Maldita sea mi rabia

De pronto se agolpa la rabia dentro de mi, no sé como darle salida, quisiera gritar y lo único que me sale son lágrimas idiotas, tristes lágrimas de impotencia que sé que no sirven para nada. Nada, eso es lo que siento, una nada esteril y mezquina por no poder expresar lo que siento, por no poder gritar a la cara de ella todo el barro que se ha ido acumulando en mi memoria, esa basura que ahora se agolpa en mi garganta y no me deja respirar.
Maldita sea ella. Ella es hermana de mi padre, la pequeña, la que cuando aquel se murió fue la encargada de seguir jodiendo a mi madre, ahora con mayor libertad al faltar el poco miedo que podía inspirarle su hermano. Han pasado mucho más de cuarenta años desde que la ví por última vez pero hay recuerdos que parecen grabados a fuego en la memoria: una noche de verano, con las ventanas abiertas de par de par suben hasta el tercer piso donde vivíamos las risas estrepitosas de ella que se despedía de unos amigos en la calle. Después su taconeo nervioso por las viejas escaleras de madera y su entrada en nuestro cuarto de estar con cara de tarasca enfurecida, mi madre atemorizada preguntándole si quería cenar algo y para nosotros ni una sola frase amable. Nunca pude entender ese " no digas nada, que haya paz " que decía mi madre para acallar mis quejas, mis ansias de plantarle cara. Esos recuerdos son los únicos que conservo. Menosprecios a mi madre, malas palabras dichas con fría rabia, " eres una señoritinga de pueblo ", " nos robastes a nuestro hermano para que nos muriésemos de hambre "......



La última vez que hablé con ella fué a través del teléfono cuando conseguimos cortar amarras. Antes, mil tretas suyas para evitar que pudiésemos vender nuestra casa y abandonar su círculo de influencia, cerillas metidas en la cerradura, atemorizar a los posibles interesados en comprar y su estallido de rabia cuando conseguimos venderla. Recuerdo muy bien que le dije " quisiera estar presente cuando te entierren para que te pongan boca abajo en la caja por si no estuvieses verdaderamente muerta, para que escarbes hasta el infierno ".
A lo largo de todos estos años nunca más quise saber de ella ni volver a verla, imagino que tampoco tendría muchas ganas de hablar conmigo. Enfermó mi madre, unos meses que quiero y no puedo olvidar y a su muerte ni ella, ni nadie de la familia de mi padre nos dijeron un ahi te pudras. Y ahora ella se ha quedado viuda, se había casado ya vieja con el que podemos llamar piadosamente su novio de toda la vida. Pero mi ataque de furia, de mala baba, lo ha desencadenado el saber que los míos, los que quiero han acudido una vez más a rendirle pleitesía, a dar el pésame a la viuda y a acompañarla en su dolor. Porque a ella no la perdono, aunque quisiera olvidarla. A ella y a toda su ralea. Y mientras, mastico la bilis, espesa como mi rabia.