domingo, mayo 08, 2011
Adrian
Adrián más que feo, era raro. Su cuerpo parecía hacer sido formado con los despojos de otras personas y lo último que pudiera evocar su presencia es la sensación de armonía. Unos pies descomunales sostenían unas piernas largas y finas como patas de araña que se asentaban sobre unas rotundas caderas más propias de una bailarina de vientre libanesa que de un adolescente. Sobre estas se apoyaba un tronco largo yhundido en el que el pecho quisiera besar la espalda y de unos hombros rotundos y musculados colgaban dos bracitos que se dirían de un niño de cinco años y que se balanceaban rigidamente cuando Adrián caminaba. Coronando este dechado de imperfección, una carita de angel parecía perderse en una nube de cabellos tan rubios que le hacía parecer un albino.
De niño sus padres lo llevaron en peregrinación de médico en médico para encontrar una causa que explicase tal descabalamiento y a pesar de acribillarlo a pinchazos, o de radiar hasta el último átomo de su cuerpo e intentar encontrar alguien semejante a él en los libros de síndromes raros, no hubo modo de encontrar donde encasillarlo, hasta que sus padres, cansados de dar vueltas y viendo que el niño crecía bien, aunque a trompicones, decidieron dejarlo en paz y admitir que tenían en casa no un hijo, sino una suma de retazos sobrantes de otras personas.
Los primeros años intentaron mantenerlo protegido de los demás, pero hubo un momento en que ya no les quedó más remedio que lanzarlo al mundo y enfrentarlo a la curiosidad de todos, a las bromas crueles de otros chicos de su edad. " La grulla ", " el saltamnontes ", pocos fueron los animales del listado zoolóogico cuyo nombre le adjudicaron como mote desde el primer día que apareció en el patio del colegio. Y entonces comenzó de nuevo la rueda de visitas a los psicólogos, a los pedagogos y a los psicopedagogos o los orientadores escolares para que Adrian no se traumatizase en exceso.
Pasaron los años y Adrian siguió creciendo a trompicones refugiándose en si mismo, en sus libros y en las canciones llenas de tristeza que le gustaba componer para matar la soledad. Solo una época del año le gustaba, la semana santa porque podía pasar por las calles oculto bajo el capuchón sin que nadie se volviese a su paso.
Hasta que un día, en uno de esos raros momentos en los que salía de su casa, fue descubierto por un cazador de talentos y apareció en un programa de televisión. Le hicieron cantar tan solo un par de temas, su actuación fué colgada en la red y pronto se convirtió en una de las más visitadas. Su fama creció como la espuma y pronto llovieron los contratos, las adolescentes lo imitaban y había que echar a escobazos a las chicas y a más de un chico de su camerino.
Primero fué Almodovar que lo unió a Roxy de Palma en una película, a la que siguieron varias más hasta que Spielberg lo contrató para una nueva versión de E. T. con la que consiguió llegar a la noche de los Oscars. Ahora todos los catálogos de las más afamadas clínicas de cirugía estética de todo el mundo, figura su imagen como el modelo a imitar más deseado por toda la clientela.
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