lunes, julio 12, 2010

" El Pira "



Fran es un niño vivaracho y está en esa edad en la que todavía la espontanidad de sus actos no está reñida con la vida diaria. Poco más de cinco años, menudo como una lagartija, el pelo rubio que se rebela contra todo aquello que quiera domarlo, rapado en las sienes como si tuviese un código de barras, la cara llena de pecas que hacen pensar inmediatamente en que pueda ser un trasto y unos ojos verdes con chispas de miel tas los cuales hay una mirada limpia con la que parece comerse todo lo que está a su alrededor y en las que a nadie le importaría sumerjirse.
Pero hoy Fran está triste y suys ojos color miel están enturbiados por un velo de lágrimas, bueno, el derecho porque el otro lo tiene oculto tras un parche de papel. Hipando en un rincón de la cocina le pide a su madre que le quite eso que le ha puesto sobre el ojo, que no quiere que los niños se rían de él cuando llegue al patio del colegio. La madre razona que es por su bien, que el oculista ha dicho que es necesario que se tape los ojos de modo alternativo, que están un poco vagos y que hay que hacerlos trabajar para que el día de mañana no tenga problemas.
" El día de mañana, el día de mañana....pero hoy ¿ que ? ", dice Fran de lloriqueando de modo entrecortado. " Hoy tengo que ir al cole y Toño va a reirse de mi en cuanto me vea con un ojo tapao y ¡¡ con gafas ¡¡ y todos los demás harán lo mismo. "
Refunfuña cuando su madre le cubre el ojo con el parche e intenta rebelarse cuando le pone las gafas de montura roja que le han comprado. Rechaza con un revés el espejo que le pone su madre delante para engatusarlo on un " para que veas lo guapo que estás " y sigue refunfuñando cuando salen de casa. " Muévete, que vamos a llegar tarde a la escuela " urge su madre. " No te enteras, no quiero ir a la escuela, quiero quedarme en la Glorieta contigo, echándoles pan a las palomas ". Con la cabeza gacha, intentando meterla en el pecho, Fran sigue a su madre, con los piés y la cartera a rastras.
La entrada al cole no fué muy diferente de la de los demás días. Codazos, zancadillas, algún pellizco, lo normal entre niños que están aprendiendo a vivir en sociedad. Pero el recreo fué mucho peor cuando Fran buscó satélites para hacerle corro y reirse de él. " Pirata, pirata, pareces un pirata.... ". Y desde ese día dejó de ser Fran para convertirse en " el Pira ".
Poco a poco Fran dejó de rebelarse cada vez que su madre se acercaba con la caja de los parches. Hasta que un día, cuando la seño estaba dibujando algo en la pizarra, Fran notó que estaba viendo algo con el ojo tapado, como si el parche fuese una pantalla de cine. Parpadeó varias veces, con dificultad porque el parche no permitía hacerlo bien y se frotó el ojo por encima de este. Pero ahí seguían brotando imágenes y más imágenes imágenes como si estuviese viendo una peli de dibujos. Cerró el otro ojo y su cabeza se vió inundada de imágenes divertidas. Peleas de dragones, un inmenso lago azul lleno de carpas saltando sobre el que vuela un cohete espacial dorado como el sol, un barco pirata navegando con todas las velas despegadas hacia un atardecer de fuego, todas las escenas pasando tras la pantalla del parche a gran velocidad. Un chillido de la seño y un empujón de su vecino de mesa hizo que Fran volviese a la realidad.
En el camino de vuelta a casa apenas si hace caso a las preguntas de su madre sobre como ha ido el día en la escuela y cada pocos pasos cierra los dos ojos para ver mejor las imágenes que aparecen en su cabeza hasta que un traspiés que casi lo hace caer al suelo seguido de un " pero que torpe has salido hoy del cole " de su madre le obliga a caminar como habitualmente, es decir, dando brincos y arrastrando la cartera contra el suelo.
A lo largo de todo el día sigue haciendo pruebas y una cascada de colores y de nuevas imágenes asoman tras el parche, como si este tuviese guardado un almacén inagotable de películas. Por la noche, después de la cena y del baño previo a irse a la cama, su madre le quita el parche y Fran puede parpadear con total libertad pero las imágenes se esfuman. Una vez en su cama, con la luz apagada, cierra con fuerzas los párpados buscando las imágenes perdidas, pero estas se niegan a aparecer.
A la mañana siguiente, con sorpresa de su madre, no solo protesta por el parche, sino que urge a su madre para que se lo ponga sobre el otro ojo. Al principio se sorprende pues no aparece nada, apenas unas débiles luces violáceas pero, ya camino del colegio, van apareciendo imágenes difusas. Sentado en su pupitre, mientras escuchá el mosconeo de la seño desde su mesa, Fran cierra los ojos y las imágenes se hacen nítidas, pero hoy no son bonitas como ayer, sino que los dibujos son ásperos y desasogantes pero esto no impide que tenga cerrados los ojos.
A la salida del cole oye como la seño llama aparte a su madre y le dice que vigile al niño, que no sabe que le pasa pero ha estado toda la mañana adormilado en clases, que vaya con él al médico por si tiene que tomar unas vitaminas o, mejor aún, que le hagan unos análisis. Fran intenta adopar una postura lo más vivaz y atenta en el camino de vuelta, pero eso no evita que su madre lo vigile atentamente. Y ese día se ventila la comida en un santiamén y, a pesar de no tener más apetito, pide otros pocos macarrones con tomate.
Se suceden los días, las imágenes divertidas y oscuras se van alternando tras los parches, pero no hay relación entre el ojo tapado y la película que aparece detrás y tras unos días seguidos en los que aparecen dibujos amables, puede tener un par de ellos con otros feos, pero nunca deja de verl algo nuevo cada vez que tiene el ojo tapado.
Llega una nueva visita al oftalmólogo y este, tras mirarlo concienciudamente pide a la enfermera que aplique a Fran unas gotas de coliro dilatador para ver mejor las pupilas. Espera con su madre en una sala hasta que apenas consigue divisar nada a travé de la neblina que entorpece la visión. Pasan de nuevo a la consulta y el médico, con voz de saombro, le dice a su madre que el niño está perfectamente y que ya no necesita ni parche ni lentes y que vuelvan al cabo de un año para ahcerle una nueva revisión.
Cuando salen de la consulta y atraviesan la explanada en busca del coche Fran, que no suelta la mano de su madre para evitar caerse, comienza a llorar copiosamente. " Y ahora, ¿ por qué lloras ? " " porque nunca más me pondrás los parcehes ". " No hay quien entienda a estos niños " bufa su madre, mientras da un tirón a la mano de Fran, que cada vez llora con más ahinco.

1 comentario:

redondeado dijo...

Oh, parches en los ojos... Qué recuerdos... Casi ninguno. Quizá mi cerebro los borró aposta. Yo no vi dibujos animados, pero al menos el zángano de mi ojo se recuperó lo suficiente para llevar una vida normal. Eso sí, pasar de una venda con esparadrapo a los parches autoadhesivos ya fue el no va más de los adelantos tecnológicos para la época.