jueves, julio 02, 2009

Entonces, morirse será esto....


A través del ventanal del jardín se vislumbra una inmensa luna llena como un disco de cobre viejo difuminada por el velo de la bruma. Es noche de verano y la humedad del mar próximo se hace patente. En el tocadiscos suena una melodía y un Kraus con toda la potencia y dulzura de su voz adulta desgrana un melancólico " Pourquoi me reveller ". Antonio deja a un lado el libro que está leyendo porque siente los ojos cansados y necesita un poco de descanso, últimamente se ha propuesto volver a leer alguno de los libros que más le marcaron a lo largo de tantos años de lector impenitente. " El gatopardo " ha sido uno de ellos y comprueba con satisfacción y pena al tiempo que apenas le queda un puñado de páginas para terminarlo.

Se levanta penosamente de la butaca y se acerca a la mesita del rincón donde, bajo el tenue halo de la luz de la lamparita destaca una pelota de papel. Hace un rato, en un momento de rabia, apretó con saña la hoja blanca que ha leído tantas veces los últimos días. No necesita alisarla para volver a leerla pues se ha aprendido de memoria su contenido. Entre el galimatías de las palabras técnicas destaca ese concepto que lo es todo y que, por si tenía alguna duda, el oncólogo se lo dejó muy claro cuando le entregó el último informe. Cinco, seis, tal vez siete meses si todo va bien. Tal vez menos, si se precipitan las cosas. Ahora sabe que el final tiene un plazo corto, aunque ya no le importa, se siente muy cansado de vivir y ese paso lo veo como una liberación. Cree tenerlo todo organizado para cuando se precipite la situación. Nada de ingresos en el hospital o que le abran agujeros para alimentarse o respirar o de prolongar una vida maltrecha ni un segundo más. En el cajón de su mesilla tiene preparada la liberación desde hace unos días.
El disco llega al final y el chirrido de la aguja sobre la placa no le pone nervioso, ya le da igual si se raya o no el vinilo. Levanta el brazo del tocadiscos, coge el disco entre sus manos y presionando contra el reborde de la mesa lo parte en dos. Deposita los fragmentos en la papelera entre donde se ven más restos de discos rotos. Se acerca a la estanteria y rebusca. Ahora le toca el turno a la " Tosca ".
Se vuelve a sentar con ánimo de terminar el libro. Lampedusa finaliza la obra con una frase que siempre le emocionó " Después todo halló la paz en un montoncillo de polvo lívido ". Siente una gran tristeza cuando desgarra unas cuantas páginas del libro y deja los restos a un lado. Ya los tirará mñas tarde a la papelera. Entrecierra los ojos y se deja llevar por la música. Se acaba la cara del disco y se levanta a darle la vuelta. Se acerca a uno de los estantes de la libreria que cubre toda la pared del fondo de la sala y toma entre sus manos con sumo cuidado una pieza de cerámica de Sargadelos que habían compradon Jorge y él hace muchos años en el primer viaje que hicieron a Santiago, en un momento en que todo lo que se abría ante ellos era el futuro. Es una figura de una vaca con una pajarita amarilla en su lomo. Abre las manos y deja que se haga mil pedazos contra el suelo. De un manotazo tira dos copas de cristal italiano. Mañana cuando llegue Rafaela a hacer las tareas de casa tendrá que oirla regonzar, pero ya son muchos los años que se toleran y no siente la mínima inquietud. Jorge se ríe socarrón desde el marco con la última foto que tiene de él.
Se asoma al balcón. La luna está más alta y, si cabe, mas cobriza. Oye el golpeteo rítimico del chorro de agua del estanque y el jaleo que hace su perrita con los perros de la casa del al lado. Todos los días a la misma hora se enzarzan en una pelea escandalosa, porque no hay riesgo de que se muerdan a través del enrejado. El aroma de los jazmines sube hacia él, impregnando el ambiente con su aroma. Siente un sabor metálico en la boca, chasquea la lengua, pero sigue ahí. Se tapa los oidos y cierra los ojos durante unos instantes. Piensa que morirse ha de ser esto. No oler, no tocar, no leer, no sentir, pero no un ratito como ahora, sino para siempre. Será cosa de irse entrenando.
Vuelve a entrar en. Deja de sonar la música, otro disco que ya no oirá más. Gira el cuerpo hacia la estanteria y piensa que adorno será au próxima víctima. Se fija en los huecos que aparecen entre las hileras de libros y rebusca hasta encontrar " Las memorias de Adriano ". Se arrellana en la butaca y comienza a leer. No le queda mucho tiempo que perder.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder, al nombrar "Tosca" y añadir otras referencias tanto musicales como literarias el relato ha quedado bonito de verdad.
Pero puede que algún lector te asocie con esa ópera y con esos ladridos, y con ese olor a jazmín y esa cercanía del mar... y crees en él el desasosiego de la duda de no saber si todo es fantasía o si existe algo de verdad.
¿Es posible que le saques de la duda? Agracedido de antemano.

cal_2 dijo...

Solo es pura ficcion pero el que no sabe hacerlo mejor, tira de lo inmediatoy cercano para hacer el relato. Nada que ver con la realidad....o asi lo deseo. Tranquilo.