lunes, julio 18, 2011

Cual un dios del Olimpo


Victor sale de la panadería lanzando pestes entre dientes, otra vez esa mala puta le ha dado la peor de las barras que tenía en el estante y a los yogueres le faltan un par de días para caducar. Cruza la calle a la carrera porque aquí los conductores llevan los coches como locos, cualquier día me dejan chafado como una cucaracha contra el asfalto, rezonga y llega al portal de casa. Mierda, dice levantando el pié con disgusto, porque ha pisado una cagarruta de perro. Estas malas putas sacan a mear a los perros y no se les ocurre llevar una bolsa para recogerlo, masculla mientras pasa la suela del zapato por el reborde del bordillo.
Al meter el llavín en la cerradura del portal, se abre la puerta de golpe y salen alborotando los hermanos del tercero derecha y se tiene que apartar para que no lo arrollen. Y como es norma en el vecindario, ni saludan ni piden disculpas y eso que le han tirado la barra de pan al suelo.
El portal está casi a oscuras, algún hijo de puta habrá jodido las bombillas y se encamina hacia el ascensor con la vaga sospecha de que hoy tampoco funcionará. Pero se equivoca, abre la puerta y entra pero, antes de darle al botón del quinto, se lo piensa mejor y decide subir las escaleras a pié, de este modo podrá hacer algo de ejercicio, que bien le viene a su tripa y podrá encabronarse un poco más, que es lo que más le apetece en este momento.



Al pié de la escalera oye risitas y mira de reojo al pasar, la marrana de Paulita que se está dando el lote con alguno debajo de la escalera, esta tipa se lo monta con cualquiera. Comienza a subir despacio porque le esperan 127 escaleras hasta llegar a su puerta y en el camino siempre puede aparecer algo que aumente su mala leche. Tras la puerta del segundo-centro oye bronca, esos dos seguro que se están zumbando, cualquier día salimos en los noticiarios piensa con una pizca de rabia y un mucho de alegría, seguro que no se equivoca.
La puerta del tercero izquierda está entreabierta y al pasar saluda a la abuela que han dejado sentada para que se divierta viendo a la gente que pasa, también las cabronas de sus hijas podían sentarla en el balcón para que la pobre se distraiga aunque, dado como tiene la azotea, la pobre le daría igual. Cabronas, suelta mientras llega al cuarto piso. Allí se acaba de enfuerecer, la música bakalao sale a todo trapo tras la puerta de la derecha compitiendo duramente con la bronca que arman los de Telecinco. Estos sí que me van a dar la noche, pues que me calienten que bajo y les monto un buen pollo o llamo a los municipales, aunque estos mamones no harán caso, como siempre.
Llega a su puerta, la abre y enciende la luz del recibidor-cuarto de estar-comedor-despacho-cama de invitados que tiene poco más de tres por tres metros. Al fondo, el espejo rescatado de un armario viejo, le devuelve la imagen. Sus cuatro pelos desordenados, la cara cetrina con barba de tres días, su aire de cansancio y cabreo le contemplan desde el espejo.
Abre la ventana de la terraza y apenas lo hace, entra una bocanada de aire caliente y húmedo, mezclada con el aroma del jazmin que crece en un rincón de la terraza. Va a la cocina, prepara una bandeja con un poco de queso, el pan, coloca un par de yogures y saca una cerveza muy fría de la nevera. Se sienta en el sofa y mientras picotea con desgana, hace zapping pero en la tele, como siempre, nunca hay nada que llame su atención.
Vuelve a la cocina y deja la bandeja sobre la mesa. Se prepara un café, echa un buen chorro de ron en un vaso. Mierda, se ha acabado el hielo, pues nada, a palo seco. Se sienta ante la mesita del rincón, y mietras se pone en marcha el ordenador, se lía un par de porritos. Esta noche ha de ser divertida, piensa. Se aisla con los cascos para no oir el estruendo que sube del piso de abajo y busca música del Bruce, que siempre le da marcha.
Se retrepa en la silla y comienza a dar caladitas al porro mientras busca sus presas para esta noche. Comienza a elegir entre sus contactos a aquel que pueda servirle de diversión y se siente alegre porque nota la mala leche rebullirle en las venas. A ver, este. No, hace poco que tuvimos bronca. Este, tampoco, me ha cortado el contacto...Y sigue buscando hasta que dar con el primero de la noche. Pedro, un chico gordito de Soria con el que chateó hace un tiempo. Recuerda que le contó que iba en silla de ruedas. Perfecto. Y, cual un nuevo Zeus justiciero lanza los dardos de su veneno por internet como si fuesen los vibrantes rayos de un dios del Olimpo. La técnica es sencilla. Conoce a una persona por internet, charlan durante unos días, despuesespacia los contactos hasta que llega el día en que puede jugar con él. Es fácil utilizar la vida de los demás y él procura conocerla a lo largo de charlas distendidas. Después busca las facetas negativas y las repite machaconamente, riéndose con las respuestas de los otros, al principio de incredulidad y despues de rabia. Cada uno reacciona distinto, es un buen modo de conocer como es la gente, piensa divertido, mientras enciende otro porrito. Algunos, los menos, no responden a sus dardos o le preguntan directamente si está bebido y después pasan de él, pero en otros nota la rabia en cada una de las respuestas. Eso sí, procure elegir siempre personas que estén lejos para evitarse algún sofoco en mitad de la calle.
Las tres y cuarto de la madrugada. Un rayo, esta vez de verdad, rasga el cielo e ilumina las plantas de su terraza. Gruesos goterones de lluvia empiezan a caer y el aire se llena de tierra mojada. Lanza la última andanada por internet, cierra la ventana y apaga el ordenador. Una vez en la cama, todavía excitado después de la sesión de internet, deja que sus manos actuen libremente y siente como le invade la paz.

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