domingo, noviembre 27, 2011

Cierta información es nociva. La ignoracia, mucho más


Noticias leidas en los diarios:
" El arzobispo de Granada afirma que la mujer que aborta legitima al varón para que abuse de ella.
" Un alcalde de una ciudad peruana afirma que se ha comprobado que beber el agua del grifo provoca la homosexualidad ".



Hermitas, sentada ante una de las mesas de la cocina, da vueltas lentamente al azúcar que ha añadido a la taza de café. La perola que acaba de llenar con agua del grifo está al fuego esperando que comience a hervir para añadir los macarrones. Con pasta y salsa de tomate la comida de los críos está asegurada. Las pechugas de pollo ya las ha frito previamente y las reserva al calor. Tiene tiempo para pensar, siempre piensa en lo mismo. Su vida nunca ha sido fácil pero ahora está en una etapa de la misma en que ya le da todo igual. Piensa que peor de lo que le han ido las cosas, no van a poderse poner. A través de la puerta de la cocina le llega el revuelo que hacen los niños que están en la sala de juego. Mira el reloj colgado sobre la puerta y comprueba que todavía falta una hora para comer. Tranquilidad hasta entonces.



Así que puede seguir con los suyo, pensando en su puñetera vida. Lo que peor lleva es que su hija no ha querido volver a saber nada de ella, tanta fué la mierda que acumularon sobre sus espaldas durante el preoceso de divorcio. Y eso ha sido demasiado para la cría. Pero es que a nadie le interesaba saber que había abortado y esa fué la guinda que coronó la tarta de mierda. Hermitas sabe que no le quedó más remedio que abortar, que no estaba dispuesta a sacar adelante a otro hijo que le hubiese hecho ese cerdo. Pero follar en contra de sus deseos, eso no era delito. Delito fué negarse a seguir a su lado y gastarse los ahorros en una clínica de Málaga para sentirse limpia de él.
El juez y los abogados, sí hasta su abogada que presumía de feminista, se pusieron en su contra y perdió la custodia de su hija. Eso y la poca la honra que le quedaba. Tuvo que tragar con todo y después desaparecer. Un nuevo pueblo, un nuevo nombre, un pelo nuevo, un cuerpo nuevo. Bueno, no tan nuevo, los disgustos hicieron estragos en su figura pero ahora pasa de que la miren por la calle. Al contrario, prefiere saberse invisible.



Gracias a que encontró este trabajo de cocinera en una guarderia. Espera conservarlo para comprobar si las cosas salen como ella espera. Recuerda haber leido en algún sitio que el agua del grifo provoca homosexualidad y ahora procura conseguir su venganza. Cada día se encarga de vaciar las botellas de agua que traen los críos en su bolsita con el almuerzo y rellenarlas con el agua del grifo. Y lo mismo hace con las botellas de la comida o de la que emplea para guisar. Pero ha de tener cuidado porque un día se equivocó y también hizo lo mismo con las botellas de las cuidadoras y alguna se quejó de que el agua de la comida sabía a cloro.
Hermitas se levanta y comprueba que el agua de la perola ha empezado a hervir. Añade un puñado de sal y un buen chorro de aceite antes de agregar los macarrones. Remueve bien y se vuelve a sentar para terminar el café que ya se le ha quedado frío. Un remusguillo de satisfacción le va subiendo por el pecho. Ayer, al servir la comida a las cuidadoras, oyó comentar a la pedagoga, con la voz muy preocupada porque no comprende que está sucediendo con los niños.



Desde ahce un tiempo los chicos no hacen más que mirarse ante el espejo de la sala de juegos para ver si llevan la ropa bien puesta y no hacen más que actividades tranquilas, les encanta recortar muñequitas de papel y vestirlas o se reunen en rincones a jugar a las casitas. Por el contrario las crías adoptan actitudes de machitos, les encanta pegarse y no hacen más que subirse las mangas del chandal para comprobar si tienen " bola " en el brazo, o se enzarzan en peleas sobre las colchonetas y juegan a pegar tiros. Algo no anda bien, opina la pedagoga, piensa que hay que convocar una reunión de educadores y buscar en que se pueden equivocar.



Hermitas apura las últimas gotas de café, pone la taza en el fragadero y se dispone a escurrir la pasta. La salsa de tomate espera caliente en una cazuela. Y las botellas de agua, ya cambiadas, están formadas en fila como si fuese un pelotón de soldados. Avisa por el interfono que está todo preparado y comienza a servir las comidas. Piensa que, si todo sigue así, estos niños no buscarán mujeres el día de mañana y que las niñas no se dejarán apechugar por ningún machito.
Y es que la información, ya lo he dicho antes, no es buena siempre.

PD. Shí, ya shé que Hermitas se eschibe shin hache pero mhe apheteció escribirlo ashí. Lho shiento por los phuristas.

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