domingo, diciembre 01, 2013

La salud, lo primero

Mauricio siempre se tomó muy en serio la vida. Bueno, más que la vida, la salud. La suya propia para ser más exacto y desde que dejó a un lado los ardores de la adolescencia y empezó a asentar la cabeza, elaboró todo un programa de vida para que esta fuese lo más sana y duradera posible, leyendo aquí y allá, asistiendo libreta en mano a toda conferencia que tratase sobre estos temas, aburriendo al final al ponente y a los escasos asistentes con su erudición de bolsillo y las preguntas, que siempre consideraba incisivas y hasta vitales. La llegada del internet le proporcionó tal avalancha de información que día a día ha ido añadiendo nuevas pautas de actuación, nuevos cuidados indispensables para seguir siendo una persona sana y, por consiguiente, feliz.


Su vida se convirtió en una seria de rituales indispensables con la única meta de llegar a ser un centenario, pero no un viejo arrugado y tembloroso, sino un centenario pletórico y activo, como esos viejos vigorosos de las pelis americanas. Por eso colecciona todas las noticias sobre las entrevistas que sobre este tema aparecen en la prensa, tanto si se tratase de un pastor de cabras de Manchuria que llegó a los 108 años y que atribuía su longevidad a tomar todas las mañanas en ayunas un vaso de orina de su cabra o la de la dulce viejecita de la Provenza que se merendaba mermelada de manzana y una copita de Calvados llegó a los 112.
Y así Mauricio nada más levantarse se toma un vaso de agua ionizada que depura el organismo y libera algún radical útil para algo. Un puñado de nueces, un tazón de te verde con cúrcuma y jengibre que reducen la inflamación y previenen el cáncer de próstata y un par de plátanos maduros que activan la muerte incruenta de células malignas que pueden andar por ahí perdidas.



Después de la ducha con agua fría y el masaje metódico con extractos de plantas medicinales del Tibet se encierra en su estudio insonorizado para practicar media hora de yoga. Después de probar muchas escuelas se ha decidido por el Tantra yoga que le permite limpiar el subconsciente y promover la claridad del alma.
Con el cuerpo depurado y el alma limpia se encierra con su ordenador hasta la hora de comer. Una suerte poder trabajar desde casa evitando los peligros de la contaminación o el riesgo de contagios en los medios de transporte tan masificados donde los virus campan a sus anchas. Música new age, luz tenue y la jarra con agua ionizada a su diestra le proporcionan la paz de alma precisa para desarrollar sus tareas de especulador en la Bolsa de Nueva Delhi.
Una nueva taza de te verde al final de la mañana antes de prepararse la comida. Siempre verduras, preferentemente crudas. Los garbanzos que previenen el cáncer de páncreas y evitan el molesto estreñimiento. Pero si el cáncer ataca por el colon o el pulmón, nada como brócoli y espinacas, reforzado con repollo que también protege el colon y amplia su benéfico al estómago. Una buena ensalada con cebolla, aguacates, tomates y espárragos que antioxidan y protegen más, lo hacen casi invulnerable a cualquier variedad de cáncer. Como es lógico, todo de cultivo ecológico.




Leche de vaca, ni probarla, que para eso está la soja. El azúcar está maldito y lo sustituye con miel que compra a un pastor que le jura y perjura que sus abejas son " pata negra ". Carne no, que es veneno. El pescado lleva tasas elevadísimas de mercurio. Y la compra la hace lista de colorantes en mano para detectar cualquier substancia prohibida. Al principio se eternizaba mirando con detenimiento todos los envases pero al final ya iba a tiro hecho y no se la daban con queso. Enemigo del café, del tabaco, de las bebidas alcohólicas, todo ello era un cúmulo de tentaciones demoníacas que sabía evitar con energía. Y agua mucha agua, pero siempre ionizada.
Y siempre a la búsqueda de una nueva herboristería, de un remedio mágico, como es lógico del mundo de las plantas, que lo vigorizase al máximo.



A la playa solo al amanecer. Todo el mundo sabe de los riesgos del sol. Sexo poco y con preservativos de doble capa para evitar contagios. Nada más sano que el autoabestecimiento ante su ordenador. Por eso los besos, para nada, que son un fluir de gérmenes. Y por eso mismo se montó en el trastero de casa un gimnasio privado para evitar compartirlo con otras personas, que vaya usted a saber si tienen alguna enfermedad.



Las vacaciones anuales las reparte entre una clínica privada donde hace tratamientos depurativos tipo buchinger, en el que la hoja de acelga le sale a riñón de mico con una semana en Navarra, porque nada como los médicos del Opus para hacer un buen chequeo.
Mauricio iba para centenario. Tenía todas las papeletas. Pero una mañana, al irse a levantar, tropezó con una zapatilla, dio un traspiés y al querer recuperar el equilibrio,  dando una grácil voltereta,  fue a desnucarse contra el quicio de la puerta de su dormitorio. Todos en el tanatorio comentaban al verlo tras el cristal del ataúd que no habían visto otro muerto tan sano como él.






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