jueves, marzo 12, 2009

El abuelo Cebolleta ataca de nuevo: con barba o sin ella



Tanto como he leido posteriormente sobre la influencia del Mayo del 68 en la evolución de la sociedad del último tercio del siglo XX y resulta que cuando sucedía en tiempo real no me enteraba de la que se estaba cociendo por esos mundos porque todavía estaba sacudiéndome de encima la influencia de los meses que pasé desde que tuve la mala idea de hacerme miembro del Opus. Recuerdo los telediarios en blanco y negro de aquella época con el asesinato de un Kennedy o las manifestaciones en la Sorbona a cuenta de unos rojos tremebundos que solo buscaban aniquilar la sociedad. Menos mal que París estaba a una distancia sideral de nuestra bienamada patria, protegida bajo la mano benévola, o asi lo decían ellos, del general Patas Cortas y su funesto mariachi.
Mi bautismo de fuego por decirlo de un modo un tanto rimbombante fué un mes o dos después de comenzar mis estudios en la facultad de Medicina de Valladolid. No recuerdo el motivo de la manifestación pues, en verdad, los había sobrados. Era un día de otoño de 1967 en Valladolid y nos congregamos muchos alumnos de todas las facultades en la bajada de la Libertad pues desde primera hora de la mañana estuvo funcionando el boca a boca. Digamos que entonces las manifestaciones todavía eran artesanales. Los " grises ", muchos de ellos gordos y viejos, iban vestidos con pesados correajes sobre los uniformes, con las gorras de plato con la insignia del aguilucho bien caladas y las porras en ristre, estaban delante del mercado del Val mientras los estudiantes nos concentrábamos delante del teatro Calderón. De pronto, sonó una corneta, eran los avisos de rigor, dijeron los avezados. Porque entonces todavía los polis avisaban de que iban a repartir estopa.
Gritos, revuelvo de hojas impresas a ciclostil y salvese el que pueda. Yo eché a correr por un lateral del teatro, una calle en cuesta que lleva al arzobispado, más muerto de miedo que una liebre perseguida por podencos cuando, de pronto, me dí cuenta de que la chica que corría ante mi, una mujer baja y recia vestida con un traje de chaqueta, se subía la falda gris ajustada, de esas que se llaman de tubo, y me encontré delante de un inmenso culo cubierto por una faja de color salmón, de esas que usaban mi madre también. Intentamos refugiarnos en el patio del arzobispo, pero la puerta estaba trancada y así que seguí corriendo tras el culo salmón hasta que se diluyó el peligro.
Mis primeras bofetadas por parte de la policia ( y espero que las últimas ) las recibí por esos días. Siempre que pienso en el Valldolid de aquella época me viene la misma imagen de cielo gris y nieblas a la memoria. Todas las mañanas seguíamos el mismo camino para ir a la facultad desde donde mi residencia en la calle Muro, atraveábamos la plaza de España y enfilábamos la calle López Gómez. Todos los días nos cruzábamos con un renault 8 aparcado en un lado de la calle donde se amontonaban cuatro tíos y pronto nos dimos cuenta de que los ocupantes eran " secretas ". Un día, ni corto ni perezoso, se me ocurrió sonreirles al pasar y mandarles un saludo con la mano. A la mañana siguiente parte de los tíos no estaban en el coche, sino en la acera y cuando nos acercamos me agarraron entre dos y me metieron en un portal del que solo recuerdo tenía unos frescos pintados en el techo de color celeste con angelotes, pastorcillos y ovejas. Vamos, un sitio idílico si no fuese porque allí mismo me arrearon un par de sopapos y me dijeron que la próxima vez saludase a mi puta madre. Y que vía, si no quería más. Salí como pude, con la cara ardiendo y a partir del día siguiente nos tocó cambiar de calle para ir a clase y no recibir una nueva dosis mamporrera.
Más o menos la mecánica era casi siempre la misma. Estábamos en alguna de las clases cuando en uno de los descansos entraba alguien diciendo que se había producido una trapacería más de la policia franquista. En enero del 69 tuvo lugar el asesinato de Enrique Ruano el cual, según se informó desde el ministerio de Fraga, se había suicidado saltando desde un séptimo piso de la comisaria, pero no se dijo que le habían disparado primero. Nadie lo aclaró jamás y los responsables habrán muerto o sobrevivirán plácidamente sin que nadie haya podido hacerles pagar el crimen. Una vez más la crispación en las aulas subió al máximo y se organizaron manifestaciones en toda la ciudad. Una de ellas desembocó en el barrio de los Pajarillos y allí, sobre la vía del tren, nos hicimos fuertes por un rato y se logró hacer detener a un convoy. Los manifestantes estábamos en los alto de la vía lanzando piedras a los policías que esperaban a una prudente distancia hasta que hicieron aparición los refuerzos y nos pillaron en medio como a ratones. Se produjo la desbandada general y entre otro chico y yo cogimos en volandas a una chica que se había torcido un tobillo. Corrimos como gamos a pesar del peso y no paramos hasta llegar a los desmontes de San Isidro. Detuvieron a muchas personas ese día porque, según nos enteramos después, de más de la planta baja de alguna vivienda del barrio se asomaban a la ventana para ofrecer resguardo....y avisar despues a la policia de que tenían gente escondida dentro. Y eso se producía en un barrio obrero....
Había un guardia en Valladolid muy famoso al que llamaban " El eléctrico " porque dirigía el tráfico como si fuese un autómata. La gente se solía poner en las esquinas para verlo gesticular porque era todo un espectáculo. Delgado y alto, con gafas gruesas y bigotito fino era igual que Tip. Tan estricto era que no se le ocurrió otra cosa que pretender que una manifestación que bajaba hacia la plaza de España respetase las luces de los semáforos y esperase a pasar cuando estuviese en verde. Pitando desaforadamente, sus brazos parecían las aspas de un molino buscando que se respetase el tráfico, hasta que alguien le dió un tantarantan y salió despedido el casco blanco que era como el cascaron de Kalimero.
Claro que como las manifestaciones convocadas eran más peligrosas porque el lugar estaba tomado por los " grises " y, lo que es peor, con todos los " secretas " de paisano pululando, se pusieron en marcha las concentraciones en lugares dispares de la ciudad. A las doce delante de la iglesia de Delicias. A las dos menos cuarto delante del Coca....Y así sucesivamente. Se llegaba al punto indicado, aparecía a gente de debajo de las piedas, unas cien o doscientas personas, se lanzaban panfletos mal impresos, se coreaban las consignas pactadas y nos esfumábamos antes de que llegase la policia. En muchas ocasiones se entremezclaban las de los estudiantes con las de los obreros de la FASA porque toda la situación era igual de caótica.
Un día nos enteramos que se había programado la visita del entonces ministro de Educacion Lara Tamayo a la Universidad. A la hora fijada los estudiantes nos concentramos en el edificio de la entonces facultad de Derecho desde la calla hasta el paraninfo. Estaba el vestíbulo, la escalinata y los estudiantes todos puestos de espaldas para reicibirlo así. Pasaba el tiempo y el señor no aparecía, seguro que le habían dado aviso. Nada, seguía sin aparecer y ya estábamos cansados cuando, de pronto, hizo su aparición un chucho callejero que avanzaba muy digno por entre la gente. Lara, Lara mueve la colita. Pero tras el chucho llegó la poli y salimos una vez más como pudimos, siempre entre reparto de porrazos aunque a mi ya nunca me volvieron a tocar.
Entre nosotros circulaba la lista de las matrículas que usaba la " secreta " para evitar sorpresas, aunque no era muy necesario pues estos señores tenían un tufo especial que se le conocía desde el momento en que les posabas el ojo encima. Habitualmente se ponía un "seiscientos " rosa chicle delante de la puerta principal de nuestra facultas y dentro se amontonaban los secretas para combatir el frío de la calle. Un día a alguno se le ocurrió dejar caer un ladrillo desde la ventana de la biblioteca que estaba en la quinta planta. El golpetazo del ladrillo contra el capó del coche fué como un trueno y se abrieron las puertas, saliendo a trompicones los policias que se liaron a disparar hacia el aire. Menos mal que no había ningún estudiante volando porque no sería la primera vez que acertaban a un manifestante a pesar de que siempre se disparaba al aire.
Verdaderamente entre las manifestaciones, las asambleas o los recitales de cantantes prohibidos se nos iba el día y áún me explico de donde sacábamos tiempo para las clases o para estudiar. Pero bueno, las asignaturas se iban sacando y en ningún momento se podía aburrir uno. Viernes tarde, paraninfo de Medicina. El semicírculo estaba a reventar de gente. Dos personas por asiento, más subidas a los altos ventanales que coronaban la sala, el estrado a rebosar y apenas sitio para que colocase su equipo el grupo vasco " Urko " que actuaba junto con la mítica Elisa Serna. Fueron dos horas inenarrables, de pura borrachera emocional hasta que llegó el momento de la salida. Pero la puerta que daba a la calle estaba atrancada y por ahí no so podía salir, asi que la gente usó la salida que daba al interior. Aunque allí había sorpresa. Se había formado una doble fila de " grises " que porra en alto remedaban el cortejo de honor en una boda. Aunque en lugar de arroz o pétalos de rosa, lo que llovían eran porrazos. Se oían los gritos de la gente y los golpes que daban contra ellos. Así que me tire al suelo y reptando entre las piernas como un gusano salí del atolladero sin haber recibido un solo golpe.
Las asambleas eran el meollo de todo. Las había de curso, de escuela o de facultad, de universidad. Vinculantes o no vinculantes, abiertas o cerradas, las modalidades eran múltiples pero todas igual de movidas y animadas. La continua lucha entre los del PCE y los del PCI, o sea los comunistas de Moscú y los prochinos junto con los mil grupúsculos circulantes que se enzarzaban en peleas bizantinas. En medio todos los demás que nos dejábamos llevar por uno u otro de los bandos según nos golpera en el hígado lo que decía el orador de turno. Se votaba todo y se volvía a votar para, aal día siguiente cambiar de opinión. Mi amigo Fernando, que me había hecho afiliar al Opus y que lo abandonó poco después que yo, era un acérrimoproselitista porque con el mismo ardor que me llevó por el " Camino " de Monseñor intentó hacerme comulgar con el " Libro rojo " de San Mao-Tse-Tung a lo que me resití porque ya me había llegado con picar la primera vez.
La fecha más emblemática para todos los desafectos al regimen franquista era el Uno de Mayo, la fecha de las fechas. Año tras año se nos convocaba en la Plaza de España, muy cerca del entonces sindicato vertical. Al llegar la plaza estaba totalmente tomada por la policia y nos limitábamos a dar vueltas alredecor de las aceras como si estuviésemos paseando. Allí, ante la horrenda fachada de la iglesia de los capuchinos, se aposentaba la flor y nata de los policías de la social con el " Chino " al frente. Me pregunto porque siempre y en todos lados hay un poli al que se le llama así. El tío malencarado gritaba: no os paréis que os conocemos bien. Y seguíamos dando la rueda a la plaza hasta que llegaba la hora de comer.
Este mismo personaje fué uno de los que detuvieron a mi hermano, pero veremos si esa historia la cuento otro día. Durante mucho tiempo le deseé la peor de las muertes, pero me temo no haber recibido tal gustazo. Seguro que fué de los policias que se reciclaron con la democracia y se jubilaron tan felices. Como todos ellos.
Por último un recuerdo especial a la humilde radio transistor que tantos servicios nos prestó noche tras noche. Después de la cena nos subíamos al estudio pero nada de tocar los apuntes. Se encendía la radio a pilas y había que apoyarla contra una de las columnas de hierro forjado que formaban parte de la estructura del edificio y que hacían de perfecta antena para oir " Radio Pirenáica ". Se seleccionaba en el dial y el que sostenía el aparato no podía moverse pues se perdia la escucha y los demás guardábamos un silencio expectante. Allí nos enterábamos de la verdad de lo que sucedía a nuestro entorno desde el juicio de Burgos al proceso 1001 o cuando el almirante Carrero subió a los cielos con el coche blindado.
Otro día habrá mas historietas. Y si has llegado hasta aquí mi más sincero agradecimiento por tu paciencia.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

no sabia de tus andabzas por las manifestaciones de valladolid,perto que dias aquellos yo tambien me acuerdo cuando la pilarin no me dejaba salir con zapatillas y me hacia ir copn zapatatos para no poder correr.pero otra vez me sorpremdes y como me gusta trasladarme a esa epoca con ciertta añoranza .
y lo del abuelo cebolleta mejor con barba ja ja ja

cal_2 dijo...

Pequeño, sabía que tu si que llegarias al final jajaja.

Anónimo dijo...

por que sera a lo mejor esque no puedo parar de leerte
ja ja ja

Anónimo dijo...

yo tampoco desde suecia

cal_2 dijo...

Desde Suecia con amor. Perfecto

redondeado dijo...

¿Cómo no vamos a llegar al final (aunque en mi caso casi siempre sea tarde)? El material engancha, me traslada a tiempos que no he vivido, me sorprende y me apasiona. En mis tiempos de universidad ya no hemos sido nada reaccionarios.

La única protesta que recuerdo (una encerrona de una noche en la facultad), terminó acallada de puertas para adentro y ni siquiera fuimos capaces de colocar una pancarta para que desde fuera viesen que estábamos protestando.

Sigue contándonos tus historias, yo por mi parte no quiero que queden en el olvido.