sábado, abril 11, 2009

La vida al revés



Desde hace unos días me ronda por la cabeza una de esas vanas paridas sanxirolianas. A ver como la cuento. Pienso que los investigadores podrían buscar el modo de organizar la vida al revés. Aparecer como adultos plenos de fuerza y vivir en el mundo durante los ocho o nueve meses que corresponden al embarazo y al finalizar el plazo introducirnosnos de nuevo en el vientre de la madre y allí estar los años que en realidad nos corresponden vivir, si la situación fuese como la actual, para irse reduciendo poco a poco dentro de su útero hasta ser del tamaño de una cabeza de alfiler y entonces, ¡¡ plass ¡¡ desaparecer en el vacío.

De este modo acabaríamos con la incertidumbre de cuantos años íbamos a vivir y se evitaría el deterioro innato a nuestra condición humana. Y se acabaría con la preocupación de lo que sucederá tras nuestra muerte. Por otra parte nadie sabría que esos pocos meses de vida eran una etapa muy breve si se compara con el periodo de vida media actual, porque no se tendría conciencia de como habían sido las cosas hasta entonces.
Ya sé que es un poco lioso y que el plazo de nueve meses es muy corto para desarrollar todo lo que queremos en la vida, pero eso nos daría la ventaja de saber el tiempo real que nos tocará estar sobre la faz de la tierra y las cosas las haríamos de otro modo, dedicándonos solo a lo que nos pareciese primordial. Pero me temo que nadie va a querer pues a los que les tocase hacer de ginecólogos tendrían que atender embarazos de sesenta, setenta años o más y la situación sería un tanto farragosa y, sobre todo, aburrida, tanto para ellos como a las que les tocase llevar una gestación tan prolongada. Y además como hacer que un cuerpo de adulto pudiese meterse en el útero. Tal vez con máquinas reducto-volumétricas-somático-existenciales a perfeccionar por científicos eslavos todo sería mucho más sencillo.
Por otra parte, está el inconveniente de que las madres gestantes no podrían vivir solo los nueve meses, sino al menos, todos los años que durase la criatura que iría involucionando en su tripa. A favor está que no no tendríamos tiempo para casarnos y fundar una familia que acabase tirándose los trastos a la cabeza en las cenas navideñas, ni para desarrollar odiosas enesmistades que condujesen a la guerra entre los pueblos por defender esa idea de dios único, ni mucho menos a ser unos ruines acaparadores que aumentasen su fortuna a costa de la miseria de los que los rodean.
Otro elemento a favor es que otra habría muchas menos enfermedades porque en esos nueve meses apenas tendrían plazo para desarrollarse, con lo que la tasa de infartos o de tumores caería por los suelos. Y no serían precisas tantas plazas de hospital, ni de residencias de ancianos o de puestos escolares. Claro que vaya usted a saber como coño íbamos a financiar todo este tinglado.
Me temo que hay muchos inconvenientes para materializar mi plan, pero todo sería cuestión de ir madurando la idea y ver si alguien aporta alguna idea. Total en cosas más peregrinas se gasta el dinero público. Y digo yo, ¿ seré un iluminado ?. Esto no se le ocurrió ni a Julio Verne.

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