martes, agosto 26, 2008

¡ QUIERO IR AL ESCORIAL ¡


No hay forma de que salga de aquí. Llevo más de un mes diciendo que quiero que me lleven a la casita de El Escorial y ninguno de mis hijos me hace caso. Ahora no se te puede llevar , estamos todos ocupadísimos y allí no tendrás quien te cuide, me dicen las lerchas de mis hijas. Si no fuera por la religión, por la fé que todavía me queda y el miedo a condenarme, ya me habría tirado por esa ventana. Te lo aseguro. Aunque no sé como te lo digo a tí, comunista, que tú tienes que ser una comunista de lo más perdido, que hasta te haces la señal de la cruz al revés y no sabes ni responder a las letanías .
Doña Rosalía deja el rosario sobre la mesita auxiliar que está a la derecha de su poltrona y coge el abanico para darse aire con rabia. Sus piernas desnudas como columnas cilíndricas del mismo grosor de arriba a abajo, se afianzan descalsas sobre las baldosas para compensar el calor que la agobia. Su inmenso cuerpo apenas cubierto por un fino camisón de batista oscila lentamente de delante a atrás siguiendo el ritmo que imprime a su abanico, permiendo que sus enormes pechos bailen deescoordinadamente sin seguir ninguna regla física. Un cuello terso en el que apenas se ve una arruga corona un escote igualmente terso y sirve de apoyo a una cabeza que se diría de patricia romana cabreada, pues un rictus de amargura cruza su cara a la vez que chispas de rabia brillan en el fondo de sus ojos cuya mirada flota ya medio desvaidos entre las cataratas. Gruesas gotas de sudor corren por sus mejillas y van cayendo lentamente sobre el camisón, dejando a modo de un reguero de lágrimas sobre la pechera de encaje.
Y mira que estropearse hoy precisamente el aire acondicionado. Y el ventilador que parece asmático. Esta habitación parece un horno, a pesar de que tengamos las contraventanas cerradas durante todo el día. Y estos hijos míos que me tienen aquí presa, que llevo un mes detrás de ellos diciendo que quiero que me lleven a la casita de El Escorial, que en la Sierra las tardes son una gloria del cielo y hasta hace falta un cobertor para poder dormir por las noches. Y ni caso. A ver tú, comunista, más que comunista, sí, tú...Ivanka o como te llames, tráeme un vaso de agua bien fría con unas gotitas de limón, que me vais a dejar morir deshidratada .
No entiendo, con la cantidad de mujeres que buscan trabajo, porqué la boba de Nines ha tenido que meterme en casa una comunista de esas, de Rusia o de por ahí, pero seguro que es comunista, que no entiendo nada de lo que me dice y ella parece hacerse la sorda cuando le pido cosas. Total, porque la haga levantarse por la noche tres o cuatro veces no es para tanto, tiene todo el día para dormir en el sofá, que lo unico que sabe hacer es encender el microondas para calentarse café y darle al mando de la tele. Y en cuanto le pido el rosario, ya empieza a dar cabezadas para hacerse la dormida y no responder a las avemarías.
Y aquí sigo encerrada como el verano pasado, que tampoco les dió la gana de llevarme a El Escorial, que de esta casa solo saldré para el hospital o camino del Tanatorio, que hasta la misa la sigo por la tele, porque es mucho el trabajo ponerme decente y bajarme a la calle en la silla de ruedas.
¡ Qué distinto cuando éramos jóvenes¡. Y qué bonito cuando vivíamos todos juntos en Melilla, como me respetaba la gente cuando iba a la compra con las dos moras detrás, cada uno con su capacho que se iban llenando a medida que recorríamos el mercado. " Señora comandanta, mire que tomates tengo y que pepinos tan grandes....". " Mi genenala, llévese estos melones que son de pura miel... " . Así era todo, respeto y temor porque sabían que mi marido era una autoridad y que podía hacerlos deportar cuando quisiera. Y al atardecer cuando salía con mis cuatro niños a pasear por el Ensanche, los cuatro como cuatro soles, salundando al pasar a las otras militaras que también paseaban a sus polluelos, seguidas de sus criadas, siempre atentas a cualquier indicación de sus señoras. Porque eso éramos, las señoras. Y todo por cuatro rupias al mes.
Lo que más me gustaba era cuando llegaba la noche de los viernes, todos reunidos bajo mi mirada para iniciar el fin de semana en el jardincillo trasero de nuestra casa, mi marido sentado en su mecedora, cabeceando mientras leía el " ABC ", los niños saltando a la comba junto a los macetones o jugando a las casitas en un rincón o ayudando a desgranar guisantes a las criadas, entre el frescor del suelo recién regado y el aroma del azáhar que lo inundaba todo. Hasta el lunes todos juntos, como los polluelos bajo el ala de una gallina sin que nadie de fuera pudiese entrometerse en nuestro hogar.
Pero llegó el ascenso y tuvimos que levantar toda la casa. Febrero en Burgos, un piso grande y destartalado por General Santocildes para que mi Gregorio tuviese cerca la Capitanía. Se acabó el paraiso. Frío, aire cortante al salir a misa por la mañana y las manos llenas de sabañones. Una mujeruca me ayudaba con la casa y los niños iban a los Jesuitas y a las Esclavas de las manos de un asistente que se había traido mi marido del cuartel. Pero seguíamos todos juntos.
Aunque todo puede empeorar. y siempre lo hace. Cuando mi Gregorio estaba a punto de conseguir el ascenso a general llegó ese ministro de los rojos, ese barbudo que tocaba el piano y mandó a los militares a casa. Y mi marido se quedó colgado como coronel, cuando solo le quedaban dos pazguatos delante del escalafón. Fué tanta la rabia que acumuló que creo que por eso le dió el perrenque y se quedó frito un día a la salida del Casino.
Mejor para él, que así no ve en que situación me encuentro ahora. Aquí, metida entre cuatro paredes, sin poder moverme, solo del sillón a la cama, día trás día al lado de esa maldita comunista que me mueve como un fardo cuando me ducha o me pone los pañales. Aunque peor es la de la noche, una negra malencarada que no sé de donde la sacó mi Fiñuca, que no me creo que se la hayan recomendado en la Adoración Nocturna como ella dice, a ver si no, todo el tiempo hablando por el movil y fumando sin parar, a pesar de que le tengo dicho que estoy muy delicada de los bronquios y que estoy segura de que se mete a algún hombre en la cama, cuando se cree que estoy dormida. Dormida yo, que veo pasar todas y cada una de las horas del reloj.
Que hijos he parido. Vaya cuatro patas para un banco. Mis hijas siempre atareadas entre sus niños y sus parroquias, no tienen tiempo para venir a verme. Se creen que con entrar corriendo en casa, dejarme plantada con dos besos en las sienes y un paquetito de pasteles de " Casa Mira " delante ya cumplen. Y salen corriendo, que siempre tienen muchas cosas que hacer.
De los hijos mejor ni hablar, que vaya par de lagartas se han echado de mujeres. Pero ya tienen su purgatorio con ellas, que se fastidien, que lo que es de mí ni se acuerdan. Porque esos ni vienen, con llamar de vez en cuando al teléfono ya se creen que cumplen con su madre.
Ayer me llamó Albertito para decirme que se iban un mes a Comillas, que a su mujer le iba muy bien para la piel, no te digo, si es que parece un lagarto la tía esa. Cuando le dije que me quería ir a El Escorial ni me contestó, que le llamaban a otro teléfono y colgó sin decir casi ni adios. Se piensan que soy idiota. Lo que soy es una inutil, que con mis años y estas malditas piernas no puedo hacer lo que quiera.
Y la casita de El Escorial, pudriéndose. Seguro que en cuanto me muera le dan buen aire. Como a las cutro perras que me queden. Menos mal que me tocó un buen pellizco en El Niño y me puedo pagar esas zorras que me cuidan. Si no, hace tiempo que me habrían largado para el asilo.
Aunque todavía me falta lo peor. Por si no hubiera pasado tantas en esta vida, resulta que se me casa el nieto. Sí, el mayor de Fiñuca, el Toti. Se casa con su peluquero. Si ya lo sabía yo. Este niño es un mariconazo como un pino, si desde niño se le veía venir, siempre jugando con los tapetitos de puntillas, que si cantando como la Piquer. Y ahora se casa. Y encima hay que ir a la boda. Por si fuera poco el bochorno, en lugar de llevarlo a escondidas como han hecho siempre los maricones decentes, resulta que quiere casarse. Y por lo civil, claro. A ver que cura casa a dos mariquitas. Y la Fiñu tan contenta porque su hijo se va a realizar, eso dice ella, que ahora va a estar superatareadísima, que lo entienda, que en estas condiciones no puedo ir a la Sierra, que hay que sacrificarse por el nieto. ¿ Más sacrificios ?. Si me tienen abandonada.
A ver tu, Ivanka, levanta el culo y tráeme esa caja que está en el aparador. Sí, mujer abre la puerta y buscala, es esa que está en el segundo estante. Que me la traigas ya, que pareces tonta. Aquí está todo. El fajín de gala de mi Gregorio, sus medallas, que bonita es la cruz de San Hermenegildo, como brilla todavía y aquí esta su Luger. Me dijeron que tenía que haberla devuelto cando se murió él, pero me hice la loca, porque una mujer sola en casa tiene que tener algo con lo que defenderse. Todavía tengo fuerzas para montarla. Que se creen estos memos. Que se creen.

Dos meses después una noticia abre todas las cabeceras de los noticiarios: Una anciana impedida se lía a tiros en la boda de su nieto, mientras grita que quiere que la lleven a El Eescorial, matando a uno de los novios y al secretario del ayuntamiento e hiriendo en el brazo al concejal que oficiaba el evento.

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