viernes, abril 27, 2007

doña maria y don federico


Doña María " la generala " y Don Federico su marido ocupaban la vivienda situada bajo la nuestra en el Pabellón de Oficiales aunque cuando los conocimos, todavía no eran más que " la coronela " y su marido.
Doña María era un mujer grande asentada sobre unas piernas muy flacas, con el pelo medio rubio, tirante y coronado con una rodete en la nuca, gafas de concha y un pecho descomunal que la precedía en medio metro cuando caminaba. En realidad no era más que la mujer del Coronel pero como tenía un carácter tan fuerte y era la que dominaba casa y marido, le dábamos ese apodo entre nosotros. Por en contrario, Don Federico era un hombre muy dulce y apocado, o al menos esa imagen daba, muy delgado, siempre vestido con pulcritud de uniforme o con uno de esos trajes de mil rayas, de los que parecía que le sobraban 999 y al que me lo imaginaba perdido en medio de las tetas de su mujer.

Todo el sueño del matrimonio era alcanzar el generalato, pero el escalafón no estaba de acuerdo con ellos. El obstáculo era un viejo general que se negaba a jubilarse unos días antes para permitir que Don Federico lograse su meta. Así que una noche cogió el tren " expreso " para Madrid con idea de convencer al remiso. Pero pasaban los días, se acercaba la fecha fatídica y no lograba nada. En el último extremo se fue la mujer a Madrid y antes de 24 horas recibíamos un telegrama en casa " Federico ya es general "......de ahí que se ganase con creces el titulo de " la generala ".
Doña María pasaba las horas sentada en un sillón orejero junto a la ventana controlando a las criadas, a los pobres soldaditos que estaban de asistentes en su casa y al sufrido de su marido. " Federicoooooooo ".... y este volaba para complacerla. Dejaba cerillas apagadas por los rincones para comprobar si limpiaban bien y fiscalizaba hasta la última migaja que se comía en casa.
A media tarde tocaba paseo. " Federico, coge el paraguas y vamos a la calle" y este intentaba protestar porque lucía un sol espléndido.....pero ella daba un grito y él agarraba el paraguas, se colgaba de su brazo y salía con el rabo entre las piernas.
Un día estábamos comiendo en su casa y vi con sorpresa que se extendía una servilleta sobre el pecho y que, en lugar de poner el plato en la mesa, lo colocaba sobre las tetas para no derramar la sopa por encima. Se me ocurrió decirlo en voz alta y me gané una patada por debajo de la mesa camilla y una buena bronca de vuelta a casa.
El pobre marido se liberaba al llegar el verano, pues su mujer se iba dos meses a la playa con el resto de la familia y el marido se quedaba a nuestro cargo. Comía con nosotros y en la sobremesa era uno más a oír el " serial " de la radio y había que ver los lagrimones que derramaba mientras oía las desventuras de " Las dos huerfanitas ".
Cambiamos de vivienda, les perdimos la pista y al cabo de un tiempo nos enteramos que a ella la había matado un camión al atravesar la calle cuando no debía.....las malas lenguas comentaban que su marido la había empujado, aunque dudo mucho que pudiese....más bien he querido creer que como ella nunca le hacía caso, él le dijo que no cruzase y ella, por llevarle la contraria, se echó a la calzada...

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