras abre un termo del que sirve un humeante café con leche que reconforta a su acompañante la señora Cienfuentes, que en fase de recuperación de su fatal accidente da muestras de la humanidad que la caracteriza. Tras ellas, formando un abanico protector, vienen Galiardin que con su voz campanuda explica a su compañero de gabinete que debe endurecer más las medidas para domar a esta gentuza, pero este no parece hacerle mucho caso, más atento al cilicio que lacera su muslo, el derecho como es lógico, que a las palabras de su colega.




Periodistas de " El mendo ", el AB...ustedqueva " y la Razia " toman notas afanosamente estorbando a los cámaras de Interescojonia y de la " Hiena al agua " que desean inmortalizar el evento. Cerrando el coro un selecto grupo de directivos de " El Tajo irlandés " y de  "Brankia " asisten con alivio al comprobar que no se va a truncar su negocio. Desde el interior de un coche blindado se deja entrever la beatífica sonrisa de Monseñor Cañizaverales que no se apea del vehículo por miedo a manchar de barro su larga capa de purpurado que la que solo se desprende para ir a la ducha. Su mano traza una bendición tras otra dirigida hacia sus corderos.
Secretas de paisano toman cartas en el asunto y se encargan de María y de Joe a los que reclaman papeles. " Papeles, venga papeles " y se los llevan junto al Niño en un coche celular camino del centro de acogida de refugiados de Alcobendas donde se termina la fiesta para ellos. Todo está en orden.



Y el mundo respira beatíficamente una vez salvado el peligro mientras en todas los televisores del mundo se repite " Paz en el mundo a los hombres de buena voluntad ".  Y no falta algún resentido que dice " y de las mujeres, ¿ que ? ".









 

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