miércoles, diciembre 09, 2009

Jordania


Si alguna vez te ofrecen volar con Air Jordanian, mejor vete andando. No sé si las cosas habrán mejorado con el tiempo, pero la única experiencia que tuvimos volando con la compañia jordana fue nefasta.
El año que fuimos de vacaciones al norte de India y a Nepal buscamos un viaje cómodo procurando disfrutar al máximo de los destinos elegidos. Optamos por un circuito ofertado por " Catai " y, si olvidamos el vuelo de vuelta, todo resultó perfecto pues programaron las visitas a las ciudades con el doble del tiempo habitual, lo que nos permitió conocer los destinos con calma y sin agobios de subirse al autobus corriendo. Cuando lo contratamos en la agencia de viaje nos comentaron que había la opción de quedarse a la vuelta un día en Amman y poder viajar a Petra. Vamos, un sueño. Como se puede imaginar, dijimos que sí.
Durante el viaje de ida hicimos escala en Amman en espera de un avión que nos llevase a Calcuta. Pasamos unas horas en la sala de espera del aeropuerto, de la solo que recuerdo tenía innumerables divanes y canapés donde la gente hacía tiempo rascándose los dedos de los piés con una mano mientras con la otra desgranaban incansablemente las cuentas de un rosario. A medianoche tomamos otro vuelo que nos llevó hasta Nepal y llegamos con luz del día. Una de esas personas misericordiosas que nunca pueden faltar comentó en voz alta. " Este es un aeropuerto muy peligroso y en esa colina que hay al fondo el pasado año se estrelló un avión pakistaníe lleno de turistas porque el capitán estaba borracho ". Se produjo un silencio sepulcral a su alrededor, pero al bajar a la pista todos besamos el suelo con fervor.
La vuelta la hicimos desde Delhi y tras pasar toda la noche en el avión llegamos a primera hora de la máñana a Amman lo que nos permitiría contratar la deseada visita a Petra. Nos llevaron al hotel Reina Alia en las cercanías del aeropuerto y dado que estábamos en tránsito nos tocó dejar los pasaportes en recepción por carecer de visados para el país. Después de instalarnos en las habitaciones nos fuimos a dar una vuelta por Ammán, un ciudad entre moderna y caótica sin gracia algunas, así que en un par de horas estábamos de vuelta en el hotel con idea de concertar la soñada visita a Petra.
Allí nos llevamos la desagradable sorpresa que tal visita era impensable pues al estar en tránsito no era posible internarse en el pais. Primera mención a la santa madre del que nos vendió el viaje. Al indagar sobre el vuelo a España empezaron a surgir informaciones contradictorias y no hubo manera de sacar nada en claro, salvo la promesa de que nos avisarían con tiempo.
Pasamos al comedor y allí tuvimos nuevas sorpresas al hablar con otros turistas españoles. Uno llevaba dos dias esperando el vuel, una señora y su hijo estaban desde tres días antes despues de un viaje al mar Rojo. Y así todos los demás turisas españoles que llevaban más o menos tiempo retenidos en el hotel comiento spaghetti con tomate mañana y noche. Y verdaderamente eso fue lo que pusieron en nuestra mesa.
Toda la tarde fue un continuo subir y bajar hablando con el personal de recepción, con el agente de la empresa de viajes y hasta con el lucero del alba pero solo nos decían que tranquilos, no había problema y que el vuelo saldriá oportunamente.
Nos fuimos a la cama con la mosca tras la oreja y sobre las dos de la madrugada Alfonso nos puso en danza a los de nuestro grupo pues había oido ruido de gente por los pasillos. Metimos las cosas en la maleta atropelladamante y llegamos a recepción con el tiempo justo de colarnos de rondón en el autobús, aunque no contaban con nosotros.
El vehículo se puso en marcha, recorrió un corto trecho y nos dejaron anl grupo ante un edificio casi a oscuras. Era la zona militar del aeropuerto. Corriendo como desesperando mientras arrastrábamos los equipajes y tras librar unas alambradas conseguimos llegar al aeropuerto internacional Reina Alia. Y allí siguió el calvario pero gracias a que Miguel, un valenciano muy lanzado del grupo, chapurreaba inglés conseguimos hacernos entender. Había plaza en un avión que salía al amanecer hacia Madrid para cinco de los seis que integrábamos nuestro grupo.
Miguel era el que se quedaba en tierra y a los demás nos dieron las cartatas de embarque. Sin saber el motivo, de pronto un militar gordo, con enorme bigote y fusilón al hombro le cogió la carta de embarque a Alfonso y mientras se partía de risa, la rompió en varios trozos que metió en el bolsillo del peto de un barrendero.
Como para decirle nada a semejante energúmeno.
No sabemos bien como nos dieron una nueva carta de embarque y apareció Miguel diciendo que había conseguido plaza gracias a que había una misión diplomática española que iba en el mismo vuelo y habían intercedido por él.
Cuando nos vimos en el avión y este despegó juramos no volver a pisar Jordania. Lástima de Petra.

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