sábado, mayo 02, 2009

ESTAMOS DE PUENTE


Imagino que en más de una ocasión te haya llamado la atención una de esas parejas que pasean a lo largo del malecón que da a la playa, donde han venido a disfrutar de unos días alejados de su casa, aprovechando un fin de semana largo. Suele ser un matrimonio de media edad que arrastran un gesto de hastío y generalmente van acompañados de sus hijos, la típica parejita de niño y niña, el mayor con cara enfurruñada jugando con su nintendo y la pequeña berreando porque no le compran otro huevo de chocolate. El matrimonio camina junto pero da la impresión de encontrarse en galaxias diferentes, hartos de hablarse sin decir nada, de llenar los silencios muertos con frases hechas que den apariciencia de diálogo a lo que no es más que una retahila de frases aburridas.
Tal vez vuelvas a encontrar a esa misma pareja en una hamburguesería por la noche siguiendo con el apasionante fin de semana que han preparado a lo largo de las últimas semanas. O puede ser otra tan similar que cueste distinguirlas. El niño, tal vez ahora sea una niña, con el mismo gesto de enfado de la tarde y la gorra de beisbol calada hasta las cejas mordisquea su bocadillo sin apartar los ojos de la pantalla de la maquinita que parece tenerlo hipnotizarlo. El pequeño sigue llorando porque quiere más patatas, o tal vez porque no quiere las patatas solas y las quiere bien pringadas de mostaza o puede ser que su padre tarde en montarle el muñequito de plástico que viene en el paquete de su menú infantil. La madre fuma mirando a la nada a cien mil leguas de la mesa donde están comiendo, lo cual es positivo porque no oye como rezonga su marido. O tal vez sí oiga, pero no le escuche.
Avanza la noche y ahora es el niño mayor el que tiene cara de vinagre porque su padre, de un manotazo, le ha dicho que se acabó la jodida maquinita por hoy mientras la pequeña rezuma felicidad porque ya tiene en sus manos el muñequito y puede irlo destrozando en menos tiempo del que necesitó su padre para montarlo.
Te los cruzas de nuevo paseando después de la cena dando lametones a los helados que han comprado a la salida del burguer. Los niños ahora, para variar, se van pegando mientras los padres planean que hacer al día siguiente. Ahoa parece que la conversación si se ha animado entre ellos. Antes de nada hay que ir al super, dice ella, que ayer con las prisas no tuvo ni tiempo de hacer las compras de última hora. Pues yo quiero bajar temprano a la playa, dice él, que si lo haces después de las diez hay que poner la toalla de canto.
Te das la vuelta y piensas que ya está bien de mirar a los demás. Dejas el barullo del paseo y bajas a la playa cruzándola hasta la orilla del mar sientiendo como te hablan las estrellas que cuajan el cielo. Llegas a la altura de casa y te ciegan las luces de las farolas. Cruzas la calle sorteando un coche que pasa a gran velocidad como si se hubiese escapado de un rally con música a todo trapo. Entras en tu apartamento a oscuras para reencontrar la calma. Abres a tientas un armario de la cocina, tomas un vaso y viertes un chorro de ron seco. Sales a la terracita que da sobre el mar y piensas en lo triste que es estar solo....Menos mal que nadie oye tus carcajadas.

1 comentario:

redondeado dijo...

Deja, deja, que sí, que mucha independencia y todo lo que quieras, pero estar solo es, como tú mismo has dicho, triste. Una soledad voluntaria cuando apetece es muy agradable, pero la soledad constante se hace dura y hay que aprender a buscar la compañía de familia y amigos para aguantarla.