domingo, marzo 30, 2008

La telaraña


A través de los cristales se cuela el rumor fraguado por la lenta fila de coches que intentan avanzar a lo largo de la calle de Serrrano. La luz se filtra entre los cortinajes de terciopelo carmesí que enmarcan las ventanas del dormitorio, donde se mezcla el olor de una noche de sueño con el aroma del perfume que acaba de ponerse en la nuca y tras los lóbulos de las orejas. Longinos Pérez de Aravaca, también conocido como " Violeta, la nomeolvides " en el los bares de Chueca, no encuentra el modo de ajustarse el pecho postizo delante del gran espejo que cubre toda una pared del vestidor contiguo a su dormitorio.

Forcejea hasta que siente que se ajusta como desea. Se mete con agilidad en el vestido de seda negra, mira que los rizos de la peluca estén bien colocados, aureolando su rostro. Corrige el exceso de rimmel de las pestañas, a la vez que acentúa un poco las ojeras que sombrean sus párpados, para dar mayor imagen de virgen dolorosa.
Se arrellana en una butaquita y se calza los zapatos de aguja. Toma el "ABC" de una mesita contigua y va derecho a las páginas de esquelas. Las mira con detenimiento hasta encontrar aquellas que le parecen más prometedoras, rodeando dos de ellas con el pintalabios.
En la primera que ocupa un cuarto de páginapone que " Don Ataulfo Esquivias de Ligury, marqués de Alcalagüi, de 57 años de edad, ha fallecido en su domicilio tras haber recibido los santos sacramentos y confortado bajo el manto de la virgen del Pilar, su afligida madre...". Esta le parece prometedora. Anota la dirección del tanatorio en su agenda y se levanta con agilidad. Toma el bolso, sale taconeando con alegria y baja por el ascensor privado al garaje de la comunidad. Entra en su " mercedes " plateado y sale lentamente al tráfico de media tarde.
Llega al tanatorio, busca la sala donde los familiares de Don Ataulfo reciben los pésames, los saluda presentándose como la viuda de un antiguo amigo y se sienta en un rincón discreto, aunque visible al mismo tiempo para todos los que entran. Adopta un aire afligido y ausente, mientras como una araña espera que aparezca la mosca que se fije en ella. Sabe que nada da más morbo a los hombres que asediar a una mujer triste y abandonada a su pena. No tiene prisa. Siempre cae alguno en sus redes.

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