jueves, febrero 14, 2008

Buon giorno, Fellini


A principios de los 70 me ofrecieron trabajo como monitor en una colonia de verano para hijos de los empleados de una empresa de transportes de Valladolid y acepté sin dudarlo porque me permitía sacar un dinerillo que tan bien me venía. Dada mi condición de estudiante de quinto año de medicina, no solo cuidaba a los niños como monitor, sino que me encargaron del encargado del exíguo botiquín, pero yo ya me sentía poco menos que un médico en pleno ejercio profesional. Nuestro grupo ocupaba parte de uno de los pabellones de la antigua Universidad Pontificia de Comillas que todavía no estaba tan tristemente decrépita como en la actualidad.

Aquellas mañanas que el tiempo lo permitía bajábamos con los crios a través de unas suaves praderas hasta la playa de Comillas cantando eso de " la chata merenguela, como es tan chula, tricotricotí..." cuidando de que no se nos despistase ninguno, en especial un rubito con gafas y cara de perpetua sorpresa ante la vida y que se extasiaba ante todo insecto que encontraba a su paso.
Coincidiendo con nosotros había otra colonia de vacaciones de niños de un hospicio, creo recordar que de Soria y que iban bajo el control de unas monjitas de San Vicente Paul todavía ataviadas con sus viejos hábitos y esas enormes tocas blancas almidonadas que parecían alas de cisne.
Los niños iban todos los los mismo delantales a cuadros y, al quitárselo aparecían con un bañador idéntico y una cinta en la muñeca derecha, roja los niños, azulona las niñas. Las monjas montaban una especie de entoldado con cuatro estacas a las que sujetaban una lona a rayas azules y blancas y se sentaban en la arena, sobre una enorme sábana blanca, con sus hábitos abotonados hasta el cuello, un delantal blanco y sin abandonar, ¡¡ a quién se le ocurriría tal despropósito ¡¡, las enormes tocas. Sin moverse de allí, con las agujas de hacer punto moviéndose sin parar, las gafas de pinza doradas en la punta de la nariz, controlaban todo como gallinas a sus polluelos.
De pronto aparecía un niño llorando: " Sor, que el 43 me ha pegado ".
" Y tu quien eres ? ":el niño mira la pulsera roja y dice, " Yo soy el 21 ". " 43 como vaya ahí, te vas a quedar sin oreja ".
Y otra monja gritaba " 14, como te vuelvas a meter sola en el agua, mañana no vienes a la playa", " A ver, 9, no des con la pelota a esa señora ".... Y así todos, cada niño no era una persona con nombre, solo era un número para los demás...A veces pienso donde estarán esos críos y si alguno habrá llegado a asesinar a una monjita.....

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