domingo, marzo 23, 2008

Lucha de poderes


Un gran revuelo se ha producido entre las palomas del viejo centro de la ciudad. Un rumor creciente por cornisas y terrados entre zureos y batir de alas tiene a todas las palomas revolucionadas. Se dice que al parecer un pichón le dijo a un palomo que creía que tal vez una paloma vieja había oido que estaban a punto de salir las vacantes para cubrir los puestos que habían quedado libres entre las palomas con derecho a picoteo en la plaza de la catedral. El viejo sueño de todas las palomas que revolotean desde el río a la plaza del Ayuntamiento o corretean atolondradas picoteando todo a su paso por las viejas losas es conseguir ese momio. En la plaza de la catedral se tiene asegurada comida abundante todo el año, incluso en los meses de más frío, pues nunca faltan turistas que se extasían ante la cóncava fachada barroca de la catedral mientras engullen chipirones fritos o patatas bravas. Siempre hay comida abundante entre las patas de las sillas y los piés de los turistas.
Nadie se atreve a preguntárselo al gran palomo blanco que, desde la cruz de la gran espada que blande con energía el severo cardenal de bronce, gobierna con ala firme a toda la batahola de palomas atolondradas que revolotean desde la orilla del río a la fuente del Ayuntamiento o que bajan en oleadas desde las terrazas del viejo palacio episcopal.
Una paloma gorda y dorada como el trigo viejo a la que nadie conoce ha hecho su aparición en el corrillo y cuenta a todos que hasta ahora ha sido la que lidera a todas las palomas decentes de la capital del Reino, que ella sabe muy bien como conseguir comida abundante para todas pero para eso lo pimero que hay que hacer es bajar al gran palomo blanco de su pedestal y acabar con todas aquellas palomas con veleidades liberales que picotean a su antojo. La envidia hace su nido en los rudimentarios cerebros de las palomas y se inicia una guerra sin cuartel entre ellas, desgarrando a picotazos a las más débiles, a las palomas viejas o enclenques que caen moribundas en las márgenes del río. La gente pasa asustada al ver ese alboroto de alas y zureos envenenados y desde el cercano retén de los municipales se pide ayuda urgente a los bomberos para que a manguerazos resuelvan tal desaguisado.
El gran palomo busca refugio con sus más fieles en la cornisa del palacio episcopal y ve con tristeza como los mangueras borran todo rastro de sangre, mientras los barrenderos hacen desaparecer los restos maltrechos. Y allí abajo, oronda y ufana como un pavo, en la cruz de la espada de la estatua de bronce del severo cardenal ven con tristeza a la paloma gorda que llegó de la capital del reino, rodeada de las palomas vencedoras en la refriega que se acercan entre curiosas y sumisas a ofrecerle pleitesia.

1 comentario:

libre albedrío dijo...

Querido Carlos...

Tuve la oportunidad de conocer de primera mano tu intención de relatar esta historia y una vez leída, solo puedo aplaudir a las musas que hacen que de lo cotidiano tu teclado cree una linda historia.

Historia no carente de ironía en la cual reflejas con absoluta nitidez la mediocridad de la condición humana.

Añoro en la lectura de tus lineas el poder volver a departir y compartir juntos una copa de nuestro preciado vino, pero mientras tanto sirvan estas lineas para presentar en esta, tu gran comunidad, al que un día fue un anónimo y hoy ya tiene nombre.

Hasta siempre ...