domingo, julio 06, 2008

Aunque no me creas, es verdad


¡¡ Rubiaaaaaaaaaaaaaa ¡¡. Rubia, rubia y rubia. Te lo digo yo. No sé porque dices lo contrario. Rubia como una nódica, hija, que eres una envidiosa. Que siempre el tenido el pelo más rubio que una de esas suecas de las películas. Que ya le decían a mi madre cuando yo era pequeña, que era imposible que tuviese ese pelo tan claro, que seguro que me lo lavaba con manzanilla y lo aclaraba con agua oxigenada. Que parecía esa artista de cine, la Marilín.
Lástima que no esté con vida mi pobre madre para que te diga que tengo razón. Aunque no me creas, es verdad. Que yo no miento. Mira esta foto de cuando era niña jugando en la carretera de Betanzos y esta otra bajo el castaño de la iglesia. Ya, claro, no se ve nada porque son muy viejas y se han vuelto borrosas. Pero es que los años no perdonan. No tienes más que mirarte al espejo, hija. Aunque ahora no tenga más que cuatro pelos y me los tenga que tapar con una peluca, te aseguro que mi melena era una maravilla que llamaba la atención a la salida de la misa, todas las mujeres me acariciaban los rizos y le decían a mi madre con admiración y un poco de rabia que como tenía ese pelo, que ni las señoritas del Pazo lo tenían tan fino, a pesar de ir a la peluquera en Santiago.
Morenas eran las aldeanas, que tenían la piel como cuero, pero yo era blanca como una princesa de cuento y cada vez que sacudía mi melena, hasta el sol se moría de envidia. Y si no me lo crees, soy capaz de bajarme las bragas para que veas como son los pelos que me quedan, pero no quiero que te rias más de mi...

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