viernes, mayo 08, 2009

En el verano del 82





En el verano del 82 por fin fuimos millonarios. Después de trabajar como burros día tras día nos encontramos con un millón de pesetas en la cartilla de ahorro. Ya no éramos unos pelanas, sino que ingresamos en el Olimpo de los financieros de pro. O al menos nos sentiamos así. Y por consiguiente empezaron a llover los consejos de los amigos que entendían de economía sobre lo que teníamos que hacer con ese capitalazo y el acuerdo fué unánime. Había que invertir y nada mejor para eso que comprarnos una vivienda. Y dada nuestra afición a marear la perdiz, nos pusimos con ahinco a la faena, preguntando a todo aquel que se ponía a tiro si sabía de alguna bicoca. Pisos recién construidos, casas familiares en las barriadas, viviendas en el casco viejo por las que parecía hubiese pasado Atila con sus huestes, no dejaba nada por explorar.
Una tarde apareció por casa nuestro amigo Josetxu para decirnos que le habían contado en la cafetería del hospital que vendían un chalé muy chulo en las afueras de Burgos y que podíamos acercarnos a explorar el terreno, para ver que opinión sacábamos de todo ello. Esa misma noche nos acecamos los tres a ver la finca desde fuera. La casa estaba vacía en ee momento, lo que nos permitió subirnos al murete que la rodeaba y espiar el interior. Nos pareció un sueño, incluida una piscina en forma de ocho que había en un lado del jardín.
Repetimos el mismo viaje durante varias noches, siempre merodeando alrededor de la casa y unos días nos parecía tenerla a la altura de la mano y otras, un sueño inalcanzable. Después de fisgar a través de los setos por los tres frentes de la finca que daban a la calle ( el cuarto era medianero con otros vecinos ) deshaciamos el camino de vuelta a Burgos para recalar en el " Robinson " y allí, con una copa por medio, hacer mil cábalas.
Hasta que un día, acuciados por la información de que la casa tenía varios novios muy emprendedores, cruzamos la puerta de entrada y nos decidimos a preguntar por las condiciones de venta. Nos recibió con mucha afabilidad el dueño y pronto apareció la mujer revoloteando alrededor nuestro. Era un matrimonio de media edad. El muy repeinado, con los cabellos grises y menudo de cuerpo, con aspecto de curita postconciliar. Ella regordeta con el pelo acaracolado y cubierta con una bata de flores que recordaba a las cortinas de cretona de una cocina.
Nos enseñaron la casa detenidamente y el dueño cada poco decía para realzar la valía de la fina " y tenemos barbacóa ". En el salón, dos barriletes de madera del que nos sirvieron unos vasitos de fino y ante cada nueva habitación que veíamos, añadía la misma cantinela " y tenemos barbacóa ". Salimos al jardín para admirar la piscina y los rosales cuajados de flores que cubrían todo el frente de la casa hasta que nos enseñaron la maravillosa barbacóa. Una simple parrilla de metal de las de a mil pesetas el par en cualquier ferretería, pero en la cual el propietario aseguraba que se asaban las mejores chuletillas.
Finalmente preguntamos por lo más temido: el precio. Nos dijo que eran seis millones y medio porque tenía prisa en vender, pero que en ningún momento pensaba rebajar nada. Dios¡¡, seis millones y medio, todo un capital impensable para nuestros dos sueldos con lo que salimos un tanto desinflados de la casa. Nueva sesión de deliberaciones con Josetxu en en " Robinson " pero sumando y restando los ahorros
con lo que cobrábamos cada mes veíamos la casa en la luna.
LLegaron las vacaciones de verano que ese año coincidieron con un recorrido en tienda de campaña por el litoral gallego a lomos del seat 127, intrépido como un garañón. Cada dos o tres días buscábamos una cabina de teléfono para llamar a Josetxu y que nos contase como iban las cosas, pero ya con la idea de que la casa de Fuentes Blancas se escapaba de nuestros posibles.
A nuestra vuelta a casa nos llamaron de una inmobiliaria para preguntar si segúiamos interesados en la vivienda de Fuentes Blancas porque ya estaba casi a punto de ser vendida. Fuimos a la carrera a las oficinas y, para nuestra tristeza, la casa salía a la venta medio millón de pesetas más cara.
Imposible que sea así, si hace quince días nos pedían medio millón menos. Pues nada, ahora las cosas estaban así. Nuestra respuesta es que habíamos hecho miles de cuentas y de que no podíamos pasar de los seis millones.
Adios muy buenas, gracias por su visita....y vuelta a casa tristes y cariacontecidos.
No bien entrábamos en casa, el teléfono repiqueteaba con urgencia. Los de la inmboliaria que, de acuerdo, en seis millones la casa era nuestra. Son de imaginar los abrazos de alegría que nos dimos Alfonso y yo esa tarde.
Al día siguiente fuimos a la inmobiliaria. Adelantamos el millón ahorrado como fianza de compra, firmamos el contrato y nos sentimos las personas más felices del mundo. Nos sorprendió un tanto que en la firma no estuviesen los dueños, sino un apoderado pero nos explicaron que eso era lo habitual, así que salimos tan confiados de la agencia.
Y comenzamos con el rosario de los préstamos. En el Hispano nos mandaron al carajo, en el Bilbao se rieron de nuestras pretensiones y en la caja Municipal nos trataron poco menos que de locos por pretender un préstamo con nuestros ridículos ingresos. Aterrizamos en la CACCO, en vulgo, Caja de Ahorros del Círculo Católico de Obreros y allí vimos el cielo abierto porque nos dijeron que la operación era factible. Después de mucho pensar vimos que nuestro tope para hacer frente era un crédito de poco más de cuatro millones. Así que con el millón de la fianza y el préstamo del banco todavía nos faltaban ochocientas mil pesetas. Vuelta a llorar a los de la gestoría y, sorprendentemente también aceptaron que pagásemos la diferencia dos años más tarde y sin ningún tipo de recargo.
Ya estaba todo solucionado. En honor a nuestros vendedores, desde el primer momento nos dieron las llaves de la casa para que pudiésemos empezar a pintarla y poner todo a nuestro gusto. Así que por las mañanas al trabajo y por las tardes a darle a la brocha la mar de felices.
La mar de felices seguíamos hasta que una mañana me llamaron en mitad de la consulta desde el la caja de ahorros. Un soplo desde la oficina de créditos me djo que la persona que nos iba a vender la casa estaba en la carcel por desfalco y que estaban a la espera del nuestro dinero para que pudiese salir del trullo. Me faltó tiempo para volver a casa y entrar a la carrera hasta el water porque, tal vez por los nervios, tenía verdadera urgencia. Ya sentado, le conté a Alfonso la novedad como si fuera una broma pero a medida que le dábamos más vuelta al tema, más negro veiámos la situación y ya nos veíamos sin el millón adelantado.
Apareció un amigo a comer, uno de esos listos financieros y acabó de calentarnos la cabeza diciendo que nos habían estafado. la puntilla fué cuando nos dijo si se nos había ocurrido ir al registro de la Propiedad a ver si la casa estaba libre de pufos. Y como es habitual en nosotros, ni flores del tema. Miedo sobre miedo.
No veíamos el momento de que llegasen las cinco de la tarde, como en los toros para hablar con los de la inmobiliaria y un rato antes de que abriesen ya hacíamos guardia ante su puerta en la calle de la Moneda. Por fín los vimos llegar. Nada, que no había que preocuparse, que ya todo estaba solucionado y que habían agilizado la concesión del crédito para que nuestro vendedor saliese del trullo y firmar cuanto antes. No lo teníamos muy claro y esa noche apenas dormimos. A la mañana siguiente llegamos a la Caja antes que los empleados y subimos en tromba en cuanto abrieron las puertas.
En la oficina de Créditos, las mismas sonrisas y palabras tranquilizadoras del día antes. Nada, se iba a firmar cuanto antes y en breve todo estaría resuelto. A los dos o tres días nos reunimos en la notaría con la dueña de la casa pero, en lugar de su marido, apareció un abogado que hacía de apoderado suyo. El notario era como un santo de madera gótico, seco y espiritual que, casualidades de la vida, era hermano del catedrático de Patología General que había propiciado que Alfonso y yo nos conociésemos.
En la notaría todos muy serios, sin nombrar al ausente, entre ayes de pena de su mujer y comentarios del notario sobre la ganga que, a pesar de no haberlo buscado así, nos llevábamos. Y el ausente se llamaba Ausencio. Lectura de las escrituras, entrega de dinero, papeles del banco, firmas y después de despedirnos a la carrera salimos felices con nuestras escrituras en las manos.
Poco después nos enteramos del embrollo. Don Ausencio era un antiguo hermano marista que se había casado y fundado una recta familia cristiana, ejerciendo de probo funcionario de la Administración. A su cargo estaba la gestión de las cuotas que abonaban mes tras mes sus compañeros pensando en una mejor jubilación. Cuando llegó ese momento y estos empezaron a reclamar el dinero, les dijeron de Madrid, que nanay, que de Burgos nadie había mandado una peseta. Se formó el consiguiente revuelo hasta que se aclaró que nuestro don Ausencio había desviado los fondos a su cuenta. Denuncia, encarcelamento y venta precipitada para saldar las deudas.
Ese fué el origen de nuestra suerte. Los listos de turno nos decían que podíamos haber sacado la casa más barata. No sabían que, si nosotros hubiésemos sospechado qe algo era dudoso habríamos salido huyendo. Pero bueno, gracias a los cómodos plazos trimestrales de la Cacco a un pequeño interés del 17 % la casa fué nuestra al cabo de doce años.
Y ese fué nuestro hogar hasta que decidimos empezar d enuevo en el Levante.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué historia más chula!
Aunque algunos se alegran mucho de que hayais vendido la casa y os hagais de querer tanto por el Mediterráneo.

Anónimo dijo...

como bien dice el anonimo es una historia chula de la que he sido participe en muchas ocasiones no tantas como hubiera querido estar pero bueno lla verdadx es que recuerdo esta historiay me transporto a esos años en los que metimos el riego levantamos el jardin y sobre todo por que uno era y es un tragon no puedo olvidar en el traslado a esa maravillosa casa el bocao que le meti al lacon creyendo que era jamon york coño que salado estab pero en fin una maravilloas historia que hace que uno recuerde todo lo bueno que alli se vivio.

cal_2 dijo...

pues ya sabes, hermano pequeño....cuando quieras comer, te vienes para aqui....osvenis para aqui.