viernes, abril 09, 2010

El mimoso



" El Pirolas " se sacude el flequillo que le tapa los ojos con un golpe brusco de la mano derecha, sin darse cuenta de la navaja que lleva en ella, con la que está a punto de cortarse la cara. Se ríe aliviado al ver que no ha pasado nada y mira alrededor a ver si llega de una vez su amigo " el Chori ", pues el sol se va poniendo por los montes de Tor y ya va siendo hora de volver a casa, si no quiere que la abuela le caliente el trasero. Está sentado en la horquilla del viejo árbol seco sobre el que le gusta acomodarse para planear sus aventuras, pues a su lado florece el mimoso en esta época del año.
A " el Pirolas " le gustan mucho sus flores, formadas por racimos de bolitas amarillas porque le trae el recuerdo de su madre a la que le encantaba llenar los jarrones de la casa del campo con ellas, impregnando las habitaciones de un suave aroma dulzón. La abuela siempre protestaba porque las flores caidas ponian perdido los viejos suelos de madera, pero mamá se echaba a reir diciendo que era como tener el oro del sol a sus piés y sacudía suavecito las ramas de las flores para verlas caer. Entonces la abuela empuñaba el mango de la escoba y la amenazaba de bromas con ella, antes de ponerse a barrer el suelo con brío y mamá le decía porque siempre estaba rezongando. A lo que la abuela respondía que a fuerza de vivir, aprendería a estar tan enfadada como ella cuando pasasen los años. Pero mamá desgraciadamente no tuvo tiempo para aprender.
" El Pirolas " sacude las ramas más cercanas del mimoso, con el afán de recuperar la risa de su madre y mira como los dedos de su mano se cubren con el polen de las flores. Coge el palo que tiene sobre su regazo y con ayuda de la navaja continúa aguzando uno de sus extremos. Las virutas caen revoloteando al suelo como pequeñas mariposas blancas, aunque ya la luz escasea y apenas se distinguen. Finalmente contempla con satisfacción como ambas puntas de la palanca están aguzadas simétricamente. Cierra la navaja, acaricia con la yema del dedo sus cachas de nácar, la mete en el bolsillo de la blusa y salta al suelo, con cuidado de no hacerse daño.
Es hora de volver a casa, porque " el Chori " no aparece, seguro que no pudo escabullirse de su madre.
Recorre el camino de vuelta a la casa, arrastrando los pies, a sabiendas de que llenará las botas de polvo dando un motivo más a la abuela para sermonearlo. Juega a que lo dejaron cojo en la guerra, que es un pobre herido en campaña y camina apoyándose en el palo, como si necesitase ayuda de un bastón, en busca de la novia que lo espera llorando en el pueblo.
Ya es casi de noche cuando cruza la verja de entrada y los perros de casa salen a recibirlo, saltando a su alrededor, sobre todo la " Puck ", una perrilla callejera que encontró un día el abuelo rondando por los alrededores del puente viejo, a la vuelta de tirarle a las perdices en el Soto de la Hoya. La perra es poco mayor que un puño pero da tales botes de alegría cuando el chico vuelve a casa, que alcanza a lamerle la cara con cada salto.




Este intenta escabullirse por la puerta trasera del patio para alcanzar su habitación sin que nadie lo vea, pero la voz de la abuela, saliendo por la ventana abierta de la cocina, le ordena que se lave las manos y la cara, que seguro que vuelve lleno de mugre y que se dé prisa, que la cena no espera y el abuelo quiere irse pronto a dormir.
Después de cenar, mientras la abuela zurce sus calcetines de lana bajo la luz amarillenta de la cocina, " el Pirolas " va a buscar otro palo, perro este más pequeño, del tamaño de la palma de la mano del abuelo y sacando la navaja del bolsillo, comienza de nuevo a afilar sus extremos, después de jurarle a la abuela que barrerá el suelo antes de irse a la cama. Ambos palos son de de madera de boj y se los dió el abuelo para que fabricase un buen instrumento con el que jugar a la billarda. Está seguro que con él conseguirá ganar a cualquiera que se atreva a enfrentarse a él.
Después de cenar, el abuelo cierra la ventana de la cocina y la puerta que da al patio y comienza a trastear en el dia de la radio hasta que encuentra la emisora que escuchan todas las noches " Aquí, Radio España Independiente, estación pirenaica, la única emisora de radio sin censura de Franco, que transmite por ondas...La voz conocida de los locutores va desgranando toda la información que la radio oficial oculta en los " partes " y que los abuelos siguen con atencíon aún a pesar de las mil interferencias que no permiten escuchar bien. " El Pirolas " sigue con su tarea puliendo ahora con una lija los palos, teniendo como música de fondo los juramentos del abuelo y los " que va a ser de nosotros " de la abuela. Al terminar el boletín, el abuelo apaga la radio y dando dos palmadas dice que cada mochuelo a su olivo.
A la mañana siguiente lo despiertan los ladridos desaforados de los perros en el patio. Se levanta de un brinco, abre la ventana y ve a su amigo que está silbando entado en lo alto de la tapia, haciéndole señas de que baje rápido. Se viste en un santiamén, se lava la cara como los gatos, se llena el pelo de agua e intenta fijar el flequillo rebelde y baja de dos en dos las escaleras. En la cocina está esperando la abuela, que le sirve un tazón de leche hirviendo. Miga el pan y se engulle las sopas a toda prisa, quemándose la garganta con el ansía de salir corriendo. Se limpia el morro y, dando un beso rápido a la abuela, agarra los palos y le dice que se va a jugar al arroyo. Esquiva como puede a los perros y, trancando con cuidado la puerta, sale al camino y echan a andar " el Chori " y él, mientras le enseña lo pulidos que ha dejado los palos.
En la campa que hay entre la casa y el arroyo comienzan a entrenarse. Trazan un círculo en el suelo y comienza el juego. Le dan un golpe con la palanca y la billarda va cada vez más lejos, peleándose por probar uno y otro a ver quien lo hace mejor. Sudorosos, se dejan caer en la hierba, haciendo planes sobre las partidas que van echar a la billarda contra los zoquetes de San Roque. Tumbados los dos, con la cabeza apoyada en la almohada que hacen los huecos de las manos, van dando nombres a las formas de las nubes que pasan por encima de ellos.
De pronto, " el Chori " incorporando a medias el cuerpo, se apoya sobre un codo y volviendo la cara hacia " el Pirolas ", le dice
- " ¿ Lo hacemos ? "
- " ¿ El qué ? "
- " Nos las enseñamos ",
- " Jó, siempre estás con lo mismo, que pesado. Y luego te rajas ".
- " No, hoy no me rajo. Contamos y, a la de tres, la sacamos al tiempo...."
- " Pues vale, pero si no lo haces, me das tus cromos del Madrid. Todos "
Se levantan y miran alrededor por si hay alguien. " El Pirolas " dice: " Vamos al chamizo del abuelo, pero recuerda que no vale cagarse. "
En las traseras de la huerta de los abuelos, hay un cuartucho donde se guardan los trastos viejos y las herramientas. Abren la puerta y dentro hay un revoltillo de objetos que ilumina la luz que entra por un ventano. Un rayo de luz lo cruza en diagonal y las pelusillas se van flotar en el aire. Entran los dos, empujan la puerta y se quedan uno frente al otro, sin saber bien que hacer seguir.
- " Venga, dice " el Pirolas " rompiendo el fuego, contamos a la vez:
- " A la de una, a la de dos y....a la de tres ".
Al tiempo, torpemente porque las manos que se enredan en los botones de la petrina, dejan caer los pantalones y los dos sacan la pirola a la vez, quedándose como petrificados uno frente al otro, con los ojos clavados en el pellejito que tienen a la vista.
De pronto, la voz de la abuela se oye como si fuese un eco desde la casa cercana :
" Niñooooooooooooooooo, a comerrrrrrrrrrrrrrrr ".
Los dos se guardan la pirola y se suben rápido los pantalones. Gracias a la poca luz no se puede distinguir el rubor de sus mejillas y " el Pirolas " respira con alivio porque había notado que la suya estaba empezando a engordar.


Nota: Como siempre, en Google podras leer información sobre el juego de la billarda. Y sobre " La Pirenaica "

3 comentarios:

relatosweb dijo...

Hola hola de nuevo. Gracias por el post...
Soy muy tardón en esto de dar continuidad a lo que empiezo a escribir pero ahora mismo las obligaciones por un lado, y la pereza por otro, me han impedido seguir escribiendo como me hubiera gustado.
A ver si soy más continuo porque si alguien como tú lo lee ya merece la pena seguir haciéndolo.
Lo tuyo si que es de 'olé'...escribiendo con clase y sin parar. un crack.

un salu2

cal_2 dijo...

y ahora, al leer tu comentario voy y me sonrojo....pero lo agradezco. Pero, por favor, no estes cinco meses de " sequia ", echaba mucho de menos tus maravillosos relatos. Un abrazo

Anónimo dijo...

aunque yo tambien soy un tardon esto si que es bonito de verdad