lunes, noviembre 10, 2008

la caja de uvas




Quiero compartir con todos la belleza de estas mañanas de otoño en las que voy a trabajar, intentarr describir todo lo que me voy viendo desde mi coche en el trayecto desde casa al trabajo. Un cielo rojo de fuego emboscado entre la neblina que cubre el valle, las hojas amarillentas de las cepas con los racimos de uvas envueltos en papel para que lleguen a fin de año y todo ello bajo ese inmenso manto de cielo azul con esa luz que he descubierto desde que vivimos en el Levante. Cuando me voy acercando al pueblo en que trabajo desde hace unas semanas, este dormita al amparo de unos montes situados al fondo del valle y que a esas horas tienen una tonalidad rosada y dominándo el caserío está la inmensa mole de la iglesia con su cúpula de azulejos azul añil que pareciese aplastar el pueblo que señorea.
En la radio del coche Serrat canta una vez más su " Mediterráneo " y en mi corazón siento la alegría de comenzar un nuevo día de trabajo, sentirme vivo a mi edad en el sentido de gozar con la vida y haber recuperado la ilusión por la tarea diaria, el deseo de hacer bien las cosas y dejar contentas a las personas para las que trabajo, deshacer la maraña de enredos que me encuentro cada día en la consulta, ese sin sentido de controles a los que se ha abocado a los niños. Entro en el centro, desde el mostrador los primeros saludos del día, enciendo el ordenador para comprobar que la agenda ya rebosa de pacientes, levanto las persianas y compruebo que al otro lado de la ventana esta la calle, ahora puedo ver el cielo y la calle desde mi consulta, paso a la sala y me recibe el aroma a café recién hecho, las voces de los compañeros que hacen tertulia antes de comenzar la tarea.
A lo largo de la mañana, el placer de redescubrir la amabilidad de las gentes, saborear de nuevo que las personas sepan decir buenos días o dar unas gracias y regalar una sonrisa al salir, sentir el apretón de unas manos callosas, comprobar como hay madres que todavía se inclinan ante sus niños y les recuerdan que deben decir adios.
Y hoy, a terminar la faena, una mañana liosa como siempre, me dicen que me han dejado una caja llena de uvas en la sala. Y dentro una nota en la que se me agradece una cosa tan simple como cumplir con mi trabajo. Mi primera caja de estas maravillosas uvas que se cultivan en nuestro valle, apenas tres semanas después de haber aterrizado en el pueblo.
De vuelta a casa, una vez más con " Mediterráneo " sonando en la radio del coche me siento féliz, con la caja de uvas mirándome desde el asiento del copiloto.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

al leer tu articulo sobre la caja de las uvas me doy cuenta de lo feliz que te encuentras y que hayas recobrado la ilusion por tu trabajo es fenomenal,pero no puedo dejar de hacer mencion a la figura o no se como llamar a ru anterior jefa oues lo que se me ocurre ya ñlo sabes tu lo que la llamaria pero de momento no me atrevo a decirlo aqui.y lo de de que te hayan echo el regalo de la caja de uvas PUES COÑO QUE TE LO MERECES CABRONAZO

redondeado dijo...

Pues yo lo que se dice llamarla, no la llamaría nada, a ver si se pierde en el olvido. Después de haber superado una tía tan amargada, lo mejor es deleitarse en el dulzor de las uvas, en el calor de la gente que no te agote la energía y en el color de los cielos. Por cierto, ¿rojo de fuego o azul? Es que tiene los dos colores en la misma frase jejejee.

Anónimo dijo...

tienes razon redondeado mejor olvidarla y que se pierda en el olvido un saludo

cal_2 dijo...

redondeado, si tu conoces el levante sabras que el rojo fuego del sol puede coexistir con el inmenso cielo azul y que ambos tonos se entremezclan....jode, que cursi me ha salido esto jajaaa. Un abrazo

HECTOR64 dijo...

Para trabajar con niños y hacerlo bien hay que tener una sensibilidad especial. No es necesario saber muchísimo de medicina, ni de geografía, ni siquiera de psicología. Los niños y los adolescentes lo perciben enseguida. El autor de estas pequeñas y mágicas historias estoy convencido de que ha nacido con ese don.
PD: Los tragos amargos de la vida (Me viene a la memoria la odiosa enfermera jefe de "Alguien voló sobre el nido del cuco") nos deben servir para saborer mejor los que, con toda seguridad nos llegan, mucho más dulces y placenteros en el futuro...

Salud