sábado, enero 01, 2011

¿ ESTO ES VIDA ?. AGUEDA


Cuando yo era pequeño toda nuestra familia se apiñaba en un sotabanco del Barrio de la " Prospe ", al principio de la Lopez de Hoyos, desde cuya portería mi madre reinaba con amabilidad o mano dura, de acuerdo a la que ella opinaba de la catadura de cada uno de los vecinos de la casa. Cuando era tiempo de escuela nos levantaba a los cinco hermanos a toque de corneta y tras calentarnos el estómago con unas sopas de leche y pan, nos restregaba por orden la cara en la pila del fregadero y después de repeinarnos, con el pelo chorreando agua y gomina, nos enfilaba hacia el cercano colegio " Isidro Almazán ", nos sin sermonearnos una y mil veces que no nos parásemos con nadie por el camino. A la Montse, mi hermana mayor, le confíaba la tartera con el almuerzo para mi padre, al que se lo dejaba al pasar ante la imprenta donde trabajaba como tipógrafo compaginando páginas.

Recuerdo que muchas tardes, al volver hacia casa, nos cruzábamos con un hombre mayor que tenía una enorme melena blanca con el pelo todo revuelto como si sus cabellos estuviesen enfadados entre si, medio oculta por un sombrero de alas anchas, envuelto el cuerpo en una capa de paño y que se paseaba por el barrio con una dulce sonrisa colgada sus labios y que cabeceaba saludando al paso de los que nos cruzábamos con él. Un día oí decir a la señora del kiosko, señalándoselo a un cliente que ese viejo era un poeta " rojo " que había tenido que salir de España tras la guerra y habia vuelto ahora que se había muerto Franco. Me agaché como si tuviese que atarme el cordón de las botas que en realidad siempre llevaba sueltos para pegar la oreja y así me enteré que era uña y carne de " La Pasionaria ". Al oir esto di tal traspiés que casi me voy de morros al suelo.
" La Pasionaria ". Lo peor de lo peor según decía Don Blas, el cura que nos daba religión y que andaba todo alborotado desde que habían legalizado a los comunistas. " Ese Suarez pretende que tengamos otra guerra ", decía un día y otro en clase, olvidándose de que aprendiésemos los siete pecados capitales o los diez mandamientos. Y añadía que su mayor deseo es que esa mujer tuviese un accidente de coche frente al colegio y que, cuando se sintiese morir y pidiese confesión, poder acercarse él a los restos retorcidos del vehículo y escupirle a la cara que la dejaba morir sin confesión, por " roja ".
Pero volvamos a mi casa. La del segundo segunda realquilaba habitaciones con derecho a cocina porque la pensión de viuda no le alcanzaba para terminar el mes. Recuerdo que allí vivían tres hermanas. La mayor se llamaba Balbina, un nombre que ni pintado para una mujer tan fea como ella, con un cuerpo gordo e informe, la cara llena de verrugas y unas gafas de pasta de culo de vaso, con la mirada de miope siempre fija y el ceño fruncido, todo eso coronado por un moño apretado. Se pintaba los morros de rojo bermellón, como si se diese brochazos, yo creo que para que nadie se fijase en el resto de ella. Un día desapareció y según oí cuchillear a mi madre con el lechero que venía cada día desde la vaquería, se fugó con un viajante de lencería fina de Ponferrada.
La segunda es la que podíamos considerar más normal. Tal vez por ello se me ha olvidado su nombre. Era una chica muy fina que trabajaba de dependienta en una mercería del barrio. Tuvo mucha suerte, según comentaban las vecinas, porque se echó un novio que trabajaba en la " Pegaso " y que todos los días, cuando venía a pelar la pava con ella, se acercaba a la porteria para saludar muy fino. Cuando se casaron nos mandaron una fuente enorme de pasteles y ese día nos dimos el atracón toda la familia a cuenta de los novios.
Y queda la tercera, Agueda. Era con mucho la mayor de las tres hermanas, una mujer muy coqueta a la que no se le conocía oficio ni beneficio y siempre fué un misterio saber de donde sacaba el poco dinero que necesitaba para vivir. Claro que era un misterio más en una mujer llena de secretos. Desde que se fueron sus hermanas se quedó sola como realquilada en el segundo segunda. Se levantaba tarde, hacia mediodía y después de emperifollarse pasaba por la portería a saludar a mi madre y se iba a comprar el pan, una barra y un colín, se paseaba por la acera de los impares mirando los escaparates, saludando a las vecinas y se volvía a casa. Siempre comía lo mismo tanto al mediodía como a la cena, una sopa " Maggi " o se preparaba un caldito con una pastilla de " starlux ", porque decía que era lo más sano para una mujer como ella, que no gastaba energía en nada. Después de comer, la siesta era un rito sagrado porque así se quitaban las arrugas.
Tras la siesta se volvía a acicalar bien, siempre fué una mujer primorosa y muy presumida. Salía de nuevo a la calle para hacer el paseo más largo del día e iba caminando despacito hasta la placita donde se hacía vida de barrio. Allí, en los bancos que rodeaban la boca del metro, la gente se reunía en corrillos, sobre todo la gente mayor que se enzarzaba en interminables charlas para contar sus batallitas.
alrededor de una boca de metro donde todos los mayores del barrio se juntaban a contarse todas las batallitas. Llegaba Agueda a la plaza Prosperidad, se compraba una bolsita de pipas de girasol y se sentaba en un banco esperando que alguien se sentase a su lado para pegar la hebra, mientras masticaba las pipas muy, muy despacito para matar mejor el hambre. Pero si quien se sentaba a su lado era un hombre desconocido, se la notaba muy incómoda y pretextando una excusa, saludaba y se iba a otro lado. Y ese era otro de los misterios de Agueda, que nunca se le conoció novio.
Además no sabía ni leer, ni escribir por lo que bajaba a la portería para que cualquiera de nosotros le leyésemos las raras cartas que recibía de sus hermanas o para que le escribiésemos los christmas en navidad. Y si tenía que llamar por teléfono me pedía que la acompañase a la cabina que había en la acera delante de casa para que le marcase el número. Al terminar de hablar siempre me daba una peseta y me decía que la guardase bien.
Nadie conocía su edad, era un verdadero secreto de estado y todos le echaban sobre los sesenta años por eso el día que se supo, no sé muy bien a través de quien, que tenía 72 el revuelo que se formó en los corrillos de la plaza Prosperidad fue enorme. Claro, decían las más envidiosas, si nunca ha dado un palo al agua es normal que se vea tan joven. Y con esos potingues que se embadurna la cara, que nadie se explica como los compra pues siempre anda quejándose que no tiene una peseta...
Casi todas las noches bajaba a la portería, y se acomodaba con mi madre en la camilla bajo la cual ardía el brasero de carbón, las dos manos a mano quejándose de cual es la que tenía más dolores. De este modo la buena de Agueda tenía calor y compañía. Pero muchas veces las dos acababan discutiendo, recuerdo una noche en especial en la que decía que eso de que los hombres hubiesen llegado a la luna era una tontería, que todo estaba trucado y que era un engaño de los americanos.
Una tarde bajó muy triste a despedirse de todos. No podía sostener la habitación donde vivía y se iba a una pensión más económica. Nosotros le fuimos perdiendo la pista pero mi madre sí seguía viéndola de vez en cuando y por ella supimos que duraba muy poco en cada pensión pues o bien se enfrentaba con las dueñas, en la mayoría de los casos viejas locas, o no le alcanzaba para pagar.



Pero siempre igual de presumida, así sigue con sus noventa años a cuestas, sola y vegetando en cualquier pensión de tres al cuarto hasta que todo se apague, una de tantas personas que nunca tuvo un verdadero afecto, ni tuvo inquietudes por leer o viajar. Sola, pasando la vida o dejando que la vida pase sobre ella.

6 comentarios:

relatosweb dijo...

Gracias por el post...Feliz año amigo. Un fuerte abrazo

P.D: aunque las aportaciones sean a cuentagotas, seguiré intentando mantener esto lo más vivo posible. Cuestión de tiempo y falta de recursos creativos (supongo)

lo dicho, un abrazo y sigue con tu prosa que es fantástica

Anónimo dijo...

bonito como siempre

alejandra dijo...

Feliz año nuevo y que esta nueva década que comienza nos regale nuevos momentos literarios... Un abrazo

cal_2 dijo...

gracias a vosotros por tener la paciencia de leer. Feliz año y un abrazo a todos

Rgp dijo...

Hola Carlos, el relato me ha gustado mucho, recuerda otros tiempos, cuando todo parecía más humano, cuando todo era tan dificil.

Gracias por tus palabras en mi blog, yo también tengo uno donde cuelgo pequeños relatos de historias inventadas. Escribir es un placer.

Te deseo un feliz 2011, lo que nos da la felicidad es diferente para cada uno, pero la salud es importante.

El oso blandito dijo...

coño...y decias de empezar el 2011 triste....eso te pasa por escribir tan bien y hacernos sentir cosas.
Eah, culpa tuya