jueves, diciembre 08, 2011

En casa de " el tío Pichinas "


Toña y Chari, las dos primas, siempre parecieron una sola persona tanta era su compenetración, aunque en el físico fuesen diametralmente opuestas. Cuando yo la conocí, Chari era como una vampiresa de pelis de la Metro de andar por casa, rubia despampanante, el pelo con una permanente muy aparatosa, bañanda con toda la laca del mundo, la cara muy maquillada en la que destacaban unos enormes labios pintados de bermellón y oculta siempre la mirada tras unas gafas de sol lo más llamativas posibles y con todo el joyamen puesto, como si fuese un muestrario de un viajante de joyería.
Por el contrario, Toña vestía de cualquier manera, siempre muy aseada, pero sin preocuparse de su aspecto, el pelito moreno con una permanente muy apretada, la cara relavada y sin maquillaje, sin más añadidos que unas gotas de " Maderas de Oriente " cuando se ponía elegante.



Cuando estaban juntas conseguían aislarse de los demás o que los demás no penetrasen en su recinto. Podían estar sentadas cada uno en un extremo de la sala y mantener un diálogo aparentemente sin sentido pero que a ellas les valía para enterarse de todo:
" Oye, ¿ has visto a...? "
" ¿ A quién ? "
" A ese andoba "
" Ah, el de...."
" Si ese, ya te contare "
" ¿ Hace lo de...? "
" Sí, eso mismo ".
Y tu mirabas a una y a otra sin enterarte de nada, viendo la cara de satisfacción de las dos que con cuatro palabras y medias docena de gestos se habían puesto al cabo de la calle sobre lo que les interesaba.



Desde niña estuvieron juntas, la vida en la postguera era una continua lucha por salir adelante pero las dos se enfrentaban a todo con tal de sacar lo preciso para el día a día. Crecieron, se casaron cada una a su manera y aunque sus vidas se separaron en parte, siempre siguieron muy unidas. Toña fregó todas las escaleras del mundo y se dejó los riñones limpiando la mierda de unos y a otros para sacar la familia adelante mientras la Chari, no se sabe por que contactos, consiguió un kiosko cerca del Banco de España donde en poco más de un metro cuadrado vendía todo el género posible, desde chuches y bolígrafos Bic hasta condones o tabaco rubio de contrabando. Se hizo una estraperlista a lo grande, con contactos en Hacienda que la avisaban de posibles controles para esconder la mercancía y se hizo rica vendiendo tabaco. Más de una noche aparcaba una furgoneta ante el portal de su prima y en un trastero de la casa de la Toña oculto tras un perchero se amontonaban cajas de " LM " y de " Chester " hasta que desapareciese el peligro.



A la Chari las joyas siempre la habían volvido loca y en cuanto tuvo posibles se lanzó a comprar todas las posibles. Pero todo lo que ganaba por un lado se le iba por el otro, eran demasiados los que vivían a costa suya aunque, como siempre fué muy rumbosa, no le importaba gastar.
La Toña mejoró poco a poco, el marido entró a trabajar en una fábrica y los hijos traían el jornal a casa, ya no era preciso ir al fiado para la compra diaria. También su prima mejoró, se volvió toda una señora de andar por casa. Las mejores familias, aquellas que estaban tronadas y necesitaban dinero para mantener las apariciencias pasaban por su casa y le vendían tan pronto vajillas de la abuela como un aderezo de brillantes. Y las putas de lujo se hicieron sus mejores clientas.
Pero a la Chari se le hizo pequeña la ciudad. Bueno, más que a ella, a los hijos que se la comían por los piés. Trasladaron sus reales al levante en la época de oro del " pelotazo " urbanístico y compró apartamentos para todos y les montó negocios para que hiciesen algo productivo en la vida.



Pero tanto gasto hizo que el dinero flojease. Y empezaron las visitas cada vez más frecuentes al negocio del " tío Pichinas ", como llamaban en su argot las dos primas al Monte de Piedad. La Chari empeñaba sus mejores joyas y la prima se hacía cargo de las papeletas y se encargaba de pagar peridódicamente los recibos para no perder tanta pedrería.
A pesar de la distancia nunca perdieron el contacto y la Chari, de pronto, llenaba el coche de uno de los hijos con garrafas de aceite, sacos de naranjas o paquete de café y se iban de una tacada a ver a la prima y, de paso, controlar sus posesiones. Y a pesar de llevar un año sin verse, a los dos segundos de estar juntas ya se habían puesto al día de todo.
Pero el tiempo no perdona y a la buena de la Toña le dió un buen jamacuco. Una subida de la tensión, una bajada del sintrón, la puta diabetes....o la suma de todo la dejaron tundida en una cama de hospital donde, a pesar de los vaticinios agoreros del médico de guardia, salió malamente adelante.



Superada la primera fase llegó lo más tedioso. Horas y más horas de hospital esperando el más mínimo de los avances, pero la cabeza seguía teniéndola en otra parte. No hablaba, no respondía más que con apretones de manos y comía maquinalmente, se pasaba las horas sentadas con la mirada perdida en sabe dios que mundos. Pero poco a poco reapareció su genio, aunque seguía sin hablar y comenzó a rechazar las aburridas papillas de la dieta.
Un día llegó su sobrina, muy dispuesta y muy mandona ella y dijo que con ella seguro que no se negaba a comer. Así que comenzó a endilgarle cucharada tras cucharada de puré insípido que la buena de Toña engullía como los pavos. Hasta que, harta de todo, agarró el vaso de agua y lo vertió sobre el cuenco de comida con una sonrisa de triunfo en su cara.



Pocos días después, a media tarde, oimos un parloteo en el pasillo que se acompañaba de un taconeo fuerte. Se abrió la puerta y apareció la prima, era Chari que venía rodeada de su cohorte. Llamativa como siempre, más teñida de rubio si cabe y con sus inseparables gafas de sol, un enorme bolso de marca al brazo, entró como un torbellino en la habitación y la cara de Toña se iluminó de alegria. Tras un rato de visita desapareció como había llegado, igual que un torbellino prometiendo que volvería pronto.
Y así fué. Al cabo de un par de días reaparecieron y tras las frases de cumplido, Chari soltó lo que la estaba ahogando. Resulta que su prima tenía todas las papeletas del " tio pichinas " a su nombre y que las debía de tener guardadas en vaya usted a saber que sitio. Por eso, si las cosas iban mal, Dios no lo quiera, Chari perdería todas las joyas que tenía empeñadas.



Y comenzó la búsqueda. Todos los hijos de Toña peinaron la casa en busca de las malditas papeletas. Unas aparecieron en la bolsa de las pinzas de la ropa, otra en el neceser del baño u ocultas en una cazuela. Pero no estaban todas. Tras muchas vueltas encontraron las papeletas que faltaban envueltas en una bolsa de plástico tras la tubería del fregadero. Y ahora quedaba lo peor. Toña no tenía sus plenas facultades y cuando la Chari llevó a un notario al hospital para que su prima pudiese firmar un poder autorizando a un hijo que la representase, el buen funcionario se negó en redondo al ver el estado en que se encontraba todavía.
Y hubo de armarse de paciencia para que la naturaleza siguiese su curso. Cada dos días llamaban preguntando como estaba o mandaba a uno de los múltiples parásitos que vivían a su costa para interesarse por el estado de la prima.



Hasta que Toña comenzó a hablar, la verdad no con mucha soltura pero la Chari puso a todos en marcha y volvieron el mismo notario de la vez anterior. Este tomó cartas en el asunto y redactó el poder otorgado por Toña en favor de su hijo Jaime para que la representase en tema tan acuciante. En cuanto estuvo firmado, liquidaron la cuenta con el notario y se llevaron a Jaime en volandas a las oficinas del " tío Pichinas ".
Allí nuevo escrutinio de las papeletas, se hicieron las cuentas y Toña abriendo su bolsazo sacó un fajo de billetes para dejar las cuentas en paz. Y así se acabó el susto.
Toña mejoró y todavía tuvo unos años en los que pudo ser feliz. Ahora está en una estrella, esperándonos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

joder joder joder que bonito recordar pero unas gotas de mis ojos ya me has echo escapar

pequeño dijo...

joder joder joder que bonito recordar pero unas gotas de mis ojos ya me has echo escapar

Rubentxo dijo...

Siempre que te leo, acabo sumergiéndome de lleno en esos relatos que intuyo cargados de realidad.
No hay nada tan interesante como los paisajes humanos.
Le mando un beso a Toña, allá en su estrella.