lunes, noviembre 18, 2013

Juegos de manos

Para ese amigo que me leía,  al que le he perdido la pista y a quien le debo la idea


Ahora que las fuerzas han menguado, el desahogo sigue estando en mis manos como cuando era un adolescente, aunque se ha modificado substancialmente el modo de llegar a él. Entonces mis manos eran firmes y sin arrugas, la fuerza y el deseo acababan de explosionar en mi cuerpo y gracias a aquellas se apaciguaban estos momentáneamente. Cual sitio era bueno para ello, cualquier situación provocaba el estímulo suficiente para poner las manos en acción.




 
Un roce inesperado, el esbozo de una imagen, un olor no bien definido, el ambiguo sonido de una voz....todo y nada era suficiente para poner las manos en marcha y, tras ellas, todo el ser. De la cabeza al sexo había una vía directa que actuaba a una velocidad vertiginosa y solo era cuestión de encontrar un lugar lo suficientemente recogido como par actuar libremente. Y con rapidez llegaba el desahogo momentáneo que se mezclaba con el creciente desasosiego que era parte integrante de la vida diaria.
Con el paso de los años ese desahogo se ha ido haciendo cada vez más espaciado hasta extinguirse, la urgencia ya no existe y ahora todo ha cambiado.





Las manos se han descarnado y se llenan de huesos que parecen querer seguir cada uno su curso, manchas de todos las gamas del marrón van apareciendo cada día sobre su superficie y la piel se reseca, cubriendo las venas que se marcan como meandros de un viejo río.

Pero esas manos siguen siendo el camino para el desahogo aunque ahora este se haga perezoso y alterne fases de sosiego con otras de agitación que se alternan como las formas concéntricas del agua sobre la que hemos lanzado una piedra. Aunque para lograr esa calma no sea preciso recurrir a movimientos frenéticos de las manos.




Basta con sentarse ante el teclado del ordenador y escribir aquello que te bulle en la cabeza para que, de este modo, puedan fluir las ideas que rondan y rondan buscando salida, penando por conseguir expresar aquello que no deja reposar tu cabeza, porque esta sigue estando activa, las ideas fluyen frescas y allí las venas llevan un caudal tempestuoso, lejos de la parsimonia con la que circulan por los meandros venosos de las manos.
Pero estas manos ahora resecas siguen siendo el vehículo que me lleva al placer, entonces algo urgente y ahora mucho más calmoso pero que siempre ha conducido al mismo fin: hacer vibrar el corazón.


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