viernes, abril 18, 2008

monologo en gris


La ventana golpea de modo monótono contra la pared cada vez que sopla una ráfaga de aire helado, afuera la noche es pura negrura, no se ve nada más allá del marco de madera y dentro de la habitación tan solo la débil luz de una lamparilla de mesa permite ver las siluetas de los muebles, una cuna desnuda bajo la ventana y al fondo del cuarto una figura que se mueve rítmicamente de delante a atrás, sentada sobre un taburete.
El silencio de la noche golpea las paredes y solo lo rompe el batir de la ventana y el llanto quejumbroso que sale de la cuna. La figura gris se levanta del taburete, se acerca a la cuna, mira al niño que se agita entre la ropa desordenada y se vuelve como ausente a su rincón.
" Deja de quejarte, cabrón, me da igual que llores, tu has tenido la culpa de que ella se haya muerto. Ya nos avisó el médico que no siguiésemos adelante con el embarazo, que su vida corría mucho peligro. Pero ella quería realizarse, volver a ser madre por encima de todo. Ya verás como todo va bien, que no pasa nada. Soy más fuerte de lo que dicen los médicos. Con Ana todo nos ha ido bien y ahora me encuentro mucho mejor que en el primer embarazo. El cardiólogo no lo tenía tan claro y los primeros meses les decía que la única salida era el aborto. Que su aorta estaba muy tocada y dudaba que pudiese resitir otro parto. Pero ni caso. Pedro, voy a tener este niño, me decía, ya verás que felices vamos a ser los tres. La nena está muy sola y necesita un hermanito. Confía en mí. Claro que confiaba, que remedio me quedaba, si ella era terca como una mula. Todo iba bien. Engordaba, mientras tu, su asesino, ibas creciendo en su tripa, cambiando tu vida por la de ella. Maldito seas, cabrón. Maldito seas, pero te queda poco para reunirte con ella. Da igual que llores, no pienso hacerte caso, se acabó la comida para tí, no pienso abrigarte, ojalá el frío acabe cuanto antes contigo ".
Se vuelve a acercar a la cuna, el niño apenas se mueve ya, un color de marmol cubre su piel, las manos se agitan suavemente como manchas azuladas, apenas se oye el gemido, la boca abierta como la de un pez en la arena de la playa. Deja de moverse, ya solo se oye el viento y la ventana que bate. El hombre cubre el cuerpecillo con la sábana, cierra la venta, abre la llave del radiador y vuelve a su rincón. Se mete dos pastillas en la boca, las hace desaparecer con un buen trago de ron, apaga la luz y el silencio se vuelve total.

4 comentarios:

libre albedrío dijo...

Joder, como estamos....

redondeado dijo...

Ufff, qué mal rollo, aunque me imagino que en algún caso... la realidad superará a la ficción. A mí me hubiera costado mucho escribir algo desde esa perspectiva. Intentaré tener en cuenta el ejercicio.

cal_2 dijo...

Si amigo redondeado, la realidad convierte esto en un cuento de hadas...no hace falta más que asomarse a los noticiarios. Gracias

Anónimo dijo...

Joer que dramático, pero me gusta como vas describiendo la escena en la que se dan los hechos que relatas. Me gusta por el fuerte sentimiento de contradicción que me recorre al tiempo de ir leyendo el texto, como desde fuera, juzgando, sin ser capaz, o sin querer meterme dentro de la situación del padre de eseniño.... Que duro querer acabar con una vida que comienza, que duro querer dar vida sabiendo que se puede perder la propia, que duro perder a quien se ama...
Carlos Lorenzo