viernes, julio 22, 2011

Cosas de críos


Pablito es tan enemigo del baño que quisiera vivir en La Mancha. " Allí no hay que lavarse, ¿ verdad mamá ? " pregunta sin un atisbo de esperanza mientras su madre le enjabona enérgicamente la cabeza para cegarlo a continuación con el chorro de la ducha. " Que me quemas " parece decir pues el agua casi ahoga sus palabras.
Pablito es rubio, con un cutis muy blanco, como si el sol pasase siempre a su lado sin dignarse atravesar su piel y con sus grandes ojos azules se come el mundo a bocados.
Y es incansable en sus quejas. Conserva siempre la esperanza de que, en el último momento, su madre se enternezca y no le frote las rodillas llenas de mugre con la piedra pómez o le obligue a ponerse un calzoncillo limpio. " Ahora que me había acostumbrado a este, me pones otro, me va a escocer todo ", protesta. O los dolores, multiples dolores de todo tipo, fugaces pero constantes que le asaltan cada mañana antes de salir para el colegio. La tripa, la cabeza, el pié, los ojos, cualquier localización es buena para sentir un repentino dolor que le redima de la tortura del colegio, de las regañinas de la profe, de los empujones de los otros críos en el patio o de las miradas tiernas de Berta que se ha autoproclamado novia suya. Pero su supuesta mala salud de hierro le juega estas pasadas y se ve obligado a arrastrar la cartera desganadamente camino del martirio, en lugar de querdarse en casa de la abuela, supremo refugio.
Claro que su mayor tortura viene de su hermano Pedro. Un año mayor, casi una palma más de alto y un aire decidido que contrasta con el apocado de Pablito, se ha empeñado en que quiere ser veterinario de animales venenosos y devora enciclopedias en las que hablan de bichos raros. Ahora está entusiasmado con el avispón gigante japonés y busca todos los datos sobre él en el libraco que ha sacado de la biblioteca. Curioso bicho, le cuenta a su madre. Vive en el Japón, es muy grande y tiene un aguijón con el que inyecta veneno capaz para matar a una persona. Es enemigo de las abejas y las atacan si van solas. Pero como la naturaleza es muy sabia, estas han ideado un sistema de defensa. Cuando el avispón llega cerca del panal suelta un líquido que avisa a los otros avispones. Pero las abejas, que no son bobas, tocan a rebato en la colmena y salen a cientos como locas y se disponen a su alrededor formando una barrera que hace subir la temperatura ambiente hasta los 47 grados, lo que hace que el avispón casque mientras aquellas se quedan tan pichis porque soportan hasta dos grados más.
Al oir esas explicaciones Pablito chilla aterrorizado. " Mamá, ¿ ese bicho mata ?. Pedro solo quiere ser veterinario para darme miedo....". Pero Pedro dice que no sea mariquita, que ese bicho no está en España y que el próximo año, para los Reyes, va a pedirles una pareja de tarántulas cojas para poder curarle las patitas, un avispón asesino para dejarlo en el asiento de la profesora y una piraña para que nade en la pecera de la cocina. " Aunque tampoco estaría mal un alacrán " y pronuncia la palabra machacando la última sílaba como si la estuviese masticando. Aunque, de momento, se contenta con cazar algún saltamontes en la tapia d ela huerta.
Los hermanos se enzarzan en una espiral de discusiones. Uno de los críos llora, el otro chilla y se ríe, aumentando el griterio hasta un límite que ya no es llevadero y la madre zanja la situación como mandan los cánones. Se saca la chancla, arrea un par de zapatillazos a cada uno y tras un estallido de llanto, se hace la calma. Aqui paz y después, gloria. La perra, que tiene larga experiencia en estas trifulcas, piensa que está mejor quieta en su rincón, no sea que se encuentre algo
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