jueves, marzo 14, 2013

post nubila, phoebus

Adela contempla las manos quietas sobre su regazo que parecen palomas sin vida y se sobresalta al fijarse en el granate de sus uñas pintadas que parecen añadir una pincelada de sangre, mientras piensa una vez más en que momento de su vida se rompió todo, en que instante dejo de confiar en ella misma e inició ese perderse por los miedos cotidianos que han llegado a convertirse en una segunda piel que la cubriese por entero, ese pavor a cualquier novedad, hasta la más nimia, que altere su rutina.





Se pierde en el laberinto de la memoria evocando si alguna vez hubo risas en su vida, si verdaderamente sintió algún día el calor de su madre cuando la apretaba sobre su pecho, o la mirada de su padre que contemplaba complacido la escena familiar, sin dejar traslucir su satisfacción. O el peso de su amante que la aplastaba contra el tronco de un sauce una lejana tarde de otoño, ¿ era sueño o recuerdo ?. Y el viejo velero en el que costeó las islas griegas, la dorada arena de sus playas, el oro viejo del sol al ponerse en el horizonte ¿ lo vivió alguna vez ?. Sacude sus manos nervudas y por un instante parece que las palomas revoloteasen tomando vida, pero solo es un instante y Adela las deja quietas de nuevo sobre la falda escocesa, mientras pierde su mirada en el polvo dorado que se mueve en el rayo de sol que atraviesa entre las pesadas cortinas de su alcoba, las mismas viejas cortinas de terciopelo azul que ocultaron también la alcoba de sus padres.



Le cuesta recordar cuantos años tiene y cuantos de esos años los vivió realmente y cuantos más los vegetó en un laberinto de recuentos, quieta en su asiento, siempre sentada en el mismo rincón de su alcoba, repitiendo cada día el mismo ritual de vivir sin vida. Levantarse de la cama con indolencia, como si dejase el alma entre las sábanas arrugadas de las vueltas de la noche, sentarse ante su tocador para restañar los estragos de la noche, juguetear con el viejo peine de plata que también fue de su madre, acercarse al vestidor para decidir que ropa ponerse para, finalmente, elegir la misma blusa de seda rosa palo y la falda escocesa con los tonos desvaídos por el paso del tiempo que se pone invariablemente en los últimos años. Y tomarse a sorbitos lentos la infusión de malvavisco porque siempre ha temido padecer de los riñones, quitando con un pañolito de batista los restos de carmín en los bordes de la taza .





Aproxima la mano a la mesita y coge el mando a distancia del vídeo. Le da al interruptor  para ver una vez más la misma vieja película en blanco y negro, " El crepúsculo de los dioses ". La bajada de una alucinada Gloria Swanson por la escalinata de su mansión mientras un hierático von Stroheim finge filmar su vuelta a la vida y el cuerpo sin vida de su amante flotando en las aguas grises de la piscina. Esa imagen siempre la ha fascinado y vuelve una y otra vez a rebobinar la cinta de vídeo para contemplar como el cadáver de Holden parece representar su vida, ese flotar en la nada gris.





Pero no siempre ha sido así, Adela recuerda que en algún momento desbordaba de actividad, que su vitalidad parecía no tener fin, que sentía como su sangre fluía con fuerza y ahora, nada. Como si hubiese subido una cuesta corriendo enloquecida y, de pronto, una barrera invisible, la hubiese frenado.
Post nubila, phoebus. Tras las tinieblas, la luz. Esa frase que venía en el viejo libro de texto de latín que estudió en su bachillerato se le quedó grabado a fuego en la memoria y muchas veces ha intentado encontrarle significado.




Tras las tinieblas, la luz. O a menos eso dicen, pero lleva tantos años a oscuras que, por más vueltas que le dé a su cabeza, no recuerda cuando contempló el último amanecer y no sabe bien como se las arregla para que sus días parezcan transcurrir a lo largo de la noche. La luz, vano sueño. Su mente se abre paso entre las tinieblas que la cercan y cuando el primer rayo de luz se cuela a través de las cortinas de su dormitorio se vuelve a hacer más densa la noche dentro de ella.
Adela piensa una vez más en lo mismo y su dedo aprieta de nuevo el botón que pone el vídeo en marcha y la pantalla del televisor se llena de luz. Luz gris.


1 comentario:

xaby dijo...

Joder Osanxi! Reci´çen levantado me he animado a leer tu relato ... y acaba en muerte! Como siempre tu narrativa es buena, pero esta historia es triste. Espero que no sea un reflejo de una posible depre.