domingo, marzo 15, 2009

Un día de playa


Por fin parece abrirse camino la primavera después de un invierno inusualmente crudo que estamos padeciendo pese a encontrarnos en el Levante. Todo el mundo jura que este año ha sido el peor de los tres últimos y a veces nos entra la duda de si habremos arrastrado con nosotros al mal tiempo cuando aterrizamos por aquí procedente de Burgos. Pero hoy hace una mañana de domingo maravillosa y después de desayunar al fin en el porche pensamos que nada mejor que irse a dar un paseo por la playa.
Salimos de casa y después de circunvalar Elche tomamos una carretera comarcal con rumbo a La Marina. La primavera revienta por el camino, los naranjos y limoneros tienen un brillo especial, el campo está más verde después de las últimas lluvias y, del mismo modo que las setas brotan en los bosques húmedos del norte, aquí han florecido las putas de carretera. Estretégicamente situadas en las inmediaciones de una rotonda de fácil acceso, sentadas en una silla de tijera, con una sombrilla de " Estrella de Levante " para protegerlas del sol parecen amas de casa que se hubiesen arreglado para ir a la peluqueria y esperan pacientemente a algún padre de familia que haya salido a comprar el periódico o la barra de pan.
Cuando nos acercamos a la Marina, muy cerca de es ghetto de autoesclusión donde viven los guiris, la puta de la rotondatambién es foránea. Una mujer madura, fondona, vestida con un llamativo traje rojo fuego, inmensas gafas de sol y una apabullante peluca rubia está sentada en un sillón de mimbre con las piernas cruzadas. Se nota que hasta en esto hay niveles. No me extrañaría que tuviese la " bacaladera " de la VISA escondida bajo el asiento.
Aparcamos cerca de la playa. Casi no hay un hueco donde dejar el coche porque todo el mundo tiene un apego inmnenso a aposentarse a la vera del vehículo. Las personas salen al campo pero intentan llevar su nido consigo. Montan el chiringuito sin perder de vista el coche, las sillas y mesas plegables, la musica a todo trapo o la tele portatil para acallar el molesto canto de los pájaros y a ser posible un clan muy cerca de otro para no tener que andar lo más minimo.
El mar está inmenso. Sobran los tópicos pero es que nos hemos encontrado con una mañana expléndida con un cielo despejado y una luz nítida que parece meter la vida por cada poro de la piel. Este arenal es inmenso y va desde Santa Pola a la desembocadura del Segura. Apenas algunas casuchas de una planta en bloques aislados y el resto de la playa solo tiene unas dunas salvajes que la flanquean. El agua está fría, recuerda a la del Cantábrico en verano, pero da gusto caminar descalzo por la orilla. Hay tramos muy amplios sin gente salvo los contados andarines con los que nos cruzamos.
Al pasar por la palmera donde este invierno vimos enterrar las cenizas de una persona mando una oración o un recuerdo mental para ella o para él, como nos hubiese gustado saber que persona escondía su historia en las arenas de la playa, pero me temo que tendremos que seguir haciendo conjeturas.
Es hora de comer y emprendemos la vuelta hasta el chiringuito de playa deonde habíamos planeado comer. Nos toca esperar porque hay mucha gente y poco personal, pero no importa porque aprovechamos para poner en marcha uno de nuestros pasatiempos favoritos: observar las personas que nos rodean y hacernos la correspondiente película. Hay muchos turistas, pero eso nos llaman nuestra atención, preferimos la producción nacional. En una mesa frente a mi una pareja joven están sebtados uno al lado de ña otra pero parecen encontrarse uno en su correspondiente galaxía. No se miran, no se hablan y continúan así a pesar de la apetitosa paella que les plantan delante. Si ahora que son jóvenes y nadie obliga a que estén juntos no se hablan, no me imagino que sucederá cuando tengan veinte años más.
Pero la pelí verdaeramente interesante se rueda a mis espaldas. Unos padres han salido a comer con su retoño y la novia de este. La madre tiene enfrente a su retoño y toda la conversación es entre los dos. El padre no existe, se limita a engullir arroz y la novia parece estar en su mundo mirándose las manos o jugueteando con el móvil, mientras una cara de tormenta hace presagiar lo peor. Se siente ignorada y la madre, aprovechando esa ráfaga de poder, fagocita a su hijo y tiene una sonrisa triunfante. Cuando el nene intenta incluir a la novia en la charla, la madre pone cara de fastido y mira a otro lado y la novia le responde con un zarpazo. En los ojos verdes de la chica brilla la venganza. Como dice Alfonso, chico tu no follas esta noche.
Es hora de volver a casa. Nos acercamos caminando hasta la hondonada donde dejamos el coche. El cotarro está más animado que la mañana, es lo que da tener la tripa llena. Los rebaños están bien cerca distribuidos por las dunas, es la hora de la siesta y de las partidas de cartas. Enfilamos hacia la carretera y un poco más allá, en la hondonada siguiente, me fijo que está un matrimonio solo. Imagino que sean los raritos.
De vuelta a casa, en la rotonda de los ingleses, el sillón de mimbre está vacío.

No hay comentarios: