sábado, agosto 22, 2009

La martina y el niño


La Martina apareció por casa de la abuela una mañana de las fiestas de San Mateo. Llegó en el tren correo de Ariza procedente de la cercana Tudela de Duero, donde vivía con su madre y una recua de hermanos y no sé bien que tipo de parentesco tenía con nosotros pues su familia tenía algo que ver con alguno de los tres maridos de la abuela Melchora, lo cual dificulta un tanto encontrarle acomodo entre la maraña de tíos y primos.
Por lo que recuerdo la Martina era una chica de pueblo muy risueña, pero simple y un tanto atrasada como decía la abuela por culpa de la " meninge " que le dió de pequeña, pues toda su fachada se venía abajo en cuanto abría la boca, pues costaba entender lo que decía. Le gustaban mucho los niños, por lo que siempre llevaba en brazos un muñeco de esos del bazar de 0.95, a falta de los hijos que no había podido tener. Menos mal que las fotografías no conservan el aroma del pasado, pues bajo esa higuera hacíamos las necesidades los de casa y las gallinas se encargaban de limpiar el rastro. Eso sí que es pura ecología.
Esa tarde, después de la hora de la siesta, la Martina dijo que quería ir hasta la
feria que por aquella época, principios de los años sesenta, asentaba sus reales por el Poniente, a las orillas del Pisuerga. Se arregló un poco, se puso colorete en las mejillas y unas gotas de Mirurgia detrás de las orejas y dijo a la abuela que dejase ir con ella a uno de los nietos. La Amparito dijo que ella no iba, que prefería quedarse jugando a las casitas con las amigas. Así que agarró al más pequeño, creo que el Felixín tendría por entonces poco más de dos años, se lo echó a la cadera y dijo adios a todos.
Pero el niño pesaba como un lechón, así que lo bajo al suelo y salieron los dos de la mano calle Nogal adelante hasta llegar al Campo Grande bajo el fuerte sol del otoño vallisoletano, pasaron bajo el frescor de los grandes árboles del parque y siguieron por la ribera del río hasta Las Moreras. En el embarcadero el " tío Catarro " liaba un pitillo esperando con paciencia que alguien se animase a dar un paseo en barca por el río.
Al principio nadie se preocupó por la Martina y el niño pero a medida que pasaban las horas sin regresar, la abuela comenzó a impacientarse y puso en danza a todo el mundo. Era noche cerrada y seguían sin aparecer por el patio, el niño era muy pequeño para andar por ahí a esas horas y a saber si esa mujer le había dado algo de comer. Salieron todos en busca de los dos pero la gente volvía de vacio. La abuela cogió a mi madre de la mano y se fueron las dos a la emisora de radio para que dieran el aviso y de allí a la comisaria.
Todos en danza buscando a la pareja, pasaban las horas y los dos seguían sin aparecer. Mi madre y la abuela estaban como locas y ya se temían lo peor hasta que de pronto un señor les preguntó que pasaba. A duras penas contaron lo que pasaba y el señor les dijo que había visto en un rincón del parque a una chica llorando con un niño a su lado. Fueron alí corriendo como locas y encontraron a los perdidos.
La Martina estaba sentada en el banco vestida solo con el sujetador y la faja y en sus brazos tenía dormido al niño al que había arropado con su vestido para que no pasase frío.

1 comentario:

Anónimo dijo...

fijate que no me acordaba de la historieta pero luego haciendo memoria creo que si era el felixin el que se perdio bonito bonito otro de tu coleccion