sábado, agosto 05, 2006

VOLAR, VIVIR



Ese deseo de volar, de saltar por encima de la barandilla del balcón y planear de modo suave como si se pudiese detener la gravedad, sentir como el aire abraza todo tu cuerpo, esa especie de vertigo que asciende desde los piés a la garganta, esa imagen de tu cuerpo desnudo destrozado contra el asfalto, las caras de las personas que acuden incrédulas a tu caida en picado, sin poder planear, sin poder vencer a la gravedad. Esa llamada del vacío, esa posibilidad de acabar con todo y convertirte en nada, en recuerdo. El balcón te llama y sientes a la vez atracción y un miedo irracional, porque sabes que nunca lo harás, que nunca intentarás volar.
La misma sensación que te asalta en todas las estaciones de tren o de Metro cuando se acerca la locomotora, ese deseo de abrazarte a la máquina que se acerca y esa instintiva huida hacia atrás, hacia la vida.
Y sigues delante de tu ordenador, te aferras con fuerza a la silla y clavas los piés firmes en el suelo mientras escuchas una vieja cancíon de Crosby, Stills and Nash de fondo y levantas la mirada y ves las siluetas superpuestas de las montañas abrazando la torre de la iglesia, como imágenes de un diarama difuminado en rosa y piensas si no estarás un poco loco.

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