domingo, abril 19, 2009

Toma ya, cálida untuosidad


Esta es parte de la reseña que he tomado de un diario nacional en las páginas dedicadas a la buena vida. Ya sabes, ahora todos somos unos expertos enólogos, sabemos como catar las mejores aguas de glaciar antidiluviano a 70 euros botella o saboreamos las manjares más exóticos con la misma pericia que nuestras abuelas se comían las sopas de ajo. Procura leerla con atención y ya me dirás que sacas de ella.
"....Lo curioso, aunque quiza no tanto, es que el vino resulta muy de nuestra tierra, catalán a fuer de mediterráneo y por ende, universal. Un vino arraigado en el paisaje gracias a su profunda mineralidad, dotado de fuerte temperamento donde se conjugan la golosina frutal, la sutileza aromática de las flores, el brillo fresco del granito con la potenta carga tánica, surcada de exquisitas vetas especiadas, guarnecida de refinada madera. Tal vez despiste al que, habituado a la fuerte contundencia de los vinos de la zona, se enfrenta a sus delicada frescura. Si es así, ármese de paciencia, abra la botella varias horas antes y beba pausademnte hasta que el vino le muestre su gracia entrañable y le envuelva con su cálida untuosidad.....".
La cosa tiene su aquel porque el vino es muy nuestro pero al tiempo es universal que naciendo de las fuerzas telúricas de la naturaleza va del terruño al universo mediterráneo y en el que se mezcla de todo: frutas, flores, maderas, especias....y granito. Y la carga tánica, que no se nos olvide la carga tánica, dios mío. Y yo me pregunto que tiene que ver la piedra con el vino y como ha de hacer uno para visualizar el granito si se mira el líquido al trasluz. Ya no solo tenemos que agudizar el retropaladar para encontrar mil sabores ocultos, ahora toca catar hasta las piedras del camino. Todo esto viene a cuento de que pienso cada vez más que hemos entrado en una rueda de estupidez que no tiene fin. Ahora todos sabemos mover el vino en la copa, olerlo para buscar yodos los rastros que se nos ocurran ( frambuesas, nueces, avellanas, algarrobos.....¿ tal vez los rastros de urea de las meadas del vendimiador ? ). Encima hay que abrir la botella a la hora del desayuno para que tome su cuerpo y cuando nos decidimos a beberlo al cabo de unas horas no bien determinadas por el crítico, hemos de armarnos de paciencia para encontrarle la gracia. Y que sea así, porque en caso contrarios nos sentiremos como unos gilipollas después de haber pagado 23 euros por botella. Y al final, como premio a tanto esfuerzo nos encontramos con una cálida untuosidad.
Ultima consideración: teniendo en cuenta lo que quiere significa el término untuosidad ( viscosidad, pegajosidad, empalago ), ¿ como se conjuga esto con la delicada frescura del vino ?. Definitivamente, cada día nos dejamos engañar un poco más en la búsqueda de un hedonismo de pim pam púm.

1 comentario:

redondeado dijo...

Jajajaja, me recuerda a esta escena de Martes y Trece:

http://www.youtube.com/watch?v=5Tti6BJs-OQ

La verdad es que mi paladar no llegaría a tanto aunque lo entrenase, pero hoy en día hay hasta ¡cartas de aguas minerales, oiga! En fin, quien quiera perder el tiempo, allá él.