domingo, diciembre 21, 2008

La navidad en el hogar de los Peludez


Nuestro gran amigo Feliciano vive en un pueblo de la Ribera burgalesa que conserva restos del pasado esplendor en sus numerosas casonas deshabitadas, asi como en un par de puertas de la antigua muralla y dos iglesias en los extremos de la calle Real, una que tiene una torre almenada de aspecto guerrero y la otra más señorial en el medio de una plaza. En las tardes de invierno no se ve un alma por las calles, pues el viento frio y cortante como una gumia obliga a todos a recluirse al calor de la " gloria " y solo se ve alguna mujeruca perdida camino de la misa en Santa María o de vuelta del teleclub.
Anoche, como hacemos día tras día, estuvimos un buen rato de charla hablando de lo que había deparado la jornada y Feliciano nos describió como podían ser unas Navidades en su familia, siempre en medio de la risa y el cachondeo.

Ese año había tenido uno de los más crudos inviernos que se recuerdan en el lugar y la familia Pelúdez no tenía con que celebrar las Navidades porque las cosechas habían sido desastrosas y no les quedaba ni un conejo en la cuadra para guisar y eso que había sido la comida cotidiana los últimos meses. Guisado con patatas, en arroz, frito, a la brasa... de todas las formas que se le ocurría a la madre para llenar la tripa a toda la familia. Nada, la despensa estaba vacía y la pobre mujer no sabía como preparar la cena de Nochebuena. Pero como ánimo y recursos no le faltaban prendió unos sarmientos con los que calentar la " gloria " y reunió allí a toda la familia. Enchufaron el cinexín y pusieron por enésima vez " Que bello es vivir " que, aunque la cinta estaba muy cortada por tanto repetirla, era la única que tenían y todos los hermanos podían recitar los diálogos a coro, aunque faltasen muchos fragmentos de la película.Mientras los tenía a todos entretenidos, se calzó las zapatillas, se cubrió con una toquilla y fue a recorrer las casas de las vecinas para pedirle que le preparasen unas botellas de agua caliente con las que poder calentar las camas de toda la familia.
Abrió las dos latas de sardinas que tenía guardadas como oro en paño en la despensa y las distribuyó muy separadas sobre la fuente para que pareciesen más. Cortó en trozos muy pequeños una hogaza de pan duro que le había regalado el panadero y lo untó con mucho cuidado en el aceite de las latas para no desperdiciar ni una gota y lo colocó en otra fuente. Por último abrió el paquete con las migas del turrón y de los polvorones que le había dado la Chelito, la de los ultramarinos y preparó con ello los postres.
Se sentaron todos a la mesa y, después de bendecirla el padre, les dijo que podían comer todos pero que lo hicieran con orden y muy despacito, para que pareciera que se llenasen más. La madre mirando con ternura a todos los suyos hacía como si se llevaba bocados a la boca, pero los dejaba otra vez con disimulo en la fuente para que les tocasen algunas migajas más a toda la familia.
Con los postres preparó una jarra de gaseosa con vino blanco, la agitó con fuerza para que tuviese más burbujas y les dijo que anduviesen con cuidado con el champán, no se les subiese a la cabeza. Y brindaron por las fiestas con gran alegría.
Al terminar tan parco festín, improvisaron una orquestina como cada año para cantar villancicos. Feliciano empezó a entonar " El pequeño tamborilero " con su peculiar estilo que hacía irreconocible toda melodía mientras golpeaba una lata de aceite con un palitroque, su hermana la loca bipolar rascaba la botella de anis de " El mono ", mientras su otra hermana, la gorda del bombo, aporreaba el culo de la sarten con la cuchara y la madre agarraba el almirez con energia. El padre miraba con tristeza desde el fondo del cuarto esta escena y su yerno, el italiano, se tiraba pedos con disimulo para calentarse las manos. Con el jaleo los perros se animaron y el " Siete " daba cabriolas como el oso de los titiriteros, mientras su madre la " Laika " andaba como loca dando vueltas entre las piernas de la gente.
De pronto la madre se dió cuenta de que sonaban las diez en la torre de San Pedro y dijo que había que prepararse para ir lo mejor arreglados posible a la misa del Gallo. Se deshizo la orquestina, se abrigaron todos con bufandas y gorros para no pasar frío y salieron a la calle. Al abrir la puerta, ráfagas de un viento helado que arrastaban copos de nieve gordos como garbanzos intentaron hacerlos desistir de su empeño. Pero, lanzando la consigna de batalla, la madre gitó " a las armas, dijo Riparia " y salieron uno tras otro a la calle Real con gran alborozo. Avanzaron a trompicones hasta la casa de unos vecinos que tenían tele y, a través de los cristales medio empañados de la cocina, pudieron ver el discurso del Rey y, aunque no pudieron oyerlo, no importaba mucho porque cada año repetia lo mismo.
Al llegar a la puerta de la iglesia se pusieron de rodillas en la nieve, sintiendo como les crujían los sabañones de las rodillas y comenzaron de nuevo a cantar un villancico. " Laika " empezó a dar vueltas entre la gente con una lata de sardinas vacía entre los dientes, como si pidiese limosna pero de un manotazo la madre le quitó la lata y mandó poner a todos en pié.
Al entrar en la iglesia la luz de las velas casi los cegó y se sentaron todos juntitos en los primeros bancos para que les llegase el calor de las candelas. Federico miraba con ojos de deseo al tierno corderillo que habían puesto de ofrenda entre las pajas del portal y se le hacía la boca agua imaginando la grasa del animalito asado escurriéndosele por la barbilla. En el momento de la comunión se pusieron todos a la fila pues, aunque poco, algo más de alimento podrían pillar. Eso y un trago de vino que les pasó el cura, les dió un poco más de animo.
A la salida, después de despedirse a la carreradel párroco y de los vecinos, la familia Pelúdez inició el retorno al hogar, hambrientos y llenos de frío pero muy felices porque un año más el Niño Dios había nacido en Belén.

Nota.- Para aquellos que desconozcan el término, " gloria " es un sistema de calefacción usado tradicionalmente en las casas de Castilla. Bajo el suelo de una sala hay zona hueca que comunica con una trampilla a cuya entrada se enciende fuego con paja y se alimenta de sarmientos. De este modo el cuarto se mantiene caliente...claro que cuando nuestro amigo Feliciano era niño se quemó el culito con las baldosas calientes. Peligros de la tecnología punta.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

haber gran amigo hera feliciano o federico de todas las maneras me hgusta como casi todo lo que haces
ja ja ja

cal_2 dijo...

en realidad no es federico ni feliciano...pero tu bien conoces quien es jeeej

cal_2 dijo...

en realidad no es federico ni feliciano...pero tu bien conoces quien es jeeej